“EL TIEMPO ES UN DON Y UNA RESPONSABILIDAD”

Estamos viviendo las horas póstumas del año que termina con la esperanza de vivir otro que comienza. Ha recorrido nuestra vida y así hemos avanzado un tramo más, que nos acerca un poco al temido e inevitable desenlace de nuestra vida. Lo curioso es que muy pocos por no decir que nadie reflexiona en la significación real que tiene un año más de cuenta y un año menos de nuestra vida. Se brinda por el año nuevo, se desean parabienes, hay fiestas y música, embotamiento de las facultades más nobles del hombre a fuerza de licor, de humo, de baile y excesos irracionales desviándose así de la verdad de las cosas que es esta: que la muerte está más cerca de nosotros. Y mientras la vida cubre muchas cosas y engaña, con risas, con fiestas, con esperanzas, con sueños, con ambiciones, con el color radiante de lo que seduce y atrae fuertemente nuestra atención y nos hace claudicar, pero la muerte lo descubrirá todo: Nuestra miseria, nuestra suciedad, nuestra debilidad, nuestra efímera condición. Creímos que íbamos a ser eternos y nos gozábamos cada vez con el advenimiento de un año nuevo, que nos habla en forma expresiva de la fugacidad del tiempo y de la incontenible marcha de los días y de los años en su curva trágica de la vida a la muerte. Por eso al final de un año y al comienzo de otro, da lugar para que meditemos y ahondemos en lo que es el tiempo y la vida humana. No es el momento de cavilar con los filósofos, físicos o matemáticos para encontrar una definición precisa del tiempo que contenga su naturaleza misteriosa, y un signo que nos haga penetrar en su esencia misma.

Ya que estas formas de pensar son tan abstractas que venimos a quedarnos como al principio. Mejor pensemos en forma cristiana y religiosa y así podemos decir que el tiempo es un don y una responsabilidad. Un don que nos da Dios para poder disfrutar del universo y de su belleza, de la vida y sus bondades. Por el tiempo el hombre viene a la vida y también llega a la muerte, por el tiempo se llena uno de ilusiones y también de desilusiones, en fin el tiempo nos ayuda a disfrutar de la vida en sus diferentes etapas de niñez, adolescencia, juventud, madurez y ancianidad, cada etapa con sus propios encantos: Pero también el tiempo es una responsabilidad, porque durante el tiempo debemos labrarnos nuestro destino eterno, al que estamos finalmente llamados. Todo principio de año es un reto y un estímulo, para llenar y realizar la vocación específica de todo hombre. La reflexión sincera de lo que es el tiempo, nos hará trabajar por valores más duraderos, nos hará buscar aquellos ideales que no pueden sucumbir al paso del tiempo como son el bien, la justicia, el amor verdadero, que en resumidas cuentas no es sino el amor con mayúscula, el amor sobrenatural, el amor divino, que no está expuesto a los desgastes de un pobre calendario.

Así el fin o el principio del año, ya no podrá significar para nosotros otra cosa, que la certeza y el gozo entrañable, de saber que hemos avanzado otro tramo al encuentro del aquél amor que nos ha amado desde siempre y nos espera en una vida sin el deterioro y fugacidad del tiempo. Demos gracias a Dios, por el tiempo de vida que nos ha prestado. Porque la vida es el tesoro más valioso, que debemos apreciar y valorar; y darle el sentido y fin que Dios quiere. Que es que la sembremos de obras buenas, que nos hagan ricos a lo que vale para Dios. Lo vituperable, no es el deseo de vivir, sino el vivir, como no se debe vivir.
Por eso es necesario: Saber vivir. No hagamos de la vida un paraíso de deleite sensual, de sibaritismo y refinamiento de placer. Eso es jugar con ella y enterrarla porque no dará frutos para la vida eterna. ¡Que todos tengamos un Feliz Año Nuevo, porque lo sembraremos de obras que agraden al Divino Creador, que nos premiará por ellas, con la vida eterna, para la que fuimos creados! ¡Arriba y Adelante!