SONAMBULISMO

¿Sabías que hay una tremenda epidemia de sonambulismo? Probablemente no lo mencionen en las noticias, pero está sucediendo y es muy preocupante porque como los sonámbulos caminan, parece que están despiertos pero en realidad están dormidos y no tienen idea de lo que hacen, así que fácilmente pueden tropezar, caer en un agujero, lastimarse. Es algo muy grave y por ello es importantísimo evitar contagiarse. ¿Cómo lograrlo? Hay una manera, no cuesta ni un centavo y está al alcance de todos, pero lamentablemente no todo el mundo la aprovecha porque es un poquito difícil aplicarla. Consiste en no dormir. Y antes de que alguien proteste, alegando que una buena noche de sueño es indispensable para recuperar las fuerzas, cabe aclarar que no estoy sugiriendo que debamos mantenernos físicamente despiertos (lo cual sería no sólo imposible sino absurdo), sino espiritualmente despiertos. Sí, porque ese sonambulismo al que me he referido, no es del cuerpo, sino del alma, el cual resulta todavía peor, pues sus consecuencias pueden ser no sólo fatales sino eternas.
Tal vez por eso en el Evangelio que se proclama este Primer Domingo de Adviento (ver Mc 13, 33-37) Jesús nos pide que no nos durmamos sino velemos y estemos preparados, porque Él vendrá a nuestro encuentro y espera encontrarnos bien despiertos. Propone que seamos como un portero que se mantiene alerta porque no sabe si el dueño de la casa regresará al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o a la madrugada.
Los cuatro horarios que Jesús menciona son significativos por lo que sabemos sucedió en cada uno y lo que ello implica hoy para nosotros. 1. Al anochecer fue la traición de Judas, un discípulo que seguramente amaba a Jesús pero no quiso seguirlo, obedecerlo, amoldarse a Su voluntad; simulaba ser de los Suyos pero no lo era. Hoy muchos como él, aparentemente están dentro pero en realidad están fuera. Por ej. quienes se reconocen o se creen católicos pero no viven como lo exige la fe que dicen profesar. También hay algunos que se saben fuera pero aparentan estar dentro, por ej. miembros de sectas que usan lenguaje cristiano sólo para atraer a sus adeptos; mujeres que se autonombran católicas pero promueven el aborto; políticos que proponen un cristianismo sin Cristo. 2. A la medianoche los discípulos dejaron solo a Jesús. No quisieron presenciar Su agonía en el Huerto. Hoy muchos quisieran seguir a Jesús sólo por los milagros, quisieran buscar atajos a la Gloria sin pasar por la cruz. Se engañan pensando que pueden evadir el sufrimiento y/o desentenderse de los que sufren. 3. Al canto del gallo sucedió la negación de Pedro, uno que se sabía dentro pero aparentaba estar fuera. Como muchos que hoy se avergüenzan de su fe y no son capaces de vivirla o defenderla cuando es atacada. 4. A la madrugada los miembros del Sanedrín sentenciaron a muerte a Jesús sin haberlo realmente escuchado, motivados por sus prejuicios e intereses de poder. Son como los que hoy en día condenan doctrinas de la Iglesia que no conocen, llevados por lo que oyen decir a otros, malinformados por los medios de comunicación, influidos por un ambiente anticatólico.
Es interesante hacer notar que Jesús ha mencionado cuatro momentos de la noche en los que todo está negro. Es que cuando nos rodea la oscuridad es más fácil cabecear y sentir sueño. Y en un sentido espiritual, cuando nos encontramos sumidos en sombras (y ¡vaya que así está el mundo!), cuesta trabajo ver claro y es fácil confundirse, tomar lo bueno como malo y viceversa, caer en el sonambulismo espiritual, creerse muy despierto y en realidad estar durmiendo.
¿Cómo contrarrestar todo esto y lograr mantenernos alerta como nos lo pide Jesús? Apartándonos de la oscuridad que nos incita al sueño y dejándonos iluminar por el Señor, en Su Palabra, en la oración, en Misa, en la Confesión. Que en este Adviento no nos conformemos con encender las velas de la corona o llenar de foquitos el arbolito o la fachada de la casa, sino vayamos al encuentro de Aquel que es la Luz verdadera, la que nos ilumina y nos despierta y nos ayuda a ver, la única a la que no hay tiniebla que la pueda vencer.