Testimonio viviente de la historicidad de las apariciones de la Virgen de Guadalupe y de la existencia de San Juan Diego

Una de estas narraciones que actualmente se escucha y que recoge lo esencial y lo más hermoso del Evento Guadalupano, y en donde es llamado Juan Diego “uno de los nuestros”, la tenemos en Zozocolco, Veracruz, pueblecito perdido en las montañas entre Papantla y Poza Rica, a seis horas hacia la montaña, el padre Ismael Olmedo Casas, el doce de diciembre de 1995, tuvo la idea de preguntar a los fieles indígenas qué era lo que celebraban, antes de predicárselos él:

“–¡Buenos días, Grandes Jefes! Queremos que nos platiquen sobre la Virgen de Guadalupe. Hoy, en la fiesta de la Virgen de Guadalupe.

“–¡Señor Cura, Jefe servidor de las cosas santas, buenos días!

“–Te platico lo que hemos oído a los ancianos, nuestros abuelos: Hace muchas pascuas [fiestas] de San Miguel, hace casi mil cosechas [dos por año], hace casi 500 vuelos del Palo Volador [un vuelo cada año durante una fiesta], sucedió que allá en el centro de donde nos mandaban a nosotros, que éramos servidores del Emperador Gran Señor, que vestía fina manta y hermosos plumajes, y ofrecía por el pueblo al Dios Bueno lo que la tierra producía y la sangre de sus hijos para que el orden de la vida siguiera adelante, llegaron hombres de cabello de sol, que nosotros ya sabíamos de su llegada; pero no esperábamos esos malos tratos de su parte, porque los creíamos enviados de los Ángeles, y sólo trajeron mugre, enfermedad, destrucción, muerte y mentira: Nos hablaban de un Dios que amaba, pero ellos con su vida odiaban.

“–El pueblo ya estaba cansado, cuando en una obscura mañana de la media cosecha fuerte del café [mediados de diciembre], a uno de los nuestros le regaló Dios, Dios Espíritu Santo, un mensaje del cielo. Como lo dijera el Libro Grande de nuestros hermanos los mayas [el Popol Vuh]: El hombre se había portado mal, y el gran Dios mandaría a alguien para rehacer al hombre del maíz.

“–También el Libro Grande de los españoles [la Biblia] dice que después de que el hombre destruyó la armonía que había en el Universo, manifestado en el vuelo perfecto del Volador, merecía la vida sin felicidad, pero Dios prometió que alguien nacido de una de nuestra raza, Mujer, nos devolvería la sonrisa a nuestros rostros, nos quitaría el mecapal con la carga en la cuesta más pesada, y haríamos fiesta días enteros, sin acabarse [la Vida Eterna].

“–Apareció, así lo dicen los Jefes, en el Cerro del Anáhuac, una señal del mismo Cielo, a donde llega la manzana del Volador: Una Mujer con gran importancia, más que los mismos Emperadores, que, a pesar de ser mujer, su poderío es tal que se para frente al Sol, nuestro dador de vida, y pisa la Luna, que es nuestra guía en la lucha por la luz, y se viste con las Estrellas, que son las que rigen nuestra existencia y nos dicen cuándo debemos sembrar, doblar o cosechar.

“–Es importante esta Mujer, porque se para frente al Sol, pisa la Luna y se viste con las Estrellas, pero su rostro nos dice que hay alguien mayor que Ella, porque está inclinada en signo de respeto.

“–Nuestros mayores ofrecían corazones a Dios, para que hubiera armonía en la vida. Esta Mujer dice que, sin arrancarlos, le pongamos los nuestros entre sus manos, para que Ella los presente al verdadero Dios.

“–Los tres volcanes surgen de sus manos y en el pecho, aquellos que flanquean el Anáhuac y el que vio la llegada de nuestros dominadores, que para Ella tienen que ser tenidos y tenerlos como de una nueva raza, por eso su rostro no es ni de ellos ni de nosotros, sino de ambos. En su túnica se pinta todo el Valle del Anáhuac y centra la atención en el vientre de esta Mujer, que, con la alegría de la fiesta, danza, porque nos dará a su Hijo, para que con la armonía del Ángel que sostiene el cielo y la tierra [manto y túnica] se prolongue una vida nueva. Esto es lo que recibimos de nuestros ancianos, de nuestros abuelos, que nuestra vida no se acaba, sino que tiene un nuevo sentido, y como lo dice el Libro Grande de los españoles [la Biblia], que apareció una señal en el cielo, una Mujer vestida de Sol, con la Luna bajo sus pies y una corona de Estrellas, y está a punto de parir.

“–Esto es lo que hoy celebramos, Señor Cura: la llegada de esta señal de unidad, de armonía, de nueva vida.” [25]

Tomado de la Biografía del vidente de Nuestra Señora de Guadalupe, basada en el libro del postulador de la causa de Canonización del Beato Juan Diego Cuauhtlatoatzin, Mons. Dr. Eduardo Chávez.

† Felipe Padilla Cardona.