San Amon

Date: 
Lunes, Octubre 4, 2021

SE HA REPETIDO que San Amón fue el primero de los padres de Egipto qui estableció un monasterio en Nitria. Aunque tal afirmación no está probada, San Amón fue sin duda uno de los más famosos ermitaños del desierto. Después de la muerte de los padres de Amón, que eran muy ricos, su tío y otros parientes obligaron al joven a contraer matrimonio. Amón tenía entonces veintiocho años. Leyendo a su esposa las alabanzas que hace San Pablo, del estado de virginidad, logró persuadirla de que viviese con él en perpetua continenci) durante dieciocho años. Amón se mortificaba severamente a fin de prepararse a las austeridades de la vida del desierto. Pasaba el día entero entregado al trabajo en un extenso huerto de árboles de bálsamo; cenaba con su esposa algunas yerbas y frutos y después se retiraba a orar gran parte de la noche. Cuando murieron su tío y los otros parientes que tenían interés en que se quedase en el mundo, Amón, con el consentimiento de su esposa, se retiró al desierto de Nitria. Esta reunió en su casa una comunidad de mujeres devotas, y San Amón iba cada seis meses a dirigirlas en el camino de la vida espiritual.

Nitria, que se llama actualmente Wady Natrun, está situada a unos ciento diez kilómetros al sudeste de Alejandría. Alguien ha descrito así ese sitio: "Es un pantano malsano y cubierto de yerbas, infestado de reptiles y de insectos venenosos. Existen oasis buenos y malos; el oasis pantanoso de Nitria recibió ese nombre porque sus aguas son saladas. Los ermitaños lo eligieron porque era aun peor que el desierto." Paladjo, que visitó Nitria cincuenta años después de San Amón, escribe:

"En la montaña habitan unos cinco mil hombres que llevan vidas muy diferentes. Cada uno lleva la vida que le permiten sus fuerzas y le aconsejan sus deseos, de suerte que unos habitan en comunidad y otros total- mente aislados. En la montaña hay siete panaderías para alimentar a los cinco mil habitantes y a los seiscientos anacoretas del desierto. Existe en la montaña de Nitria una gran iglesia, junto a la cual se yerguen tres palmeras. De cada palmera cuelga un látigo. Uno está destinado para los anacoretas que cometen alguna falta; otro para los bandoleros, si acaso se presentan algunos, y el tercero para los peregrinos. Todos los que cometen alguna falta que merezca latigazos son atados a la palmera, reciben el número de golpes prescrito y después se les deja en libertad. Junto a la iglesia hay un albergue en el qué se alojan los peregrinos todo el tiempo que quieren, aunque permanezcan dos o tres años. Los peregrinos, después de pasar una semana en reposo, están obligados a trabajar en el huerto, en la panadería o en la cocina. Cuando el peregrino es un personaje importante, puede dedicarse a leer, pero no tiene derecho a dirigir la palabra a nadie fuera de las horas prescritas. Hay en la montaña algunos médicos y costureros. Todos pueden tomar vino y hay sitios en que se vende. Todos trabajan en la manufactura del lino, de suerte que todos ganan lo que comen. A la hora de nona se eleva de todas las celdas el canto de los salmos y al oírlo se creería estar en el paraíso. Los oficios sólo se celebran en la iglesia los sábados y domingos. Ocho sacerdotes se ocupan del cuidado de la iglesia. Mientras vive el sacerdote más anciano, ningún otro celebra los oficios, ni predica, ni da órdenes, sino que todos asisten al más anciano." ("Historia Lausiaca").

Así vivían los monjes y anacoretas que, según la expresión de San Ata- nasio, "se apartaban de sus parientes y amigos para vivir como ciudadanos del cielo".

Los primeros discípulos de San Amón vivían en celdas separadas, hasta que San Antonio el Grande les aconsejó que se reuniesen bajo la dirección de un superior prudente. Pero aun entonces el monasterio no pasaba de ser una especie de colonia de celdas independientes. El propio San Antonio escogió el sitio pura su grupo de. monjes. San Amón y San Antonio solían visitarse mutuamente. San Amón vivía en la mayor austeridad. Cuando llegó al desierto, acostumbraba comer a pan y agua una sola vez al día; al fin de su vida, sólo comía cada tres o cuatro días. Entre los muchos milagros que obró, San Atanasio cita uno en su "Vida de San Antonio". En cierta ocasión en que San Amón se disponía a cruzar el río en compañía de su discípulo, Teodoro, encontró que las aguas estaban muy crecidas. Su discípulo se retiró un poco para desnudarse. Pero San Amón sentía siempre repugnancia a desnudarse para cruzar el río, aun cuando estuviese solo y no se decidía a despojarse de sus vestidos. Súbitamente fue transportado en forma milagrosa a la otra orilla. Cuando Teodoro llegó a su vez y vio que su maestro no estaba mojado, le pre- guntó lo que había sucedido y San Amón no tuvo más, remedio que confesar el milagro, aunque le obligó a prometer que no lo diría a nadie sino hasta después de su muerte. San Amón murió a los sesenta y dos años. San Antonio, que se hallaba entonces a trece días de distancia, supo que su amigo había muerto, porque tuvo una visión en la que presenció el ascenso de su alma al cielo.

Alban Butler - Vida de los Santos