EN LA ADOLESCENCIA: EMPIEZA A DESPERTAR EL VALOR HUMANO DE LA VIDA AFECTIVA Y SUS CONSECUENCIAS.

Por eso Papá y Mamá prepárense con paciencia y comprensión, porque la inocencia angelical de la infancia y niñez, de las flores del jardín familiar, que en otro tiempo los alegró, se está acabando y las flores se están convirtiendo en ramas del árbol familiar. Y ustedes van a vivir otro tipo de conducta y actitudes.

​Toda edad del ser humano es importante. La edad infantil, llena de inocencia angelical, que se acaba cuando se llega a la adolescencia. Edad en la que ni se es niño, ni adulto; entre los doce y dieciocho años. El hijo niño de ayer, con corazón, con inteligencia y voluntad de niño, le ha llegado la hora en la que la vida va a vibrar con ritmo acelerado y empieza una fuerte marejada en todo su ser, de sentimientos, de sensaciones, de sueños y deseos. Es el corazón que despierta. Porque la adolescencia es la primavera de la vida; tiene sus riquezas, sus promesas y sus rudezas; sus flores y tempestades. Se empieza a vivir la inestabilidad y el desequilibrio. Ya no se disfruta de la feliz despreocupación de la niñez, dentro de las fronteras familiares; hoy el hijo está inquieto, tiene aspiraciones y deseos confusos, quiere cosas que no sabe valorar, porque todavía no tiene la ponderación y reflexión del adulto. En esa edad el hijo se detiene con mucha complacencia ante el murmullo de sus propios deseos. Y los límites y ambiente familiar no le son suficientes. Necesita y quiere amigos y sale a buscarlos. En su cuerpo físico siente unas fuerzas nuevas, hasta entonces desconocidas. La vida afectiva está despertando y siente deseos, que en la edad de la niñez, no los sentía. La adolescencia es un tiempo maravilloso de la vida humana. Porque es la edad de los grandes descubrimientos, en lo físico y espiritual. Siente el murmullo confuso de su propia vida interior, desbordante y sin fin, estremecida de posibilidades y de promesas. Es la edad del entusiasmo y del deseo, hacia todos los horizontes; de la amistad, de las aventuras y demás. En esta edad de la adolescencia hay una inquietud alegre, una esperanza y una promesa. Suspiros profundos y alargados, hinchan su interior y la vida empieza a abrirse como un capullo y se quiere salir. Pero momento peligroso y conflictivo. Es una edad difícil y desazonada, y para los papás una etapa especialmente muy espinosa y desconcertante. Porque en la mayoría de los casos, no se comprende al hijo; y se muestran estupefactos, tristes y enojados, porque se sienten como vejados, por el espíritu de independencia, sus durezas, sus intransigencias, su fogosidad, sus extravagancias, sus brusquedades y demás, de sus hijos adolescentes. Pero en este periodo de la vida y formación del hijo, la intervención educadora es muy necesaria aunque difícil. Por eso importa tener comprensión al hijo adolescente y saber elegir los medios necesarios y oportunos, para ayudarlo a formar su personalidad que está en desarrollo y que sea un elemento de calidad social. No olviden padres de familia, que el hijo es un regalo de Dios, para alegrar la vida matrimonial y familiar. Y deben admirar esta obra divina y todas esas fuerzas nuevas que están empezando a brotar y vibrar en el adolescente, y han sido dispuestas providencialmente para que cumpla las misiones que le esperan en la vida. Mejor es admirar este regalo divino, admiren su complexión física, que hacia los catorce años se manifiesta un nuevo avance en su crecimiento. Según la ciencia biológica desaparecen las diáfisis y entran en actividad las epífisis y la hipófisis sustituye a la tiroides, estimulando el crecimiento en todos los tejidos, etc. Esto en el aspecto físico. En su fisonomía moral, en esa edad hay complejidad, como ya vimos que su fuego y su alegría, le van descubriendo otros mundos, en su modo de pensar y de actuar, por eso hay que comprenderlo y descubrir el método más eficaz, para ayudarlo, orientarlo y corregirlo, lo mejor posible. En la adolescencia las llamadas más contradictorias resuenan dentro de él: orgullo, generosidad, independencia; mucho lodo, en el que hay mezcla de: coraje, audacia con cobardía; ardor en el trabajo con gran pereza. Parece inocente como un ángel y orgulloso como un príncipe; valiente como un héroe y vanidoso como un pavo real. Pero por ardiente que sea esta cascada de actitudes, al adolescente le falta, el contacto con la realidad y la vida. Ya empieza a experimentar la necesidad de actuar. Aspira a desplegar sus fuerzas físicas y sus energías morales. Los músculos se fortalecen y el corazón se ensancha y se quiere dirigir en forma caprichosa y firme hacia el fin que desea. Empieza la exuberancia de la vida y los papás deben estar bien preparados, para ayudar a los hijos de esta edad, a que caminen con rectitud física y moral. Porque el corazón, que es un bosque de sentimientos empieza a despertar y ofrece hospedaje al dios del placer sensual. Sentimientos que de niño, no le preocupaban. En esa edad también tuvo alegrías, tristezas, ternuras, bondad, generosidad, terquedad, cólera, etc.; pero todo esto pasaba con ligereza, sin preocupar, ni reflexionar. Todas estas actitudes se viven en la niñez con ingenuidad y sencillez y a veces con el candor de un niño enfadado.

​Pero en la edad de la adolescencia todo empieza a cambiar. El mundo interior del adolescente es un rumor continuo. Tiene ruidos clamorosos, mugidos y bramidos, como olas encabritadas, que chocan con los obstáculos que se encuentran en el camino de la vida. El adolescente no es niño, ni adulto, apenas va en camino de serlo. Pero le falta equilibrio y armonía. Es pura inestabilidad, incoherencia e inadaptación. En su modo de pensar hay antagonismo, y en su voluntad agitación de múltiples deseos, mudables. La vida afectiva que empieza a desarrollarse, es víctima de fluctuaciones desconcertantes. A veces tiene alegría exuberante y de repente se hunde en el miedo. A veces acepta los consejos y a veces contradice y rechaza a los que les ofrecen su experiencia y su ciencia. A veces es entusiasta y noble, a veces presa de egoísmo, y desprecio y ofende al derecho del prójimo. Busca la sociedad y aspira a la soledad. A veces tiene una sensibilidad delicada, que de repente se cambia en apatía y en crueldad. Todo es movible e inestable en la edad de la adolescencia. Es todo una madeja de sentimientos, que fácilmente se desordena y se revuelve. Porque es la cenicienta de las etapas de la vida. No es una infancia que se acaba, ni un embrión de la edad adulta. Sino una etapa de la vida con su ser y sus características propias; una realidad total y compleja. Los padres de familia y demás educadores deben ser y estar conscientes, de la importancia que tiene esta edad de la vida y estar bien preparados, para ayudar al hijo, a afrontar y superar, los numerosos obstáculos negativos del ambiente familiar y social en el que viven, que son un riesgo de que se haga trizas su anhelo y les arrebate todo ideal noble. Todos los adelantos técnicos y científicos, como todo lo humano tienen cosas muy positivas, muy buenas; pero también tienen cosas negativas, muy malas que pueden influir mucho en cualquier edad humana; pero sobre todo en la adolescencia. Que pueden producir: fracaso escolar, inadaptación social, violencia, delincuencia, desviaciones sexuales, drogadicción, huida fuera del hogar y demás problemas sociales que vivimos. Todas estas actitudes tan complejas, hacen la labor de la educación de los padres de familia y demás educadores, delicada y ardua. Porque encontrarán con frecuencia la oposición de los hijos sobre todo de los adolescentes, a ser ayudados. El adolescente es un rebelde, que se siente orgulloso de su naciente energía y quiere aprender a volar con sus propias alas. Quiere autonomía, que los papás deben favorecer. Porque el ser humano, debe actuar por iniciativa y con responsabilidad propias. Y aquí radica la dificultad mayor para los papás en la educación de los hijos adolescentes. Se debe favorecer la autonomía y promoverla, pero que sea por el camino correcto. Ya no deben tratar al hijo, con el mismo rigor de la infancia, ya se debe atenuar la vigilancia, se le deben dar permisos más amplios, demostrarle más confianza, darle más margen de actividad.

​En síntesis: Que disfrute de su libertad, pero bien orientada. Y aquí radica la dificultad mayor para papá y mamá, en la educación de los hijos adolescentes. Esta es la cruz de la paternidad. Tengan presente, padres de familia, que lo que les ayuda en esta ardua tarea, es una recta formación moral. Y para esto se requiere haber llevado y llevar una sincera y fiel vida cristiana y religiosa. Que desde la edad infantil el hijo haya vivido su vida de fe, recibida en su bautismo y que debe ser cultivada por los papás y padrinos. Si no se cultiva lo sembrado, en este caso la fe, no habrá frutos religiosos de fe. La doctrina del Divino Creador y Maestro en sus mandamientos y enseñanzas, pide al ser humano, ser respetuoso y obediente a sus progenitores.

¡La Educación Sexual!

​El cuerpo humano, es el vestido del alma, es templo de Dios. No es malo y en él no hay nada vergonzoso, aunque se sientan sobre todo en la adolescencia y en la juventud, con más fuerza los pinchazos de la pasión que empujan a la satisfacción de los deseos de la carne. Por eso es necesario una buena educación de los hijos, en este aspecto y desde cierta edad enseñarles a ver su cuerpo como templo vivo del Espíritu Santo y por lo mismo deben mirarlo en todas sus partes, en este caso los órganos sexuales, con respeto y placer; porque son buenos, honestos, naturales, con una función específica, noble y santificante como es colaborar con Dios en la transmisión de la vida humana; a su debido tiempo. Que es cuando se viva el Sacramento del matrimonio, que tiene su origen en un amor verdadero y en las alas del mismo, la vida íntima conyugal es remontada a su máxima expresión y hace florecer una sexualidad virtuosa y santificante. Es muy necesaria e importante una buena educación sexual de los hijos sobre todo en la adolescencia y juventud. Estamos viviendo una cultura penetrantemente sexualizada. Medios de comunicación, revistas, películas, Internet, celulares y demás, aprovechan todas las oportunidades, para concentrar la atención pública, sobre todo de esas edades para concentrar la atención en la sexualidad en forma deshonesta y degradante. Se trata de sexualidad como una mercancía cualquiera. Y la escasa madurez de la personalidad agrava el problema, en la adolescencia y juventud, porque empieza a sentirse y crecer, la atracción sexual, hacia otras personas. Sentimiento natural puesto por el Divino Creador, para ayudarle a la transmisión de la vida humana. Lo que importa es que a esta atracción humana, fuerte y poderosa, se le dé el enfoque y finalidad correctos. Hay que ayudar a todo ser humano, pero sobre todo a los adolescentes y jóvenes, a que con delicadeza y limpieza de corazón, vivan y lleven a cabo la finalidad del sexo y la sepan sublimar. Porque el amor conyugal, es sano, limpio, honesto y bello, que hace a los matrimonios felices.

El tema es amplio y profundo, pero después continuaremos. Por lo pronto: ¡Arriba y adelante!