¡FIESTAS PATRIAS! ¡VIVA MEXICO! ¡VIVA!

Palabras que ayudados por aparatos electrónicos, se oirán a todo volumen por todo el territorio mexicano. Iniciando por el Palacio Nacional ubicado en la Capital del país; hasta la última comisaría y de delegación de policía. Estamos viviendo gracias a Dios una vez más, el mes de Septiembre en la que celebramos el nacimiento de la libertad nacional. Fechas teñidas de rojo vivo, por la sangre de los héroes, ejemplos vivos de verdaderos patriotas, que supieron juntar las palabras y la acción a favor de la patria. Recordamos la encomiable labor de Hidalgo, Morelos, Allende, Aldama y toda una constelación de figuras titánicas que extendieron sus brazos y lucharon por la independencia de México.

Estaban seguros de la mayoría de edad de nuestro país, y por lo mismo había llegado la hora de liberarlo de la dominación española. Con decisión y generosidad, pero sin preparación se lanzan a la conquista de un derecho nacional usurpado. Se lucha y se muere. Más de diez años de sudor y de sangre; de heroísmo y crueldades; pero al fin la victoria.

¡México no será más vasallo de España! Motivo muy justo, para que anualmente celebremos jubilosos esa herencia que nos dejaron nuestros antepasados. Somos simples usufructuarios de esa libertad y grandeza que nuestros héroes conquistaron con su sangre. Su obra permanece viva en los auténticos y agradecidos mexicanos. Pero esta gratitud, nos urge amar a la patria; amor que debe ser manifestado, no solo con gritos: ¡Viva México!, sino con obras. Amar a la Patria es un deber de todo ciudadano, como para un hijo amar a su familia.

La patria es una familia grande. Pero la patria no la forman únicamente valles y montañas, volcanes y ríos; sino la historia del pasado de nuestra raza. Es el recuerdo enternecedor de nuestra propia existencia, nacida en su seno. México es la tierra bendita donde Dios colocó nuestra cuna.

Es el centro viviente al que nos atan todos nuestros recuerdos, nuestros intereses, nuestras esperanzas. Sin patria el hombre no es más que un simple nómada errante, sin raíces, que un su largo o corto peregrinar deja regados todos sus recuerdos, sin tener un relicario donde guardarlos como es la patria.

El amor a la patria ocupa uno de los primeros lugares, en el corazón del ser humano y es uno de sus principales deberes. El ciudadano de calidad verdadera, ama a la patria con el más valiente e indestructible amor; manifestando no con gritos, sino con obras. Trabajando siempre por el bien común de los ciudadanos. Gritar: ¡Viva México! No basta para tener una garantía de que se ama a la patria. Las palabras sin obras, carecen de valor y muchas veces las obras no son las indicadas para engrandecer a México.

Ciertamente se debe trabajar, por la prosperidad material, pero también es cierto que el simple crecimiento económico, no es suficiente para calificar de grande a una nación. El auténtico desarrollo, que es base de grandeza y bienestar social, es una recta jerarquización de valores y un desarrollo integral del hombre. No se debe olvidad que los recursos económicos que son necesarios para el desenvolvimiento de las personas y el desarrollo de las naciones, son un medio y no un fin.

Si se les convierte en fin, se transforman en obstáculo para el desarrollo auténtico y armónico del ciudadano. El verdadero patriota no se esfuerza sólo por embellecer con fuentes y demás decoraciones a la ciudad, sino que lucha por los grandes sectores de mexicanos, que permanecen en la marginación, que viven en la miseria, en la ignorancia y demás situaciones sociales deprimentes, degradantes y conflictivas, que se conocen a nivel nacional.

Nunca se llega a un completo desarrollo como nación, mientras exista un subdesarrollo moral, en todos los ciudadanos. El verdadero patriota no es el que grita: “Viva México” o participa en el desfile en forma oficial. Sino el que respeta los derechos ajenos, la santidad del matrimonio, que no acepta el divorcio ni el aborto, ni la eutanasia. El verdadero patriota no es el demagogo que grita y gesticula sofísticamente ante las masas amorfas prometiendo cosas que no va a cumplir; sino aquel líder que no elude las exigencias y responsabilidades del puesto que ocupa.

La autoridad civil que respeta las exigencias de la verdadera religión y sus normas morales. El verdadero jefe y patriota busca servir a los ciudadanos y trabajar por el bien común y dar hasta la vida, a favor de la patria.

Es urgente que ese mar de fango, de corrupción que tiene en jaque al país, sea detenido y que su furioso oleaje no ahogue la paz y el bienestar del país.

Luchemos todos por un México libre, lo mejor que se pueda, de situaciones sociales conflictivas agobiantes, que quitan la paz social que debe de haber. El grito de libertad sigue resonando con más fuerza y vehemencia en la época actual. Se manifiesta claramente en el hombre de hoy, desde muy temprana edad. Porque la libertad es una propiedad esencial del ser humano, pertenece a lo más nuclear del ser persona, está unida a la plenitud humana y por lo mismo siente un deseo acuciante de libertad, porque a través de ella realizará el hombre su propio destino.

Por lo mismo no puede abdicar de ella. Pero la libertad no es un “don”, sino una “conquista” y obligación, que la misma autoridad Divina quiere, para que las obras humanas tengan valor y mérito. Pero por las prisas humanas se confunde con el libertinaje, con el antojo y con el capricho; y por lo mismo en todas las edades humanas se comentes errores.

También debemos tener presente, que la libertad no es sólo física. Hay una más elevada y más importante, que es la libertad moral. Esta incluye, la exigencia de una riqueza interior, que nos ayuda a sostenernos de pie, con firmeza calcárea y no permitir jamás ser esclavos, ni llevar atado el yugo del mundanismo, o sea, de las superficialidades de la civilización en la que se vive. La verdadera y medular libertad, es aquella que nos da la verdad y nos ayuda a mandar y controlar en nuestros gustos e inclinaciones; a obrar con una conciencia recta, verdadera y delicada; que nos ayuda a seguir la línea recta, aunque sintamos golpes a babor o estribor y realizar nuestra vida, sin dejarnos enmadejar, por las opiniones ajenas o por criterios mundanos. Esta clase de libertad es más difícil de conquistar y obtener que la que conquistaron los héroes de la independencia.

Sin la verdadera libertad personal, los compromisos de ciudadano serán un mito o una farsa. Seguirá habiendo problemas sociales. ¡Que Viva México! El mensaje divino evangélico, dado por la suprema autoridad divina. ¡Cristo Rey del Universo! Normas y leyes divinas cien por ciento políticas que nos piden impregnar de amor auténtico nuestra vida, que nos lleva a no hacer daño al prójimo y tratarlo como a nosotros mismos. Ley moral que no es un límite para la libertad humana, sino una ayuda para hacer el bien y no el mal.

Amor que sólo piensa en la persona amada, en su bien y en sus gustos y se entrega a su servicio, sin esperar recompensa. El amor evangélico todo lo vence, al odio, a la violencia, a la guerra, al egoísmo y demás.

Es la palmera de la paz, el oasis en los desiertos del dolor. Este amor pedido por ¡Cristo Rey! Une a todos los seres humanos como hermanos. Este amor acaba con las guerras, el subdesarrollo, la marginación y demás situaciones humanas negativas. Este amor: armoniza e ilumina las relaciones humanas y siempre habrá en ellas, una perenne primavera social. ¡Que Viva México! Este amor cristiano, evangélico que nos lleva a no hacer el mal, sino el bien; para tener una convivencia social de calidad. ¡Arriba y adelante! ¡Viva México! ¡Viva!