EN LA ACTIVIDAD SEXUAL DEBE ESTAR SOBRE EL INSTINTO: LA SABIDURIA Y EL AMOR.

​Juzgo que no es difícil aceptar, que el hombre, no sólo es carne y que la vida no se llena única y exclusivamente con satisfacciones sensoriales, sino que hay valores espirituales ya que tenemos una vocación de eternidad. De no pensar así, vivimos en un pesimismo infecundo y en forma equivocada. Sin despreciar al cuerpo, ni hacer de él un ídolo, hay que reconocer los vestigios que la Encarnación Divina dejó en él. El hombre padece de un desequilibrio original, secuencia del rompimiento de la alianza hecha entre Dios y el primer padre del género humano. Desde entonces llevamos incrustada esa amarga lucha por recobrar el equilibrio perdido, y si no estamos atentos, vigilantes y dispuestos al ascetismo, caeremos derrotados por los bajos instintos, que reclaman siempre insaciables su presa con pasión. Consecuencia del primer pecado es el rompimiento de la subordinación armónica, de las facultades cognoscitivas, sobre las operativas, y hay en el hombre una huella de flaqueza en su voluntad, es por esto, por lo que el hombre tiene “instintos cavernarios” y no por ser producto de la civilización occidental. Ya que los puntos cardinales no tienen que ver nada en el desequilibrio pasional. El que sea uno de Occidente u Oriente; del Septentrión o Mediodía, no es razón para calificarlo de “cavernario”. Sino simple y sencillamente porque se es hombre “lapso” o sea caído y en ésta situación se tiene menos facilidad para el bien moral y una mayor propensión para el mal.
 
​Las épocas son como son. Y no son las épocas las que hacen al hombre, sino el hombre a las épocas. Vivimos en una época intelectualizante y de matiz racionalista; y el hombre de hoy ha perdido el recuerdo de una existencia sobrenatural y metafísica. Las costumbres, doctrinas e ideales, han perdido su estabilidad y el hombre se ha extraviado en un falso estilo de vida en una civilización materialista desprovista de contrapesos espirituales. Dentro de ésta crisis de costumbres que agita al mundo encontramos entre un sin fin de anomalías y la que se refiere al campo de la sexualidad. Esta ha sido relegada al mundo impersonal cuantitativo y mecanicista de los objetos. Se le ha despojado de lo específicamente humano y se le considera únicamente en el plan zoológico, anulando así la personalidad humana y la imagen divina que hay en el hombre; ya que lo pone al mismo nivel de bajeza, al de los brutos e irracionales.
 
​La Omnipotencia y sabiduría infinitas pudieron haber resuelto de muchas y diversas maneras el problema de la propagación de la especie humana. Sin embargo prefirió compartir con los seres humanos su poder creador y así el hombre y la mujer son cooperadores de Dios en la tarea de traer a la vida a nuevos seres de su misma especie. Por lo tanto; la facultad sexual humana es un don Santo y Sagrado y no algo degradante. Por ésta participación humana en el Divino poder creador, queda el hombre situado en un nivel especial, distinto del de las demás criaturas. El acto conyugal es muy superior desde cualquier punto de vista al acoplamiento de los animales irracionales que se guían únicamente por el instinto del cual no pueden librarse y cuyo único fin es el de la fecundación. En cambio el acto sexual humano aunque esté impulsado por el dinamismo del instinto; debe ser dirigido por la razón y está encuadrado dentro del marco de la libertad. Y su realización no tiene como única y exclusiva finalidad la generación, sino una mayor expansión del amor, en la que se demuestra al cónyuge que se le ama por si mismo y no solo a causa de otro. El hombre y el animal sienten hambre, y los dos tratan de saciar esa necesidad, pero de diferente manera. El hombre y el irracional sienten necesidades fisiológicas pero el modo de satisfacerlas es diferente; la vaca se abre de patas, la perra medio que se inclina y el perro levanta la pata donde mejor se le antoja, no así el hombre que busca proteger su decencia y dignidad. No hay que olvidar que si tenemos libertad para regular nuestra sensibilidad, no la tenemos para dejar de experimentar sus movimientos, mientras haya vida en el hombre tendrá éste, movimientos interiores y exteriores, excesivamente variables por su profundidad, según la diferencia del temperamento. Así pues, aunque no tengamos libertad en sentir o dejar de sentir esos impulsos naturales, si tenemos la facilidad o dificultad en contrariar la pasión. Esto requiere una mayor explicación psicológica, para la que ahora no hay lugar.
 
​Debemos también aclarar, que las relaciones sexuales tenidas dentro de un matrimonio legítimamente constituido, en ningún momento se les puede llamar “fornicación”. La fornicación se da con el uso de las facultades sexuales genitales fuera del matrimonio legítimo; si los que se unen sexualmente son solteros será fornicación, si hay de por medio el vínculo del matrimonio recibe el nombre de “adulterio”. Los esposos cristianos realizando sus actos conyugales lejos de pecar se santifican. Tampoco es correcto aceptar que porque el instinto sexual sea natural  necesariamente tengamos que doblegarnos a él. Ya está aclarado que el hombre es un ser inteligente y libre y puede realizar o no sus impulsos pasionales.
 
​Urge una recta formación moral de los valores humanos en todos aspectos, pero en forma especial sobre este tema por las noticias de lo que está sucediendo en este valor humano, desde la temprana edad, de la niñez y de la adolescencia, a los que se les está, recomendando y dando el -condón- . Todos los educadores debemos tener consciencia, que la sexualidad no es una mercancía, sino un valor humano. Y se debe saber que la insuficiente madurez de la persona, como es el adolescente favorece y agrava, la dificultad, para saber encontrar la correcta integración de los naturales impulsos sexuales, que toda persona humana tiene y que empiezan a aparecer en la edad de la adolescencia. La convivencia de adolescentes y jóvenes de ambos sexos, en diferentes lugares y momentos, realidad que es inevitable, favorece el deseo sexual. Realidad que es normal, lo que urge es no limitarse a prohibiciones, sino a formar una actitud moral positiva sobre este valor humano dado por el Divino Creador y arquitecto que diseñó el cuerpo humano como lo tenemos, de una valiosa pulcritud. Los educadores a los que les incumbe la formación moral de los niños y demás, deben tener presente que desde la edad de los -10- años, es necesario darle a la persona humana una enseñanza adecuada de su sexualidad, no solamente biológica, sino moral, para que haya un recto uso de este valor biológico y moral, que es un don de Dios, y así poco a poco ir profundizando acorde a la edad de la persona, en el uso correcto de la sexualidad. Y hacerlo con claridad y dignidad. Para que la vida sexual se realice, no por simple deseo, sino por amor. ¡El papá que hable a los hijos y la mamá a las hijas, con claridad, sobre este valor humano! En la escuela, aunque sea “Laica” también se debe formar a los alumnos en Valores morales y junto con lo científico en la explicación biológica del cuerpo humano y de sus partes; se les debe dar a los alumnos, una explicación moral –Ética- de la sexualidad. Y no darles o recomendarles: ¡El condón! Escuela “Laica” no quiere decir: ¡Inmoral! –Sin moral- ¡Reflexionemos!