de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas
1 Julio
Génesis 21, 5. 8-20: “El hijo de esa esclava no compartirá la herencia con mi hijo Isaac”, Salmo 33: “El Señor escucha el clamor de los pobres”, San Mateo 8, 28-34: “¿Acaso has venido hasta aquí para atormentarnos antes del tiempo señalado?”
¿Qué has pensado tú, al escuchar este milagro? ¿Cómo te sientes al colocarte en el lugar de los personajes que aparecen? ¿Cómo actuarías? El Evangelio es para vivirlo hoy, en nuestras circunstancias.
Me cuestiona e impresiona mucho el final de esta narración. Toda la gente salió de la ciudad y le suplicaron a Jesús que se fuera de su territorio. Todo lo contrario a lo que normalmente hacen los necesitados. Solamente los escribas y fariseos, o las autoridades, le negaban a Jesús la oportunidad de escucharlo y cuestionaban su palabra. Pero que un pueblo no quiera escucharlo es realmente sorprendente. Ya llama la atención que en el inicio de este pasaje los dos endemoniados, pidan a Jesús que no se les acerque. Así tenemos uno de esos raros pasajes que la presencia de Jesús es incómoda y causa malestar.
Se ha afirmado muchas veces que la verdadera razón de los gadarenos para negar el acceso a Jesús es que habían perdido sus cerdos y estarían mirando más por sus intereses económicos que por el bienestar de la persona. Y entonces es muy comprensible su reacción. Cuando se trata de dinero se pierde la amistad. Cuando se trata de dinero se olvidan hasta los parentescos o los derechos humanos. La ambición ha corroído el corazón humano y caemos fácilmente en sus garras.
Ya los profetas denunciaban el apego al dinero como una terrible idolatría y el Papa Francisco nos pone en alerta sobre el dinero como cadena y obstáculo para acercarnos a Jesús. El Señor detesta los sacrificios y las fiestas cuando no hay justicia. Si los tribunales se venden, si se oprime al pobre, no puede haber verdadero sacrificio. Por desgracia entre nosotros, a todos los niveles, es muy común que el dinero corrompa las conciencias.
El verdadero problema del narcotráfico es que proporciona mucho dinero a los traficantes y entonces se olvida el mal que están causando. Igual que a los gadarenos les importa más su negocio que pervertir creaturas pequeñas, que socavar bienestar de las familias, que destruir vidas. Pero también a nivel de cualquier persona, tendremos que estar atentos si ponemos obstáculos al encuentro con Jesús porque lastima nuestros intereses o porque preferimos mirar nuestros negocios antes que a Jesús.