de Eugenio Andrés Lira Rugarcía
Obispo Auxiliar de Puebla y Secretario General de la CEM
Artículo publicado en La Razón
Con justa razón, miles de usuarios de redes sociales y activistas han expresado su indignación ante la absurda crueldad contra animales, exhibida por algunos torturadores en videos viralizados en el ciberespacio. Lamentablemente, este no es un caso aislado; el maltrato animal, en sus diversas modalidades, se ha venido extendiendo desde hace muchos años, convirtiéndose en un alarmante problema social.
Además de lo reprobable que resulta en sí misma la crueldad hacia los animales, muchos investigadores, como Ascione, Faver y Strand, Simmons y Lehmann, Deviney, Dickert y Lockwood, han evidenciado la relación que existe entre este abuso innecesario y la violencia hacia los seres humanos, particularmente contra mujeres, niños y ancianos, como lo sucedido recientemente en el caso del incendio presuntamente provocado en un asilo. Así mismo, diversos estudios concluyen que los niños que han sido expuestos a violencia doméstica son más propensos a ser crueles con los animales.
La violencia, independientemente de ciertos factores biológicos, es una conducta que se aprende, y que, como describe la Organización Mundial de la Salud, es originada por diversos factores, como la historia personal, los trastornos psíquicos o de personalidad, el maltrato, la falta de afecto y de vínculos emocionales, la pertenencia a una familia disfuncional, las malas amistades, el consumo de drogas y alcohol, y la influencia de normas sociales que la alientan o la inhiben.
Frente a esta realidad, resulta urgente que cada uno contribuyamos a fortalecer a la familia y a la construcción de una sociedad en la que se reconozca, respete, promueva y defienda la vida, la dignidad, los derechos y los deberes de toda persona, así como la conciencia de que todos estamos llamados por el Creador a cultivar y custodiar la tierra (cfr. Gn 2,15).
“Cultivar y custodiar –comenta el Papa– quiere decir hacer crecer el mundo con responsabilidad, transformarlo para que sea un lugar habitable para todos”. Para ello, debemos comprender que, como enseña el Catecismo de la Iglesia Católica, Dios confió los animales a la administración del que fue creado por él a su imagen; esos animales que con su sola existencia dan gloria al Creador, por lo que es contrario a la dignidad humana hacerlos sufrir inútilmente y gastar sin necesidad sus vidas.
De ahí la invitación de Francisco en su Encíclica Laudato Si´, a desarrollar una ecología integral, como modelo de justicia; una ecología que ponga al ser humano en el lugar que le corresponde, y que sea capaz de articular las relaciones fundamentales de la persona: con Dios, consigo misma, con los demás seres humanos y con la creación.
Asumamos esta responsabilidad, conscientes del impacto positivo que esto tiene para nosotros y para los demás, en el presente y de cara al futuro. Sólo así podremos vivir y desarrollarnos con inteligencia, libertad y dignidad, valorando y respetando a todas las personas y demás seres. Porque como confesaba san Agustín al Creador: “No hay cordura en quienes sienten disgusto por alguna de tus criaturas”.