I. Contemplamos la Palabra
Lectura del libro del Génesis 28, 12- 22
En aquellos días, Jacob salió de Berseba en dirección a Jarán. Casualmente llegó a un lugar y se quedó allí a pernoctar, porque ya se había puesto el sol. Cogió de allí mismo una piedra, se la colocó a guisa de almohada y se echó a dormir en aquel lugar. Y tuvo un sueño: Una escalinata apoyada en la tierra con la cima tocaba el cielo. Ángeles de Dios subían y bajaban por ella.
El Señor estaba en pie sobre ella y dijo: «Yo soy el Señor, el Dios de tu padre Abrahán y el Dios de Isaac. La tierra sobre la que estás acostado, te la daré a ti y a tu descendencia. Tu descendencia se multiplicará como el polvo de la tierra, y ocuparás el oriente y el occidente, el norte y el sur; y todas las naciones del mundo se llamarán benditas por causa tuya y de tu descendencia. Yo estoy contigo; yo te guardaré dondequiera que vayas, y te volveré a esta tierra y no te abandonaré hasta que cumpla lo que he prometido.»
Cuando Jacob despertó, dijo: «Realmente el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía.»
Y, sobrecogido, añadió: «Qué terrible es este lugar; no es sino la casa de Dios y la puerta del cielo.»
Jacob se levantó de madrugada, tomó la piedra que le había servido de almohada, la levantó como estela y derramó aceite por encima. Y llamó a aquel lugar «Casa de Dios»; antes la ciudad se llamaba Luz.
Jacob hizo un voto, diciendo: «Si Dios está conmigo y me guarda en el camino que estoy haciendo, si me da pan para comer y vestidos para cubrirme, si vuelvo sano y salvo a casa de mi padre, entonces el Señor será mi Dios, y esta piedra que he levantado como estela será una casa de Dios.»
Sal 90,1-2.3-4.14-15ab R/. Dios mío, confío en ti
Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío,
Dios mío, confío en ti.» R/.
Él te librará de la red del cazador,
de la peste funesta.
Te cubrirá con sus plumas,
bajo sus alas te refugiarás. R/.
«Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré porque conoce mi nombre,
me invocará y lo escucharé.
Con él estaré en la tribulación.» R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 9,18-26
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se acercó un personaje que se arrodilló ante él y le dijo: «Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, ponle la mano en la cabeza, y vivirá.»
Jesús lo siguió con sus discípulos. Entretanto, una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años se le acercó por detrás y le tocó el borde del manto, pensando que con sólo tocarle el manto se curaría.
Jesús se volvió y, al verla, le dijo: «¡Animo, hija! Tu fe te ha curado.»
Y en aquel momento quedó curada la mujer.
Jesús llegó a casa del personaje y, al ver a los flautistas y el alboroto de la gente, dijo: «¡Fuera! La niña no está muerta, está dormida.»
Se reían de él. Cuando echaron a la gente, entró él, cogió a la niña de la mano, y ella se puso en pie. La noticia se divulgó por toda aquella comarca.
II. Compartimos la Palabra
“Y tuvo un sueño”
La lectura del Génesis nos habla del “sueño” de Jacob. Cansado del camino y habiendo caído la noche, Jacob se echó a dormir apoyando la cabeza en una piedra a modo de almohada. “Y tuvo un sueño”. Notó con fuerza la presencia y la comunicación de Dios. En sueños vio una escalera que, apoyada en la tierra, llegaba hasta el cielo. Y Dios le habló, y, como a Abrahán, le hizo una promesa. Multiplicará su descendencia, le hará poseedor de esa tierra, le bendecirá a él y a sus descendientes. Le promete también que nunca le abandonará: “Yo estoy contigo; yo te guardaré donde quiera que vayas”. Jacob reconoció a aquel lugar como lugar sagrado, como el lugar donde Dios se le había manifestado y “llamó a aquel lugar Casa de Dios”.
Salvando las distancias, a todos y a cada uno de los cristianos, estando bien despiertos, Jesús ha salido a nuestros encuentro, se ha manifestado a nosotros, nos ha convencido de lo mucho que nos ama, ha hablado bien de nosotros, es decir, nos ha bendecido, y nos ha prometido su permanente presencia en nuestro caminar por esta tierra hasta llegar a la patria prometida.
“Con solo tocarle el manto…”
Nos sorprende gratamente la compasión de Jesús ante las personas que sufren cualquier dolencia, y que acuden a él buscando que les arregle su dolorosa situación. Si alguien “se arrodilla ante él” pidiéndole que devuelva la vida a su hija, si alguien se acerca a él “pensando que con solo tocarle el manto se curaría”… Jesús les concederá lo que le piden.
Jesús, en nuestra época, sigue haciendo milagros. El milagro de acompañarnos siempre a sus seguidores, de no dejarnos nunca solos a lo largo de nuestros días y de nuestras noches. “Yo estaré siempre con vosotros… no os dejaré huérfanos”… aquí tenéis, “mi cuerpo entregado, mi sangre derramada”. De manera misteriosa, pero real, nos acompaña siempre, con su amor, su fuerza, su consuelo, su luz, su palabra, sus promesas.
Fray Manuel Santos Sánchez
Real Convento de Predicadores (Valencia)