Envió a los discípulos de dos en dos

de Eugenio Andrés Lira Rugarcía
Obispo Auxiliar de Puebla y Secretario General de la CEM

XV DOMINGO ORDINARIO CICLO B

Envió a los discípulos de dos en dos (cfr. Mc 6, 7-13)

Un chiste narra que al llamar a un Instituto de Salud Mental, una grabación contesta: “Si usted sufre amnesia, presione el 8, 19, 361 y 155, y diga de memoria su tipo sanguíneo, su registro de población y el apellido de soltera de su bisabuela materna. Si es depresivo, no importa que numero pulse; nadie le va a contestar. Y si padece de baja auto estima, ¡cuelgue!; nuestros operadores están ocupados atendiendo a personas realmente importantes”.

Para nuestra tranquilidad, Dios no es así. Él, que nos ha creado y nos sostiene en el ser y en la existencia, se interesa por nosotros; se ocupa de nuestras alegrías y de nuestras penas, de nuestros éxitos y de nuestros fracasos, de nuestros deseos e inquietudes. No nos abandona en nuestros errores, no nos subestima, ni nos pide imposibles. Nos ama tanto, que quiere que seamos plenamente y eternamente felices. Para eso ha enviado a Jesús, su Hijo, que se hizo uno de nosotros al encarnarse de la Virgen María. Él, amando hasta dar la vida, nos ha comunicado su Espíritu que nos libera del pecado, del mal, de la muerte, nos reúne en su Iglesia y nos hace hijos del Padre, participes de su vida plena y eternamente feliz, que consiste en amar. Uniéndonos a Dios, Jesús nos descubre la verdad sobre nosotros mismos, sobre lo que hace la vida plena, la manera de relacionarnos con los demás para realizarnos y ayudar a los otros a hacerlo, el significado de la creación y cómo custodiar y cultivar la tierra para que todos podamos convivir en paz y alcanzar un desarrollo integral que no excluya a nadie. Él nos muestra el camino a la felicidad eterna.

Quien ha encontrado este tesoro no puede guardarlo sólo para sí, sino que se siente impulsado a compartirlo. Por eso Jesús envía a sus discípulos de dos en dos a anunciar esta Buena Noticia, que también nos confía a nosotros testimoniar, unidos a toda la Iglesia. Para comunicar a Jesús necesitamos primero comunicarnos constantemente con Él, a través de su Palabra, contenida en la Biblia y en la Tradición de la Iglesia; de sus sacramentos, sobre todo la Eucaristía; de la oración; ayudando a los demás a encontrarlo y a ser felices; y -como ha insistido el Papa- custodiando y cultivando con responsabilidad nuestra casa común, la tierra, comprendiendo que "todos los seres nos necesitamos unos a otros".

Para cumplir esta misión, Jesús nos pide portar solo una túnica, lo que, según san Agustín, significa evitar cualquier ambigüedad o doblez en las palabras o en las obras. Se trata de orar, pensar, hablar y actuar con coherencia, sin dejarnos manipular por quienes miran únicamente por sus propios intereses, y que intentan hacernos callar cuando anunciamos la verdad; cuando afirmamos que el matrimonio es entre un hombre y una mujer; cuando advertimos que la vida comienza desde la fecundación, y que debe respetarse, promoverse y defenderse siempre. Sólo siendo rectos podremos ser instrumentos para ayudar a nuestra familia y a nuestra sociedad a sanar y a liberarse del dominio del mal espíritu del egoísmo, del relativismo, el individualismo, el materialismo, el consumismo, la corrupción, la envidia y la violencia. No nos subestimemos pensando “yo no puedo”; el Señor, que nos ha elegido, como eligió y fortaleció al profeta Amós, está con nosotros.