Encontrar el milagro en los pequeños y los pobres

de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas

20 Julio

San Apolinar, Obispo y mártir

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Éxodo 14,5-18: “Cuando me haya cubierto de gloria a expensas del faraón, sabrán que yo soy el Señor”, Éxodo 15,1-6: “Alabemos al Señor por su victoria”, San Mateo 12,38-42: “La reina del sur se levantará el día del juicio contra esta generación”

Nuestro mundo quiere milagros al igual que los escribas y fariseos del tiempo de Jesús. Ellos cuestionan su autoridad, sobre todo después de haber escuchado su interpretación de la ley del reposo sabático que no puede estar por encima de la persona.

Es curioso porque todo el evangelio nos ha venido narrando señales y palabras que hablan de la autoridad de Jesús y ellos no han sido capaces de entenderlas. Quisieran no un milagro que restituya la dignidad de las personas, no un milagro que brote de la fe, sino un milagro que sacie su curiosidad, un milagro a la carta. Algunos tienen hambre de milagros para su seguridad personal pero no perciben los milagros que a cada momento y todos los días estaba haciendo Jesús al hacer crecer el Reino en medio de los pobres. Reciben un reproche que los tacha de “gente malvada e infiel” y quizás a algunos les parezca exagerada esta respuesta a la petición de un milagro.

Pero no es la petición ingenua de quien se pone confiadamente y con toda su fe en manos de Dios, es la obstinación y la negación que brotan del orgullo para no aceptar la propuesta de Jesús. Les reprocha su cerrazón ante la evidente propuesta de vida, y su terquedad en no buscar la conversión. La comparación con la predicación de Jonás y su estancia durante tres días y tres noches en el vientre de la ballena, hacen una clara referencia al dolor de su muerte, al silencio de la tumba y al esplendor de su resurrección.

No puede el discípulo tener señal más grande de Jesús que su vida de resucitado. Es cierto que ha pasado por la muerte pero también es cierto que vive y nos da señales de vida. La negación a aceptar el mensaje del profeta viene desde antiguo y Nínive, pueblo pagano, es un reproche a la incredulidad y obstinación del pueblo judío.

Hoy nosotros nos encontramos entre los discípulos de Jesús, escuchamos sus palabras, ¿también exigiremos milagros a nuestro gusto y a nuestra comodidad para poder creer? ¿No estamos viendo el diario milagro que hace con los pequeños y pobres? ¿No es cierto que da vida y levanta a los humillados? Tendremos que descubrirlo y experimentar también nosotros su resurrección para no merecer los mismos reproches que aquella generación incrédula.