de Eugenio Andrés Lira Rugarcía
Obispo Auxiliar de Puebla y Secretario General de la CEM
Artículo publicado en La Razón
Para muchos han comenzado las vacaciones, de las que Paulo VI decía que no son solamente una pausa en el trabajo o el estudio, sino sobre todo un encuentro de la persona consigo misma, con Dios y con los demás; una oportunidad para profundizar en el valor de la propia existencia.
De ahí que el Papa Montini afirmara que las vacaciones contribuyen al desarrollo físico, intelectual y espiritual. “¿No es quizá este bendito tiempo –comentaba–, en que nos despreocupamos de las mil cosas que agobian ordinariamente nuestro ánimo, el momento más propicio para una reflexión fundamental sobre la propia vida?”.
Por su parte, Juan Pablo II explicaba que para que las vacaciones proporcionen un auténtico bienestar, “es preciso que en ellas la persona encuentre un buen equilibrio tanto consigo misma, como con los demás y con el medio ambiente”.
A fin de lograrlo, el Papa Wojtyla recomendaba evitar diversiones perjudiciales para la propia salud y la de los demás. También invitaba a no olvidar a los que, por diversas razones como el trabajo, la edad, alguna enfermedad o la falta de empleo o de dinero, no pueden salir de su ambiente ordinario, y pedía dedicarles atención, especialmente a las personas más solas.
“El verano –comenta por su parte el Papa Francisco– se convierte también en un tiempo difícil sobre todo para los ancianos y los enfermos que quedan más solos y encuentran mayor dificultad en algunos servicios, sobre todo en las grandes ciudades. Así, pues, el tiempo del descanso es también el tiempo en el cual las dificultades de la vida parecen llegar a ser aún más fuertes”.
Comprendiendo esto, aprovechemos las vacaciones para estar más cerca de la familia, acomedirnos a arreglar la casa, convivir sanamente con los amigos y dedicar un rato a ayudar a quien tenga alguna necesidad material o espiritual. Así, las vacaciones serán provechosas para recrearnos y contribuir a la recreación de los demás.