Lecturas del jueves, 17ª semana del tiempo ordinario, ciclo B

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Jue, 2015-07-30

I. Contemplamos la Palabra

Lectura del libro del Éxodo 40,16-21.34-38:

En aquellos días, Moisés hizo todo ajustándose a lo que el Señor le había mandado. El día uno del mes primero del segundo año fue construido el santuario. Moisés construyó el santuario, colocó las basas, puso los tablones con sus trancas y plantó las columnas; montó la tienda sobre el santuario y puso la cubierta sobre la tienda; como el Señor se lo había ordenado a Moisés. Colocó el documento de la alianza en el arca, sujetó al arca los varales y la cubrió con la placa. Después la metió en el santuario y colocó la cortina de modo que tapase el arca de la alianza; como el Señor se lo había ordenado a Moisés. Entonces la nube cubrió la tienda del encuentro, y la gloria del Señor llenó el santuario. Moisés no pudo entrar en la tienda del encuentro, porque la nube se había posado sobre ella, y la gloria del Señor llenaba el santuario. Cuando la nube se alzaba del santuario, los israelitas levantaban el campamento, en todas las etapas. Pero, cuando la nube no se alzaba, los israelitas esperaban hasta que se alzase. De día la nube del Señor se posaba sobre el santuario, y de noche el fuego, en todas sus etapas, a la vista de toda la casa de Israel.

Sal 83,3.4.5-6a.8a.11 R/. ¡Qué deseables son tus moradas, Señor de los ejércitos!

Mi alma se consume
y anhela los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
retozan por el Dios vivo. R/.

Hasta el gorrión ha encontrado una casa;
la golondrina, un nido donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor de los ejércitos,
Rey mío y Dios mío. R/.

Dichosos los que viven en tu casa,
alabándote siempre.
Dichosos los que encuentran en ti su fuerza;
caminan de baluarte en baluarte. R/.

Vale más un día en tus atrios
que mil en mi casa,
y prefiero el umbral de la casa de Dios
a vivir con los malvados. R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 13,47-53:

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entendéis bien todo esto?»
Ellos les contestaron: «Sí.»
Él les dijo: «Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo.»
Cuando Jesús acabó estas parábolas, partió de allí.

II. Compartimos la Palabra

La gloria de Dios llenó la Morada

La liturgia nos sitúa en el último capítulo del libro del Éxodo que relata cómo Moisés cumple con las instrucciones que Dios le ha dado para construir su Morada.

Se nos narra cómo Moisés va colocando cada parte de la Morada: su base, sus postes, sus travesaños,… Cada una ocupa su lugar para realizar su función, dentro de una tarea común que es la posibilidad de dejar que Dios habite en ella. Cada vez que Moisés coloca una parte, el texto concluye con la frase “… como Yahvé había mandado a Moisés.”

Parecen claras dos invitaciones: la escucha a lo que Yahvé quiere, a su voluntad, como condición para poder acogerla; y, la necesidad de ir cumpliendo esa voluntad de Dios en nosotros, paso a paso, poniendo cada cosa en su lugar: en la base, lo fundamental; los postes que nos sujetan,…, para construir nuestra vida, de forma que sea habitable para Dios, que pueda convertirse en su morada.

Recordemos que el Éxodo cuenta la historia de la liberación del pueblo de Israel esclavo en Egipto. Yahvé ha escuchado su dolor, su sufrimiento y ha decidido salir a su encuentro para liberarlo. Pero la libertad no parece ser el fin último de Dios, no. Dios no libera al pueblo y luego le abandona, sino que Dios le libera para que el pueblo, se pueda encontrar con Él y le pueda percibir presente en su vida. Así termina este libro, una vez terminada la Tienda del Encuentro, la Gloria de Dios, en forma de nube, la cubrió y la llenó. Yahvé mostraba su presencia, en forma de nube o de fuego, y el pueblo la podía ver. Y la presencia de Dios acompañaba al pueblo en todas sus etapas, así lo señala y lo repite el texto. También nosotros y nosotras, estamos invitados, a descubrir al Dios presente en nuestras vidas.
¡Hagamos nuestra morada habitable, para que visibilice la presencia de Dios!

El Reino de los Cielos es semejante a…

Se nos presenta en el Evangelio el final del discurso parabólico de Jesús, que nos ha traído siete parábolas. En las seis primeras, se nos dice a qué es semejante el Reino de los Cielos. En la última se nos muestra a quién se parece aquel que es discípulo del Reino.

En la última parábola del Reino de los Cielos, éste es como una red, que recoge peces de todas clases. El Reino es una propuesta para todos, en él cabemos todos. Pero no deja de sorprender el lenguaje duro donde se nos habla entre la separación de los peces buenos y malos y que remite a la idea de un juicio último sobre nuestra vida.

Sin embargo, aunque la idea de este juicio está presente en la parábola, no olvidemos que quien juzga es el Dios de la misericordia. Por eso, la palabra nunca nos invita al miedo sino a hacernos conscientes de cuál es nuestra respuesta ante la oferta gratuita del Reino, cuál es nuestro compromiso en el seguimiento de Jesús.

Por último, Jesús pregunta a los discípulos si han entendido todo. Sí, el discípulo que escucha y acoge la palabra de Jesús, es capaz de entender y discernir para valorar todo según los criterios del evangelio y sacar en el momento oportuno lo viejo o lo nuevo, como el dueño de una casa que saca de su arca cosas nuevas y cosas viejas.

A esto estamos invitados, cada uno, cada una: a escuchar la palabra, acoger, entender, discernir, dentro de la red los caminos del Reino que Dios nos ofrece.

Hna. Soraya Rivero O.P.
Congregación Romana de Santo Domingo