de Emmo. Card. Alberto Suárez Inda
Arzobispo de Morelia
Palabra del Obispo
Una vez más he comprobado que el Señor sigue sembrando a manos llenas las vocaciones en la Iglesia. Al visitar el Preseminario en la sección de “Santa María de Guadalupe”, me encontré con 40 jóvenes que han terminado sus estudios de preparatoria y varios han cursado ya algún grado de licenciatura.
Me impresionaron gratamente su apertura de espíritu, sus inquietudes profundas, su disponibilidad para dejarse acompañar, la disciplina y el silencio en el aula, la devoción y el canto alegre en la Eucaristía, en fin, un ambiente muy positivo entre todos ellos.
Algo digno de resaltar es también el trabajo previo y la participación del equipo de seminaristas comprometidos en la Pastoral Vocacional. Se percibe el valor de su testimonio juvenil, su creatividad y la buena coordinación con el encargado diocesano de esta tarea fundamental para el futuro de la Iglesia.
La experiencia del Curso de Nivelación, que por tercera vez se llevará a cabo en una sede propia, es un buen augurio y al mismo tiempo un gran desafío tomando en cuenta el ambiente cultural en el que han crecido estos jóvenes, cuya edad oscila entre los 17 y 30 años, aunque la inmensa mayoría están entre los 18 y 20 años de edad.
Un dato interesante es que el grupo más grande proviene de la Zona Pastoral “San José” (12 muchachos) y que, en contraste, no hay ningún aspirante de la Zona “Nuestra Señora de la Luz”, la cual en otros tiempos se distinguía por tener numerosos alumnos en el Seminario. Vale la pena cuestionarse cuáles son los retos que en esas parroquias se plantean a la Pastoral Juvenil y Vocacional.
Este sábado espero visitar a los chicos del Preseminario que están en San José de la Montaña como candidatos para ingresar a la sección de Humanidades. Tengo noticia de que son 122 muchachos, muchos de ellos seguramente con indicios de vocación sacerdotal e indudablemente todos llamados por el Señor a una vida cristiana de mayor compromiso en la sociedad. Sabemos que hoy día la formación en el Seminario Menor requiere mucha dedicación y paciencia, participación de los padres de familia y maestros laicos con los sacerdotes formadores. Se requiere un gran respeto a la libertad, sin descuidar la propuesta clara de las exigencias que implica este llamado del Señor a los futuros ministros del Evangelio.
Dando gracias a Dios, pido a toda la comunidad diocesana su oración constante por el Seminario y las vocaciones. Reconozco el sacrificio de los padres de familia para apoyar a sus hijos y de los padres del equipo formador para estar siempre al pendiente de sus alumnos. Un aspecto indispensable es también la colaboración económica de todos para afrontar los gastos que implica la buena marcha de la Institución.