¿Qué estamos dispuestos a ofrecer?

de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas

3 Agosto

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Números 11, 4-15: “Yo solo no puedo cargar con este pueblo”, Salmo 80: “Aclamemos a Dios, nuestra fortaleza”, San Mateo 14, 13-21: “Mirando al cielo, pronunció una bendición y les dio los panes a los discípulos para que los distribuyeran a la gente”

Partir el pan, mirar la necesidad del hermano, tener la confianza en nuestro Padre Dios, son algunas de las enseñanzas que podemos aprender de este relato.

Los discípulos, a pesar de escuchar las palabras de Jesús y aunque son capaces de descubrir la necesidad de los demás, aún no están preparados para ir más allá. Algunos de nosotros ni siquiera somos capaces de percibir lo que los otros están sufriendo. Los discípulos piden a Jesús que despida a la gente porque es tarde y no tendrán que comer. Reconocen los problemas pero buscan soluciones que no los involucran a ellos. La respuesta de Jesús también es para nosotros: “Denles ustedes de comer” Así como constataron ellos que no era posible, así lo hacemos también nosotros y nos limpiamos las manos y nos hacemos los desentendidos.

El hambre azota fuerte a gran parte del mundo y no está lejos de nosotros. Aquí mismo, en nuestras colonias y poblados, encontramos niños que mueren de desnutrición, ancianos que no tienen a nadie que les alimente. Mientras grandes cantidades de alimentos se desperdician, muchos siguen con hambre y no tienen que comer. El gran milagro de Jesús inicia con el reconocimiento de la necesidad y la aceptación de que el problema es de todos y que entre todos lo podemos resolver.

Es cierto que las estructuras son injustas y provocan cada día más necesitados. La primer tarea será buscar cambios en esas estructuras. No podemos estar de acuerdo en esta situación que provoca que unos pocos tengan todo y que muchísimos no tengan nada. Pero tampoco nos podemos quedar cruzados de brazos diciendo que a otros les tocará cambiar esas estructuras. Tendremos que poner lo poco o mucho que podamos y aportar nuestros cinco panes y nuestros dos pescados para saciar el hambre de quienes están a nuestro lado.

No tenemos disculpas y nuestra escasez no nos limita para compartir. De hecho, con frecuencia los que menos tienen son los que saben compartir y aportar a favor de otros. ¿Qué nos pide hoy Jesús? ¿Qué estamos dispuestos a ofrecer?