Lecturas del martes, 19ª semana del tiempo ordinario, ciclo B

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Mar, 2015-08-11

I. Contemplamos la Palabra

Lectura del libro del Deuteronomio 31,1-8

Moisés dijo estas palabras a los israelitas: «He cumplido ya ciento veinte años, y me encuentro impedido; además, el Señor me ha dicho: "No pasarás ese Jordán." El Señor, tu Dios, pasará delante de ti. Él destruirá delante de ti esos pueblos, para que te apoderes de ellos. Josué pasará delante de ti, como ha dicho el Señor. El Señor los tratará como a los reyes amorreos Sijón y Og, y como a sus tierras, que arrasó. Cuando el Señor os los entregue, haréis con ellos lo que yo os he ordenado. ¡Sed fuertes y valientes, no temáis, no os acobardéis ante ellos!, que el Señor, tu Dios, avanza a tu lado, no te dejará ni te abandonará.»
Después Moisés llamó a Josué, y le dijo en presencia de todo Israel: «Sé fuerte y valiente, porque tú has de introducir a este pueblo en la tierra que el Señor, tu Dios, prometió dar a tus padres; y tú les repartirás la heredad. El Señor avanzará ante ti. Él estará contigo; no te dejará ni te abandonará. No temas ni te acobardes.»

Dt 32 R/. La porción del Señor fue su pueblo

Voy a proclamar el nombre del Señor:
dad gloria a nuestro Dios.
Él es la Roca,
sus obras son perfectas. R/.

Acuérdate de los días remotos,
considera las edades pretéritas,
pregunta a tu padre, y te lo contará,
a tus ancianos, y te lo dirán. R/.

Cuando el Altísimo daba a cada pueblo su heredad
y distribuía a los hijos de Adán,
trazando las fronteras de las naciones,
según el número de los hijos de Dios. R/.

La porción del Señor fue su pueblo,
Jacob fue el lote de su heredad.
El Señor sólo los condujo,
no hubo dioses extraños con él. R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 18, 1-5. 10. 12-14

En aquel momento, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: «¿Quién es el más importante en el reino de los cielos?»
Él llamó a un niño, lo puso en medio y dijo: «Os aseguro que, si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el reino de los cielos. El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí. Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial. ¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, os aseguro que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado. Lo mismo vuestro Padre del cielo: no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños.»

II. Compartimos la Palabra

Tú has de introducir al pueblo en la tierra de la promesa

El texto sagrado nos traslada un discurso que Moisés dirige a todo el pueblo de Israel y, a renglón seguido, otro que se dirige a Josué. Son palabras de patente relevancia para el momento histórico que está viviendo el pueblo elegido, a un tiro de piedra de la Tierra de la Promesa, objetivo tantas veces soñado. Moisés encomienda a Josué la tarea de conducir al pueblo en el paso del Jordán y en la entrada en la tierra que el Señor da a su pueblo; luego Josué es confirmado por el Señor para tan extraordinaria misión. El que ha guiado durante casi todo el tiempo al pueblo por el desierto no puede rematar el recorrido; el logro de la conquista de la tierra, el reparto no siempre fácil entre las diversas tribus corresponderá a Josué a quien la Biblia presenta como un alter ego de Moisés. No obstante el protagonismo de estos dos significados israelitas, en todo el relato queda de manifiesto que el que guía al pueblo es el Señor, quien lo orienta, quien lo anima, quien lo advierte de los peligros y de las dificultades que entraña el lograr el objetivo de la patria prometida es el que se ha escogido este pueblo como propiedad y ha derrochado para su provecho todo tipo de maravillas. La proeza está a punto de alcanzarse y, como era de esperar, la mano del Pastor de Israel se advierte en este momento trascendental con su autoridad y señorío.

El que se haga pequeño como este niño, es el más grande en el Reino de los Cielos

Parece que la comunidad necesita aclararse porque a la hora de traducir su organización y actividad preciso es asumir ciertos servicios y desempeñar algunas responsabilidades. Los discípulos preguntan al Maestro y éste responde con un gesto de tono simbólico. El Reino trae consigo nuevos valores; por eso la irrelevancia –entonces- del niño contrasta con las ganas de influencia y rango que denota la pregunta apostólica. Jesús de Nazaret anima a hacernos como niños, es decir, a no abrigar nunca en su seguimiento deseos de poder, dominio o fama; y como comunidad de seguidores nos invita, además, a tener una insobornable actitud de acogida a todos, especialmente a los descartados sociales, como ahora se les identifica. No es buena carta de presentación del Pueblo de Dios que en él cuenten escalafones, sino la elocuente sencillez.

El texto remata con la parábola de la oveja perdida, ejemplo de prodigalidad salvadora que, a juicio mundano, expone al 99 por 100 por mor del rescate de ese insignificante 1 por 100. Pero así es de desconcertante el Padre-Dios del Maestro de Galilea, que los unos por ciento mandan mucho en su corazón. Y ya que la parábola viene así formulada se puede decir que ningún seguidor de Jesús de Nazaret hace remilgos de ser oveja descarriada siempre y cuando sea encontrada por este Buen Pastor, el que da la vida por todas y cada una de sus ovejas.

Fundadora de la segunda Orden franciscana, Clara de Asís fue un admirable exponente de sencilla austeridad en el camino que inició Francisco de Asís.

Ser y parecer; la imagen que en nuestro entorno damos y tenemos ¿dice lo que en verdad vivimos y creemos?
¿Decimos con claridad hoy que nuestro Padre es Dios de los ‘buenos’ y de los ‘malos’, de los de dentro y de los de fuera?

Fr. Jesús Duque O.P.
Convento de San Jacinto (Sevilla)