El perdón es la esencia del verdadero amor

de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas

13 Agosto

Santos Ponciano e Hipólito

AUDIO

Josué 3,7-10.11.13-17: “El arca de la alianza pasará el Jordán delante de ustedes”, Salmo responsorial 113: “Bendigamos al Señor”, San Mateo 18,21-19,1: “No te digo que perdones siete veces, sino hasta setenta veces siete”

Nuestra Patria vive en un luto permanente. Las venganzas sanguinarias de uno y otro grupo van llenando de sangre, de violencia y de temor todo el territorio. A una ofensa se responde con otro agravio mayor, y a una muerte, ya sea de los grupos de terroristas, narcotraficantes o gobierno, se busca dar una respuesta más dura. Y así estamos sumergidos en una ola de violencia y criminalidad nunca antes vista ni siquiera imaginada.

Así, las palabras de Jesús pueden sonar como una utopía muy lejana de la realidad. Pero Jesús le insiste a Pedro y nos insiste a cada uno de nosotros que “mientras no se otorgue el perdón no puede haber paz en el corazón”. Primeramente con una afirmación condensada en pocas palabras Jesús nos asegura que debemos perdonar hasta setenta veces siete, que es decir prácticamente siempre. Y después con una parábola que nos coloca frente a Dios que siempre nos perdona y nos dibuja en el sirviente injusto que, a pesar de él haber recibido un gran perdón, no es capaz de perdonar una pequeña deuda a su hermano en desgracia.

Sin embargo el perdón se ha convertido en nuestra sociedad en señal de debilidad y cobardía, pero el perdón es la esencia del cristianismo y del verdadero amor. Sólo es capaz de perdonar quien tiene grandeza de corazón y el mejor ejemplo lo encontramos en Jesús. Nosotros vamos arrastrando resentimientos que nos oprimen el corazón, que mutilan nuestros sentimientos y que nos incapacitan para el verdadero amor.

En la pareja, en la familia, entre los compañeros y amigos, no somos capaces de perdonar los errores al estilo de Jesús. Atención, Jesús nunca fue un hombre débil o temeroso, enfrentó con valentía la injusticia y desenmascaró la hipocresía, pero supo tener su corazón libre de rencores y de odios.