El hombre es un Binomio “Compuesto” de materia y espíritu. En éste, radican la inteligencia y la voluntad. Ambos son elementos fundamentales de la vida del hombre. Son dos magníficas y fragantes rosas que forman la corona regia que proclama y pregona que el hombre es el “rey” de la creación. Afirmación que no la dan las ciencias físicas, biológicas, psicológicas, ni filosóficas, sino la ciencia teológica que se fundamenta en la palabra revelada que es palabra divina. Como rey, tiene que saber gobernar y gobernarse. Ser inteligente, tener capacidad de alcanzar la verdad, y tener una voluntad bien ordenada y orientada para que sepa discernir correctamente el bien, que es el coronamiento de una buena moralidad. La voluntad es un elemento fundamental de la vida humana. Porque es la “soberana” de la vida y debe aprender y saber ejercer su soberanía sobre, los caprichos y pasiones humanas. Por eso la educación de la voluntad, es de trascendental importancia; es la, labor central de la educación humana. Según las ciencias biológicas y psicológicas a los siete años de vida, se da una verdadera e importante metamorfosis física y psíquica, y el entendimiento y la voluntad empiezan a despertar. Y siendo el niño una maravilla de esperanza, que encierra la promesa para la familia, la patria y sociedad. De aquí la importancia necesaria, de una atención especial, de parte de papá y mamá, para esta edad del educando que es novedad y empieza sentir la necesidad de asociarse y actuar. De tener amigos y compañeros, sin preocuparse, por la clase social y moral. Tratar de retenerlo en casa y prohibirle juntarse con sus amigos que empieza a conocer, es tan perjudicial como privarlo del aire y de la comida. Papá y mamá deben de ser conscientes, que en el periodo de la vida por el que está pasando, debe el hijo recibir un trato apropiado, y que es muy necesario darle consejos acordes a su edad. Porque una mala compañía, puede causar grandes problemas en todos aspectos. Para esta edad de la vida humana, los auténticos y verdaderos valores morales y espirituales le son desconocidos. Papá y mamá y demás educadores, no deben olvidar que estas deficiencias son inherentes a esa edad del educando. Hay que tener paciencia, comprensión y habilidad en la educación, para que en el día indicado por el tiempo, su alma y corazón, se abran a una vida más rica y más profunda en valores no solo académicos, sino sobre todo espirituales y morales; porque tendrá una inteligencia y una voluntad bien educadas. Sin dejar de corregirlo con amor, hay que ayudarlo a “ser” él como es. Porque educar no es imponer una formación, sino ayudarlo en sus experiencias personales y aconsejarlo en la formación de su recta voluntad. El respeto a la personalidad del educando se encuentra en la base de los principios de la recta educación. Se le debe brindar confianza al educando, para realizar la tarea educativa. Hay que saber usar la autoridad. Esta, no es simplemente mandar, exigiendo sin discusión; sino saber convencer, para lograr la adhesión de la voluntad del educando para que lleve a cabo lo que se le pide. En este caso la del hijo.
La buena y recta educación, trata de formar hábitos buenos y fecundos, que constituyen el valor moral, y nobleza de la personalidad del educando. Entre esta variedad de hábitos están los morales, que tienen su origen en la voluntad. Y pueden ser buenos o malos. El “querer” resume todo. Pero se puede querer algo malo o bueno, moralmente hablando. El “buen querer” es conducirse por la razón y la libertad, rectamente formadas. Y no dejarse arrastrar por la mentira de los instintos que son comunes con los de los irracionales. Por eso, es necesario educar la voluntad, para que siempre sea firme y leal y siempre esté dispuesta al servicio de una inteligencia clara y sabia, que siembre en la vida bienes de felicidad verdadera y no de simple apariencia. Y la voluntad bien educada buscará y tenderá con constancia y firmeza a la adquisición del bien verdadero, aunque esta búsqueda le implique esfuerzo y trabajo. La voluntad es la facultad humana, más vital y decisiva en el recto camino de la vida temporal. En necesario por lo mismo, tenerla bien educada para que sepa elegir lo correcto y moralmente bueno. La voluntad mal formada causa desastres en el hombre y en la sociedad. Pero la voluntad no debe confundirse con la terquedad, como ha pasado en algunos partes del país. El terco es un débil que se mantiene tieso como momia dominado por sus caprichos y no sabe deliberar, ni decidir y por eso tropieza en el camino de la vida, y perjudicando a otros. Hay vidas humanas estropeadas por decisiones precipitadas, procedente de una voluntad mal formada, que no alcanza descubrir que hay cosas que se presentan bajo el disfraz de bondad y necesidad. Esto puede pasar por la edad que se está viviendo sobre todo la niñez, la adolescencia, y juventud, en los que por lo general preside su vida un bien aparente e inmediato, que agrada en el momento presente. Por eso urge una recta educación de la voluntad, para que acepte el bien que le propone la recta e iluminada razón y su conducta se ajuste al principio de moralidad que enseña: “el bien se debe hacer y el mal se debe evitar”. Orientando así la conducta humana, hacia el último fin, la vida eterna. Por lo mismo no debe ser un simple desenvolvimiento biológico y físico, sino una realización de su destino divino, una autentica historia clara y honda, que hable de su proyectarse como rey de la creación. Responsable del mundo, de sus efectos y fuerzas de su instinto sexual, de todo su cuerpo, el cual debe estar educando, para cumplir con su fin. Esto implica la educación de la voluntad, disciplina del cuerpo, del espíritu y tener un ideal noble. Pero el esfuerzo vale más, que el mismo éxito, porque es el que vigoriza, fortalece y educa a la voluntad. Por eso papá y mamá y demás educadores, deben saber que dentro de la pedagogía educadora del niño, hay que hacerle “ligeramente difícil” la vida al niño, todo acorde a su edad; esto le ayudará para que despacio él sepa superar dificultades más pesadas. Hay que entrenarlo como futuro atleta, para que sus músculos estén vigorosos, para vencer al enemigo del mal, disfrazado de bien aparente. Es necesario y positivo entrenar a la voluntad en el esfuerzo; para que tenga una acertada manera de decidir por los rectos valores de la vida. El que ha sido bien educado tiene capacidad, para controlar, su emotividad y no hará todo lo que quiera, sino lo que debe hacer, aunque no le guste. El entrenamiento ayudará a dominar los obstáculos enemigos de la vida recta. Hay que aconsejar al educando, sobre las consecuencias que siguen al no poder dominarse. Si papá y mamá quieren que sus hijos sepan dominar sus impulsos, incluyendo el sufrimiento, tienen que reforzarse, por infundir en el corazón del hijo, una fe de calidad y un gran amor al Señor Jesús, y El, les comunicará de su fortaleza y los hará invencibles. Papá y mamá, son los primeros y fundamentales educadores para que sus hijos con una voluntad bien educada superen las distintas etapas de la vida, y crezcan desde su interior, cada día más auténticos, para caminar con seguridad y valentía, dentro de la emotividad de la vida psicológica y moral. El arte de saber triunfar, es el arte de saber empezar. La educación no es cosa de un momento, de unos cuantos días animosos y eufóricos, sino de constancia monótona pero alegre, con esfuerzo ordenado. Prepárense y ¡Arriba y adelante!