Lecturas del martes, 24ª semana del tiempo ordinario, ciclo B

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Mar, 2015-09-15

I. Contemplamos la Palabra

Lectura de la primera carta de San Pablo a Timoteo 3, 1-13

Querido hermano: Está muy bien dicho que quien aspira a ser obispo no es poco lo que desea, porque el obispo tiene que ser irreprochable, fiel a su mujer, sensato, equilibrado, bien educado, hospitalario, hábil para enseñar, no dado al vino ni amigo de reyertas, comprensivo, no agresivo ni interesado. Tiene que gobernar bien en su propia casa y hacerse obedecer de sus hijos con dignidad. Uno que no sabe gobernar su casa ¿cómo va a cuidar de una asamblea de Dios? Que no sea recién convertido, por si se le sube a la cabeza y lo condenan como al diablo. Se requiere, además, que tenga buena fama entre los de fuera, para evitar el descrédito y que lo atrape el diablo. También los diáconos tienen que ser respetables, hombres de pa-labra, no aficionados a beber mucho ni a negocios sucios, conservando la fe revela-da con una conciencia limpia. También éstos tienen que ser probados primero, y cuando se vea que son irreprensibles, que empiecen a su servicio. Las mujeres lo mismo, sean respetables, no chismosas, sensatas y de fiar en todo. Los diáconos sean fieles a su mujer y gobiernen bien sus casas y sus hijos, porque los que se hayan distinguido en el servicio progresarán y tendrán mucha libertad para exponer la fe cristiana.

Sal 100 Andaré con rectitud de corazón

Voy a cantar la bondad y la justicia,
para ti es mi música, Señor;
voy a explicar el camino perfecto:
¿cuándo vendrás a mí? R/

Andaré con rectitud de corazón
dentro de mi casa;
no pondré mis ojos
en intenciones viles;
aborrezco al que obra el mal. R/

Al que en secreto difama a su prójimo
lo haré callar;
ojos engreídos, corazones arrogantes,
no los soportaré. R/

Pongo mis ojos en los que son leales,
ellos vivirán conmigo;
el que sigue un camino perfecto,
ése me servirá. R/

Lectura del santo evangelio según san Lucas 7, 11-17

En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío. Cuando estaba cerca de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío conside-rable de la ciudad la acompañaba. Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: “No llores.” Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo: “¡Mucha-cho, a ti te lo digo, levántate!” El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo: “Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.” La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera.

II. Compartimos la Palabra

Los distinguidos en el servicio tendrán libertad para exponer la fe

Los responsables de la comunidad, obispos en la versión presente, deben presentar un buen ramillete de valores humanos y cristianos que apuntan no tanto al perfil del cargo episcopal, cuanto a cualidades de honda repercusión en el trato fraterno. La diaconía, cuya necesidad por la comunidad es más que esencial, no está exenta de dificultades; las exigencias del ministerio diaconal implicaban el constante ejercicio de la caridad, y esto les hacía depositarios de bienes y fondos para la atención a los necesitados de la comunidad. El desempeño adecuado de la diaconía en la comunidad, misión apostólica al fin y al cabo, conferirá a los diáconos una estima que les facilitará el servicio siempre mejorable de la Palabra. Porque la Palabra agradece que el evangelizador haga gala de cualidades que apuntan a la valentía, a la transparencia del mensaje y a la deseada congruencia entre lo vivido y lo proclamado.

Dios ha visitado a su pueblo

El punto de partida de esta página evangélica es una mujer en patente indefensión: viuda que, además, ha perdido a su hijo, con todos los rasgos requeridos para ser vista como pobre y menesterosa. El texto presenta, además, los indicadores clásicos para que, con la presencia de Jesús, se opere el signo salvador: el mal como la muerte del joven, palabras breves y sencillas del Maestro de Galilea, evidencia de la curación y reacción de la gente que tal signo presencia. Jesús induce en el pueblo, no en los dirigentes religiosos, una confesión de fe en él y en la ternura de Dios. La misericordia del Padre se manifiesta en este gesto compasivo del Señor en favor de la viuda de Naín. El evangelio avanza así en su pedagogía sobre Jesús de Nazaret; éste apoya su autoridad no solo en los perfiles proféticos de su presencia y acción, sino también en manifestarse como el Hijo de Dios, el Mesías de Israel, señor de la vida y de la muerte, que sabe como nadie de muerte y necesidad humana, al desarrollar su admirable compasión ante el sufrir de los hombres. Por eso, la compasión de Jesús es recibida como visita de Dios a su pueblo, pura gracia por la que devuelve la vida al hijo de la viuda. Derroche de ternura frente al inconsolable dolor de una mujer.

¿Cómo promocionamos la actitud de servicio permanente en la comunidad cristiana?
La compasión que evidencia Jesús de Nazaret ¿es ingrediente fundamental de nuestra espiritualidad cristiana hoy y, además, síntoma elocuente de nuestra pertenencia al Pueblo de Dios?

Fr. Jesús Duque O.P.
Convento de San Jacinto (Sevilla)