Nuestra Señora de los Dolores

de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas

15 septiembre

Nuestra Señora de los Dolores

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I Timoteo 3, 1-13: “Que el obispo y los diáconos sean irreprochables”, Salmo 100: “Danos, Señor, tu bondad y tu justicia”, San Juan 19, 25-27: “Mujer, ahí está tu hijo… Ahí está tu madre”

En esta fiesta de Nuestra Señora de los Dolores encontramos un secuencia muy hermosa y muy famosa en la antigüedad: “Stabat Mater”, que en español algunos de sus versos dicen: “La Madre piadosa estaba junto a la cruz, y lloraba mientras el Hijo pendía; cuya alma triste y llorosa, traspasada y dolorosa, fiero cuchillo tenía. ¡Oh cuán triste y afligida estaba la Madre herida, de tantos tormentos llena, cuando triste contemplaba y dolorosa miraba del Hijo amado la pena!”.

Mientras el evangelio nos recuerda aquella enternecedora escena donde Jesús, en la cruz, nos deja en la persona de Juan a su grande tesoro: su madre. Es el dolor de una madre que mira a su hijo morir por la injusticia de los hombres. Es la confusión de una muerte y un suplicio que parecen no tener sentido. Es el corazón adolorido de la madre que acepta a un pecador en lugar del hijo inocente. El dolor y la muerte envuelven esta escena, pero también la esperanza, el callado anhelo de resurrección y un amor inmenso para aceptar al nuevo hijo.

María ciertamente es la madre dolorosa que hoy también mira a sus hijos crucificados en las ingratas cruces del hambre, del pecado, de la droga y de la violencia. Es un dolor que no quedó en el pasado sino que se hace presente cada día.

El dolor de María y el dolor de Jesús están unidos al dolor de cada hermano que vaga en busca de pan para sus hijos, en la madre que llora por la ausencia del hijo, en la adolescente que ve truncada su vida por la mentira del amor, en los asesinados por la violencia y el narco, en las cadenas de la droga y el alcohol… es la madre que sufre los dolores de su pueblo, que acompaña a su Hijo que nuevamente sufre en cada hermano.

Hoy nos acercamos a María del Dolor, le pedimos que nos acompañe, que mitigue nuestras dolencias, que haga comprensibles y fructíferos nuestros sufrimientos. 15 de septiembre, día de independencia, día del grito, día de dolor; pero también, día del acompañamiento de una madre. Como nos dice el Papa Francisco, la más grande herencia que Jesús nos deja en el lecho de su muerte, es el tesoro de su Madre.