“UNA AUTOPRESENTACIÓN DEL DIVINO MESÍAS”

Sucedió en Sicar, ciudad que fue de mucha historia. Es la antigua Siquem, célebre desde los tiempos de Abraham. Es la tierra a la cual Dios lo mandó, cuando lo sacó de su país. Fue ahí en donde se le apareció el Señor a Abraham y le dijo: "a tu descendencia daré esta tierra". Y lo bendijo, lo engrandeció y le multiplicó su descendencia como las estrellas del cielo y las arenas del mar. Los Samaritanos vivían orgullosos de esta ancestral historia y por contar como padre a Abraham, del cual habían heredado esas tierras. No les importaba el Dios vivo de Abraham, sino las tradiciones muertas, que guardaban celosamente, porque eran como energía revitalizante que los hacia vivir. Por esos campos paso Jesús, pero los habitantes del lugar, comían y bebían, sin importarles la figura peregrina, que paso sembrando el bien. Siguió su camino y vino a descansar en donde en otro tiempo descansará José el segundo de Egipto, ahora el que descansa es el segundo del Padre. Uno en el silencio de la muerte, otro en el silencio de Dios.

​Jesús cansado del camino seco y polvoso fue a sentarse sobre el brocal del pozo. De improviso, por el sendero que conducía al lugar en donde se encontraba Jesús, viene una mujer, con su cántaro, para renovar su prevención de agua. Era una Samaritana, que por ser tal, tenía en su corazón un muro de odio nacionalista y religioso, contra los judíos. Sin cruzar palabra, hizo deslizar una larga cuerda, llenó su cántaro y se disponía a deshacer el camino recorrido cuando Jesús le dijo: "Dame de beber", no pedía mucho. Tan solo un poco de agua. Pero se lo pedía a una samaritana y esto, ya era mucho. Con esos sencillos términos, Jesús entabló uno de los más sublimes diálogos que registra la literatura Sagrada. Jesús nunca conoció distancias que humanas y ridículas tradiciones abrieron entre los hombres. El vino en busca de pecadores, para llamarlos de nuevo a la filiación divina. La mujer vio a un hombre, a quien juzgo simple judío nunca imaginó a quien estaba negando el agua. Por eso Jesús le dijo: “Si conocieras el Don de Dios y quien es el que te pide agua”. El evangelio nos enseña a mirar a Jesús en misterio; a vivirle en la luminosa oscuridad de la fe. Pero aquella mujer ignora lo que es la fe y el misterio de Jesús; hasta ese momento no sabía, que conversaba con el Mesías mismo. El dialogo sigue, hasta que la mujer, convencida del poder de quien le habla, pide le dé esa agua viva, que quita la sed para siempre. Jesús promete cumplir con la condición, que esté presente el marido. Pero este no existe y Jesús le descubre su desorden moral hasta la raíz, diciéndole cantidades exactas, de hombres que había tenido en su vida. Viendo que era profeta, le planteo un problema religioso, sobre el cual había discusión entre judíos y samaritanos aludiendo con frecuencia a nacionalismos gastados, para rendir culto de adoración a Dios unos en Jerusalén, otros en el monte Garizín. Jesús le explica con suavidad y la exhorta a la fe, porque a Dios hay que adorarlo, en espíritu y en verdad, los montes pasan a segundo plano. Porque ha llegado la plenitud de los tiempos. La mujer de ello está consciente y le dijo que el Mesías está por llegar cuando esto suceda, El, anunciará todas las cosas; a lo cual Jesús le contesto: "YO SOY, EL QUE ESTA HABLANDO CONTIGO”. Revelación sublime con que quiso honrar la fe naciente y la buena voluntad de aquella mujer.

​Jesús en otras ocasiones se autopresentó, sin rodeos y con franqueza absoluta. Cuando afirmó que era LA LUZ DEL MUNDO; EL PAN DE VIDA; LA VID VERDADERA; RESURRECCIÓN Y VIDA; EL BUEN PASTOR, CAMINO Y VERDAD. Pero ahora primero preparó el terreno, ha ido disponiendo a adentrarse en si misma por la reflexión y la elevación, hasta que la hace sentirse implicada, en la presencia comprometedora del Mesías tan deseado; Ojala que a ejemplo de la samaritana, sintamos el deseo de ser instruidos por la palabra de Jesús. Que no haya vergüenza ante Jesús que nos anda buscando, como el buen pastor. Respondamos a la gracia y convirtámonos en sus apostales como la mujer de Sicar, que con palabras y ejemplos, traigamos al Divino Mesías, Salvador del mundo, a más seres humanos que viven indiferentes y alejados de su amor redentor. ¡Arriba y adelante!