San Juan Pablo II

de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas

22 Octubre

San Juan Pablo II

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Romanos 6,19-23: “Libres ya del pecado y entregados al servicio de Dios, dan frutos de santidad”, Salmo 1:“Dichoso el hombre que confía en el Señor”.

Al recordar hoy a Juan Pablo II que tanto cariño tuvo a México y que fue correspondido con el amor de los mexicanos, necesitamos, como él mismo pedía, descubrir realmente la misión y vocación del discípulo.

Hoy el pasaje de San Lucas nos presenta las exigencias que implica ser discípulos de Jesús. “He venido a traer fuego a la tierra ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo!”. Son palabras fuertes que nos indican la pasión que vive Jesús y de la que quiere contagiar a todos sus discípulos. Su seguimiento no admite indiferencia o apatía. La humanidad está obligada a elegir frente a Cristo, no es posible permanecer indiferente ante su Evangelio y sus exigencias.

Frente al amor que nos ha atestiguado Jesús, es necesario reaccionar con amor, y de sobra conocemos que el amor con amor se paga; el verdadero amor, es siempre exigente, con frecuencia hasta doloroso y desgarrador. Ese es el fuego que Jesús nos viene a ofrecer. El domingo pasado al reflexionar sobre la Jornada Mundial de las Misiones, recordábamos precisamente que la misión es contagiar al mundo de amor, darles a conocer el proyecto del Señor, pero necesitamos primero nosotros llenarnos de ese amor que nos manifiesta Jesús. Por eso San Pablo nos recuerda en la primera lectura que por amor hay que dejar muchas cosas, el pecado y sus consecuencias, que sólo nos traen la muerte, En cambio, Dios nos da gratuitamente la vida eterna por medio de Jesús.

Seguir a Jesús implica dejar y tomar. Pero son decisiones hechas por un verdadero amor. Jesús nos ofrece ese fuego que exige una total entrega al Reino. Las consecuencias de todos son conocidas: incomprensión, agresiones, difamación, pero qué bueno que todo esto sea por vivir el Reino y no por ambiciones personales. La segunda parte del pasaje de este día, nos habla de estas divisiones, pero no en el sentido de utilizar el Evangelio para nuestros propios intereses, provocando esas divisiones que tanto debilitan a nuestras comunidades. No trae Jesús estas divisiones, lo que nos propone Jesús es vivir con radicalidad su Evangelio. ¿Hasta dónde estoy tomando yo en serio el Evangelio? ¿Cómo puedo explicar ese fuego del Señor dentro de mí?