de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas
23 Octubre
San Juan de Capistrano
Romanos 7,18-25: “¿Quién me librará de este cuerpo, esclavo de la muerte?”, Salmo 118: “Señor, enséñame a gustar tus mandamientos”, San Lucas 12,54-59: “Si saben interpretar el aspecto que tienen el cielo y la tierra, ¿por qué no interpretan entonces los signos del tiempo presente?
Hay muchas formas de leer las noticias y muchos medios de comunicación quisieran imponer su propia ideología y sus propios intereses. Hay formas de mantener al pueblo en la inconsciencia y dejar que las cosas fluyan a pesar de los problemas y de las dificultades. Sin embargo el pueblo tiene sus propias formas de sentir y de vivir los acontecimientos.
Hoy Cristo hace una invitación a sus discípulos para que del mismo modo en que son capaces de leer las señales del tiempo y saber si habrá tormenta o viento; así puedan también leer los signos de los tiempos y saber qué es lo que conviene. Seguir a Cristo implica aprender a mirar el mundo con los ojos de Jesús. Es muy distinto mirarlo con ojos del dinero o de la ambición a mirarlo con los mismos ojos de Jesús. ¿Qué quiere Jesús en este momento? ¿Cómo actuaría Jesús en esta situación?
El Concilio Vaticano II nos invitaba seriamente y decía que “es deber permanente de la Iglesia escrutar los signos de los tiempos e interpretarlos a las luz del Evangelio, de tal forma que cada generación pueda responder a los interrogativos fundamentales del hombre sobre la vida presente y futura y sobre la relación entre ambas”. En este tiempo de crisis y violencia, muchos se han dejado llevar por la indiferencia o por ocultar los problemas como si nada sucediese. Otros en cambio se han puesto en actitud fatalista, diciendo que ya nada se puede hacer y que todo está perdido.
El verdadero seguidor de Jesús está dispuesto a luchar, a esforzarse y a transformar esta situación. No puede estar conforme con un ambiente de injusticia y de pecado, pero tampoco cae en el fatalismo. Hay mucho qué hacer y Cristo nos acompaña. En el esfuerzo de cada día, en la entrega plena, en la lucha por la verdad y por la justicia, Cristo camina con nosotros. El verdadero cristiano no puede perder la esperanza; contemplando a Cristo resucitado, mirará con sus mismos ojos, comprenderá que el camino no termina en la muerte, aunque tiene que pasar por ella. El verdadero cristiano se comprometerá en el cambio en busca de justicia, y lo hará siempre con la esperanza puesta en Jesús Resucitado.