de Rogelio Cabrera López
Arzobispo de Monterrey
1 de noviembre de 2015
La fiesta de este domingo, Solemnidad de todos los Santos, anima de manera especial el caminar de la Iglesia hacia la Casa del Padre, preparándonos también a la celebración en la que recordamos especialmente a nuestros seres queridos que han terminado su peregrinar por este mundo.
Todos los cristianos tenemos como meta la vida eterna, y nos llenamos de esperanza al conocer el testimonio que, a lo largo de la historia, tantos hermanos y hermanas nuestras han compartido. Esta celebración, es una clara invitación a no desfallecer en medio de las situaciones que pueden hacernos sentir que nuestra vida carece de sentido.
Los bautizados tenemos una misión que no conoce límites y que nos confronta cotidianamente, alentándonos a ser luz para iluminar todos los lugares en donde desarrollamos nuestra vida.
Esta solemnidad de fe, está unida a la celebración de los fieles difuntos, misma que debe ser vivida también en la esperanza y en la paz que solo Cristo nos otorga. En cada Misa, hacemos mención especial de todos los difuntos, no solo de los cristianos, sino de todos los que buscaron vivir su amistad con el Señor, significando con ello la infinita misericordia de Dios, que desea reunirnos a todos en el cielo.
Por otra parte, la tradicional visita a los lugares en donde reposan los restos de nuestros seres queridos, nos debe motivar a vivir un compromiso para ser mejores personas, buscando a través de nuestras buenas obras, hacer un grato recuerdo de aquellos que viven en nuestro corazón para siempre. Invito a todos para que estas celebraciones sean vividas en familia, retomando las nobles tradiciones que nos han sido heredadas.
Particularmente en este día, 2 de noviembre, uniéndome a la oración de todos los fieles, celebraré la Santa Misa en el panteón Del Roble a las 10:00 a.m., para pedir por el eterno descanso de sus seres queridos, así como de los Sacerdotes y Obispos que entregaron su vida al servicio de nuestra Arquidiócesis, confiando en que gozan ya de la presencia del Señor, que nos ha prometido un lugar en el cielo (Cf. Jn 14,2).
Finalmente, deseo expresar mi felicitación a todos los que han asumido la responsabilidad civil para estar al frente de los Municipios de nuestro Estado. Pido a Dios por todos los Alcaldes y sus cabildos, para que se les conceda la sabiduría y fortaleza necesarias para ejercer con fidelidad y entrega la noble tarea que los ciudadanos les han encomendado.