de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas
4 Noviembre
San Carlos Borromeo
Romanos 13,8-10: “El cumplimiento pleno de la ley consiste en amar”, Salmo 111: “Dichosos los que temen al Señor”, San Lucas 14,25-33: “El que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo”
En el texto que nos presenta este día San Lucas, aparece Jesús con una gran muchedumbre que lo sigue. Sin embargo Jesús bien sabe que hay de seguimientos a seguimientos: que algunos buscan contemplar milagros, que otros esperan ver maravillas, pero que pocos son los que lo seguirán por caminos más difíciles.
Por eso hoy nos plantea tres grandes señales del verdadero discípulo: preferirlo a la familia y aún a uno mismo, cargar la cruz, renunciar a todos los bienes. Cada sentencia concluye diciendo: quien no haga esto no puede ser mi discípulo. Es decir, hay que tener libre el corazón. Algunos expresan sus dudas como si este pasaje nos pusiera en conflicto entre la familia y el seguimiento de Jesús. Ciertamente habrá alguna ocasión en que ambas se opongan rotundamente. Pero muchas veces el cumplimiento con la familia, el amor a los padres, el cuidado de los hijos, adquieren un relieve mucho más importante cuando se sigue a Jesús.
Hoy Jesús nos quiere dejar muy claro que su seguimiento implica la forma de la pobreza: pobreza de bienes materiales, pobreza de afectos, pobreza de intereses; para ponerse incuestionablemente a la disposición de Jesús. Hay que dejarlo todo para ponerse detrás de uno; hay que cargar la propia cruz, para seguir al que dio vida desde la cruz. En estas sentencias nos muestra Jesús la imposibilidad de servir a dos señores. Parecería que estamos perdiendo la vida pero es la única forma de encontrarla. Ya en la primera lectura San Pablo nos invita a “no tener con nadie otra deuda que la del amor mutuo”. Son palabras que expresan la radicalidad del seguimiento de Jesús, porque él nos ha dado este ejemplo. “El que ama ha cumplido toda la ley… pues el cumplimiento de la ley consiste en amar”.
Cristo ha amado a plenitud, nos sigue amando. Si de verdad nos decimos sus discípulos tendremos que vivir amando como él y hacerlo a plenitud. Cristo no admite medias tintas, es entrega completa. Que hoy cada uno de nosotros vivamos este amor y este seguimiento en cada momento, en cada acción y con cada uno de los hermanos.