Lecturas del sábado, 32ª semana del tiempo ordinario, ciclo B

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Sáb, 2015-11-14

I. Contemplamos la Palabra

Lectura del libro de la Sabiduría13,1-9

Eran naturalmente vanos todos los hombres que ignoraban a Dios y fueron incapaces de conocer al que es, partiendo de las cosas buenas que están a la vista, y no reconocieron al Artífice, fijándose en sus obras, sino que tuvieron por dioses al fuego, al viento, al aire leve, a las órbitas astrales, al agua impetuosa, a las lumbreras celestes, regidoras del mundo. Si, fascinados por su hermosura, los creyeron dioses, sepan cuánto los aventaja su Dueño, pues los creó el autor de la belleza; y si los asombró su poder y actividad, calculen cuánto más poderoso es quien los hizo; pues, por la magnitud y belleza de las criaturas, se descubre por analogía el que les dio el ser. Con todo, a éstos poco se les puede echar en cara, pues tal vez andan extraviados, buscando a Dios y queriéndolo encontrar; en efecto, dan vueltas a sus obras, las exploran, y su apariencia los subyuga, porque es bello lo que ven. Pero ni siquiera éstos son perdonables, porque, si lograron saber tanto que fueron capaces de averiguar el principio del cosmos, ¿cómo no encontraron antes a su Dueño?

Sal 18,2-3.4-5 R/. El cielo proclama la gloria de Dios

El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra. R/.

Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los limites del orbe su lenguaje. R/.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 17,26-37

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre: comían, bebían y se casaban, hasta el día que Noé entró en el arca; entonces llegó el diluvio y acabó con todos. Lo mismo sucedió en tiempos de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, sembraban, construían; pero el día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y acabó con todos. Así sucederá el día que se manifieste el Hijo del hombre. Aquel día, si uno está en la azotea y tiene sus cosas en casa, que no baje por ellas; si uno está en el campo, que no vuelva. Acordaos de la mujer de Lot. El que pretenda guardarse su vida la perderá; y el que la pierda la recobrará. Os digo esto: aquella noche estarán dos en una cama: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán; estarán dos moliendo juntas: a una se la llevarán y a la otra la dejarán.»
Ellos le preguntaron: «¿Dónde, Señor?»
Él contestó: «Donde se reúnen los buitres, allí está el cuerpo.»

II. Compartimos la Palabra

“Si lograron escudriñar el universo, ¿cómo no descubrieron a su Señor?”

Dos cosas destacan en este fragmento del libro de la Sabiduría, una la idolatría y otra, como consecuencia de ésta primera, la ceguera del hombre para reconocer a su Creador.

Es posible que leyendo este texto pensemos: "qué gente tan rara había hace más de dos mil años, que adoraban al fuego o al agua o al viento pensando que eran dioses", podríamos decir: “¡qué ignorantes estos antiguos!”, pero la realidad es que también el hombre moderno ha puesto su esperanza en los ídolos, tan sólo cambiemos el fuego, el agua o el viento por: dinero, prestigio, sexo, modas, comida, deporte, seguridad, etc…, y veremos que el corazón del hombre no ha cambiado, sino que es el mismo ayer y hoy. La idolatría es una enfermedad que aún no tiene cura.
Ante esta actitud de tanta gente que no reconoce a su Creador, los cristianos tenemos una misión muy importante, debemos ayudarlos a que se den cuenta de la vaciedad de los ídolos, y mostrarles que la verdadera vida sólo está en Dios. Es fundamental que vean a Dios en todo lo creado, y contemplando la creación puedan descubrir el amor que Dios les tiene.

El Papa Francisco en su encíclica “Laudato si” (nº 87) dice: “Cuando tomamos conciencia del reflejo de Dios que hay en todo lo que existe, el corazón experimenta el deseo de adorar al Señor por todas sus criaturas.”

¡Ojalá ésta sea siempre nuestra experiencia y la de todos nuestros hermanos!

“A uno se lo llevarán y a otro lo dejarán”

Jesús está hablando a sus discípulos, y también hoy nos habla a nosotros, del día de la manifestación del Hijo del Hombre. Jesús no pretende asustarnos, sino que nos llama a conversión. Nos anima a no dejarnos dominar por las cosas terrenas, sino a vivirlas con la mirada puesta en el Cielo, pues esta vida terrenal es provisional, nuestra meta y nuestra esperanza es el Cielo.

El Señor nos invita a despertar nuestras conciencias dormidas y acomodadas, y a que cambiemos nuestras actitudes ajustándolas a la voluntad de Dios. Tenemos que vivir como si cada día fuera el día del juicio, siempre dispuestos a dar cuentas de nuestra vida a Dios, pues no sabemos ni el día ni la hora en que llegará el Señor.

Procuremos estar preparados y vivir en constante conversión, para que no nos pase cómo les pasó a los contemporáneos de Noé y de Lot, que vivían mundanamente, centrados en sí mismos sin tener presente a Dios, y las consecuencias fueron nefastas. Y es que cuando nos olvidamos de Dios y vivimos como si Él no existiera nuestra vida es un caos.

¡Cuánta gente vive hoy como en los tiempos de Noé y Lot! De una manera materialista, pues los hombres siguen ocupados en los grandes afanes de la vida: dinero, diversión, sexo, modas, comida, etc… Pero los que tenemos puesta nuestra fe en Cristo sabemos que la felicidad no está en vivir para nosotros mismos sino que estamos llamados a dar la vida por los demás.

Aspiremos a los bienes de arriba y no a los de la tierra. Estemos vigilantes y acojamos la gracia que Dios nos da cada día para nuestra conversión, así podremos estar entre "los que se llevarán".

MM. Dominicas
Monasterio de Sta. Ana (Murcia)