¡Jesús, maestro, ten compasión de nosotros!

de Carlos Aguiar Retes
Arzobispo de Tlalnepantla

Homilía 11.11.15

Habitualmente esta escena del Evangelio la leemos en un horizonte individual, pensando en el samaritano agradecido, que reconoce en la persona de Jesús la curación de la lepra.

Los invito en esta ocasión a contemplar el texto identificándonos con el samaritano no como individuo sino como iglesia, como cuerpo, pensando en la Iglesia particular a la que servimos.

En un segundo paso reconocer nuestra lepra, nuestro gris pragmatismo, nuestras resistencias a la renovación pastoral, que necesita cada una de nuestras diócesis para cumplir su misión evangelizadora en el contexto sociocultural de nuestro tiempo, y levantar nuestra voz a Jesús Redentor y Salvador del mundo, diciéndole: ¡Jesús, maestro, ten compasión de nosotros!

El Papa Francisco nos ha llamado a recuperar la alegría del evangelio, el gozo de ser una gran familia, comunidad de discípulos misioneros que den testimonio de la misericordia infinita de Dios, Nuestro Padre.

El 17 de octubre pasado el Papa. al celebrar 50 años de la institución del Sínodo, pidió a los Obispos que nuestras Diócesis sean una Iglesia Sinodal, una Iglesia que bajo el cuidado de su Pastor sus miembros caminen juntos, desarrollando la capacidad de escucha y la sensibilidad a las necesidades del pueblo de Dios.

Para ello es indispensable que los organismos de comunión diocesanos y parroquiales (como el consejo presbiteral y consejo de pastoral) cumplan cabalmente su función. Los organismos eclesiales son la herramienta para caminar juntos Obispo, presbíteros, consagrados, agentes de pastoral y fieles en general.

También el camino sinodal tiene que ejercitarse en la Provincia Eclesiástica y en la misma Conferencia Episcopal. Los Obispos, movidos por una Conversión Pastoral, escuchando la voz de Dios que se manifiesta en los acontecimientos, somos los primeros responsables de orientar, impulsar, y acompañar este proceso sinodal que nos pide el Papa Francisco, explicándonos que el camino sinodal es el camino que Dios espera de la Iglesia en este tercer milenio.

En la primera lectura el libro de la Sabiduría recordaba: Escuchen mis palabras, entiendan y aprendan a ser sabios y no pequen, porque los que cumplen fielmente la voluntad del Señor serán reconocidos como justos, son un fuerte llamado para que ejerzamos un gobierno pastoral que promueva la comunión, el servicio y la participación de todos sus miembros; y así nos esforcemos en promover el camino hacia una Iglesia sinodal.

Ante la complejidad del tiempo actual, donde además de la presencia constante del pecado, que afecta personas, conductas y servicios al interior de la Iglesia, vivimos situaciones graves de injusticia, violencia y corrupción en nuestra sociedad. Por ello, los invito que ante estas lepras hagamos nuestra la súplica del Samaritano: ¡Jesús, maestro, ten compasión de nosotros!

Pero también como el buen samaritano sepamos reconocer la presencia salvífica de Jesús, y al regresar a nuestras Diócesis y veamos la curación de nuestras lepras seamos una y otra vez agradecidos por la intervención de Jesús, nuestro maestro, en cuyo nombre hemos sido elegidos y enviados como pastores de su pueblo.

En este espíritu también vivamos con fe y esperanza la encomienda de hacer en la Conferencia Episcopal un camino sinodal donde vivamos la colegialidad episcopal en plena comunión. Reconozcamos la acción salvífica de Jesús entre nosotros. Crezcamos en la sensibilidad para discernir y dejarnos conducir por el Espíritu Santo.

Preparémonos como Cuerpo Eclesial para vivir la Visita Pastoral del Papa Francisco a nuestro pueblo, quien viene para confirmar a sus hermanos, invocando el auxilio y el cobijo de nuestra madre, María de Guadalupe.

Pongámonos en camino a Jerusalén, como los diez leprosos, es decir, caminemos junto con nuestro pueblo en torno al Obispo de Roma, y como el buen samaritano, descubramos siempre la acción salvífica de Jesús, Señor de la Historia, y alabemos a Dios en voz alta y con un corazón desbordado de gratitud.