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de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas

17 Noviembre

Santa Isabel de Hungría

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2 Macabeos 6,18-31: “Dejaré un gran ejemplo, para que aprendan a arrostrar una muerte noble por amor a nuestra ley”, Salmo 3: “El Señor es mi defensa”, San Lucas 19,1-10: “El Hijo del Hombre vino ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido”

En días pasados en un encuentro de misioneros, comentábamos las propuestas y desafíos que nos presenta el Papa Francisco con su exigencia de anunciar con alegría el Evangelio a todos y en especial en las periferias. Nos habla con insistencia de anunciar el Evangelio al mismo estilo de Jesús y nos recuerda su predilección por los pequeños y los pobres. Reitera la opción por los pobres como una muestra auténtica del discípulo y misionero.

Sin embargo, alguno de los presentes objetaba que la insistencia de este desafío no nos debía limitar y nos sugería que la evangelización debe ser anunciada a todos, ricos y pobres. Claro que todos estuvimos de acuerdo, pero todos también reconocimos que el Evangelio cuando es anunciado con verdad y valentía provoca una conversión y una nueva forma de mirar el mundo que hace que aun los ricos cuando abren el corazón, se conviertan en verdaderos pobres.

El ejemplo de Zaqueo que hoy nos presenta San Lucas es más que evidente. Un cobrador de impuestos, que solamente quería ver a Jesús, cuando le permite entrar en su casa y en su corazón cambia toda su forma de vivir. Se discute cuánto dinero tendría y cómo sería su conversión. Lo importante es que dejó entrar a Jesús. La forma de su cambio son condiciones y actitudes que el mismo Zaqueo se impone comprometiéndose a desprenderse de buena parte de sus bienes a favor de los pobres.

Cuando Jesús viene a habitar en nuestra casa nos impone la exigencia de cambiar de vida. Cuando lo recibimos realmente en nuestro corazón, asumimos ante Él un compromiso con los más pequeños y tendremos que defender la verdad y la justicia, empezando por revisarnos nosotros mismos. Hoy es un buen día para buscar oportunidad de encontrarnos a Jesús, no sé si debamos subir a un árbol o bien debamos, levantar un poco la cabeza de donde andamos “clavados”, para descubrir a Jesús que pasa. Invitémoslo a nuestra casa, así como está: con sus sitios acogedores, con sus descuidos y con sus silencios.

Que Jesús hoy nos hable muy cerca a nuestro corazón y que con sus palabras nos llenemos de aliento para transformarnos desde nuestra propia realidad. Te deseo un día muy lleno de la presencia de Jesús.