de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas
24 Noviembre
Andrés Dunc-Lac y compañeros mártires.
Daniel 2,31-45:“Dios hará resurgir un reino que jamás será destruido y que aniquilará todos los reinos”, Interleccional Dn 3,57-61:“Bendito seas para siempre, Señor”, San Lucas 21,5-11: “No quedará piedra sobre piedra”
Nuestro estado de Chiapas está lleno de vestigios arqueológicos impresionantes. A pesar de los siglos y del avance vertiginoso de la selva, aún pueden descubrirse obras maravillosas de una civilización poderosa que en cada ciudad fue teniendo sus años de esplendor. Contemplamos estas maravillas con admiración pero queda en nuestro interior una pregunta: ¿Dónde y por qué terminó esta cultura tan magnifica? ¿Qué la llevó a su destrucción y al silencio? Igualmente cuando contemplamos las obras maravillosas de nuestro siglo, que merecen los más grandes elogios, llega a nosotros la misma pregunta: ¿Hasta cuándo va a durar?
Para los judíos no había obra más importante y significativa que el Templo de Jerusalén: era el único templo para los judíos, era el centro tanto religioso como político y social. Por eso cuando los judíos escuchan que de esta maravilla no quedará piedra sobre piedra, que todo será destruido, no solamente se está hablando de una obra material, sino de algo más importante para ellos. Pero el anuncio y la profecía no se limitan a aquellos tiempos, hoy también nos habla Jesús de que todo lo material tendrá que pasar y que no quedará piedra sobre piedra.
Nuestras catedrales religiosas y nuestras “catedrales” económicas, los centros de sabiduría y los centros del poder, todo pasará. Y el Maestro nos advierte que en esos momentos no debemos perder la paz y buscar lo único importante: su palabra y el amor del Padre. Desgracias, calamidades, guerras y crisis económicas las habrá siempre y por los siglos, pero Cristo nos anima a que no perdamos la cabeza ni nos dejemos invadir por la angustia y el miedo.
Los cristianos mantenemos firme la esperanza en que la vida triunfará sobre todas las formas de muerte; y para quien vive con la esperanza de la resurrección, la muerte juega otro papel, quizás de menor importancia, porque la vida está por encima de ella. Ya no tememos a las estructuras que generan muerte, porque tenemos fijos nuestros ojos en el Señor de la vida. En este día revisemos qué nos sostiene y anima en nuestra vida diaria. Veamos a Jesús que camina a nuestro lado y sintamos su presencia salvadora.