La Inmaculada Concepción de María

de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas

8 diciembre

La Inmaculada Concepción de María

AUDIO

Gen 3, 9-15.20: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya”, Salmo 97: “Cantemos al Señor un cántico nuevo, pues ha hecho maravillas”, Efesios 1,3-6.11-12: “Dios nos eligió en Cristo, antes de crear el mundo”, San Lucas 1,26-38: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”

Hoy iniciamos el Año jubilar de la Misericordia. Hoy el Papa abre la puerta santa y todos nosotros nos ponemos en sintonía buscando el rostro misericordioso de Dios y empapándonos de la misericordia: misericordia que disfrutamos, misericordia que damos.

Ha escogido el Papa una fiesta importante y llena de sentido para iniciarlo: la fiesta de la Inmaculada Concepción, una fiesta que sitúa ante la misericordia de Dios a quienes tenemos que recorrer el camino difícil de la lucha entre el bien y el mal. El Génesis nos pone en el marco de herida que nos ocasiona todo pecado al mostrarnos el primer pecado del hombre, nos descubre la base de todo pecado, la ambición del hombre y el deseo de hacerse dios, y las consecuencias perjudiciales y negativas que le ocasiona. Pero al mismo tiempo nos manifiesta la Misericordia de Dios que nos es fiel y constante. Todo hombre lleva en su interior esta difícil lucha. Se corre el riesgo de perder la esperanza descubriendo el enorme poder del mal en nuestro mundo y aún en nuestro interior.

La fiesta de la Inmaculada Concepción nos da una sólida esperanza de que podemos vencer en esta lucha. María fue preservada del pecado, en virtud de la Resurrección de Jesús, y así también nosotros, aunque hemos vivido en el pecado, tenemos la seguridad que podremos superarlo y vencerlo gracias al triunfo de Jesús. Las palabras de consuelo del ángel a María, son para nosotros: “No teman”.

Nuestra seguridad de vencer este temor no se basa en los propios méritos o fortalezas, sino en el gran amor y la gran misericordia del Señor Jesús. No son invitación a quedarnos cruzados de brazos mientras Él vence al mal, sino una invitación a un esfuerzo solidario para hacer triunfar el bien. Así mientras alabamos a María por su inmaculada concepción, iniciamos el Año de la Misericordia y nos comprometemos a una lucha firme contra todas las manifestaciones de una cultura de pecado y de muerte. No temas porque la misericordia de Dios es eterna.