Mario Espinosa Contreras
Obispo de Mazatlán
El domingo 13 de diciembre, en la Catedral de Roma – San Juan de Letrán – y en todas las Catedrales de mundo, abriremos la Puerta Santa, la Puerta de la Misericordia, iniciando de esa manera el Jubileo Extraordinario de la Misericordia, que finalizará el Domingo de Cristo Rey de 2016.
Damos gracias a Dios Padre Misericordioso, por esta hermosa oportunidad, de un Año Santo, donde se nos invita a profundizar más en la valoración y amor a nuestro Dios, Uno y Trino, que es misericordioso, y a disponernos a vivir más la misericordia entre nosotros.
S.S. Juan Pablo II nos expresaba que la misericordia es “el atributo más estupendo del Creador y del Redentor” (Dives in misericordia 13), y por ello nos ama infinita y universalmente, se goza en nuestra fidelidad, nos sostiene en ella, y cuando lo ofendemos a Él, cuando pecamos y afectamos al prójimo, él siempre misericordioso nos perdona y rehace en nosotros nuestra dignidad disminuida de hijos de Dios.
Nuestro Santo Padre Francisco, en el Año de la Misericordia, además de contemplar y gozar la bondad divina, nos exhorta a empeñarnos como Iglesia, en tener un lenguaje y unos gestos de misericordia, y que nuestras parroquias, asociaciones, movimientos y familias, sean un “oasis de misericordia” (cf. Misericordiae vultus 12).
Los signos de este Jubileo son:
- La peregrinación: peregrinar a nuestra Catedral, como una manifestación que en este mundo somos peregrinos, que nos disponemos con compromiso y sacrificio, a ser beneficiados por la misericordia recibida de Dios y de parte nuestra a quererla expresar con el prójimo,
- La Puerta de la Misericordia: las Puertas de todas las Catedrales del orbe nos recuerdan, que Jesús nos dice “Yo soy la Puerta” (Jn 10, 7), y que traspasar la Puerta Santa es proclamar que nos orientamos a que Jesucristo, con la unción del Espíritu Santo, sea nuestro camino, nuestra verdad y nuestra vida para llegar a la casa del Padre, y que trataremos de ser misericordiosos con los demás.
- La Indulgencia: nuestros pecados incluso perdonados con el sacramento de la Reconciliación, tienen consecuencias que afectan a personas o a la sociedad, y la gracia extraordinaria del Jubileo “la Indulgencia Plenaria”, nos purifica de esas consecuencias o culpas; y es una gracia en beneficio propio o que podemos ofrecer por los difuntos. Para obtener la Indulgencia Plenaria se requieren: 1. Estado de gracia. 2. La peregrinación a la Catedral; excepto en el caso de los enfermos, ancianos o impedidos. 3. Participar en la Sagrada Eucaristía o en el santo Rosario, o en una Hora Santa, o en un vía crucis, o realizar oración prolongada personal o comunitaria ante el Santísimo Sacramento. 4. Orar por el Santo Padre y por sus intenciones.
- Realizar las Obras de Misericordia Corporales: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir a desnudo, ser hospitalarios, asistir a los enfermos, visitar a los presos, participar en velorios y entierros. Vivir las Obras de Misericordia Espirituales: dar consejo al que lo necesita, enseñar al que no sabe, corregir al que yerra, consolar al triste, perdonar las ofensas, soportar con paciencia a las personas molestas, rogar a Dios por los vivos y los difuntos.
Con el favor divino, se inicia esta oportunidad extraordinaria, donde el Señor nos llama a mejorar nuestras vidas en la dimensión de la misericordia, a convertirnos a la comunión con el Señor y ala fraternidad con cricorrnosnuestras vidas en la dimensite,perdonar las ofensas, adre, y que trataremos de ser misericorñor y a la fraternidad con todos. Que este tiempo favorable no pase desapercibido para ninguno de nosotros. Todos, sacerdotes, diáconos, religiosas, laicos y seminaristas, vivamos con entusiasmo y decisión el Jubileo Extraordinario de la Misericordia.
El domingo 13 de diciembre a las 8:30 a.m. nos reuniremos en la confluencia de las calles Luis Zúñiga y Aquiles Serdán, y partiremos en peregrinación hacía nuestra Catedral Basílica, para abrir la Puerta de la Misericordia y para constituir inaugurado entre nosotros el Año de la Misericordia. A partir de este acontecimiento podremos obtener con las condiciones debidas la Indulgencia Plenaria.
Que nuestra vida renovada, sea un himno de alabanza a Dios Padre, a Jesucristo y al Espíritu Consolador, y sean ellos nuestra fuerza y nuestra luz. Que nuestra Señora de la Inmaculada Concepción nos acompañe con su oración y suplica. Deseándoles todo bien en el Señor quedo de ustedes afectísimo servidor en Jesucristo.