de Mario Espinosa Contreras
Obispo de Mazatlán
En Los Miserables de Víctor Hugo, se nos presenta un testimonio elocuente de misericordia, cuando aquel presidiario por 19 años, llega a una población donde todos lo rechazan, nadie ni pagando lo hospedan, va y toca la puerta de la casa episcopal, y el venerable Obispo lo recibe, le comparte su mesa, lo aloja en una recamara, y aquel prófugo abusando de tanta hospitalidad roba unos enseres de plata y se aleja sin despedirse ni dar las gracias. Los gendarmes lo aprehenden, lo llevan a la casa del Señor Obispo a regresar lo robado, sin embargo, el Prelado lleno de espíritu cristiano, les afirma que él le regalo los objetos, incluso le dice que olvido llevarse unos candelabros, y se los entrega.
Este gran gesto de misericordia, favoreció que el presidiario reflexionara y cambiara sus actitudes, conducta y vida, y que en adelante se condujera como un hombre honorable y responsable. La misericordia que experimentó aquel hombre le propició la vida nueva. Así es la misericordia, rehace, renueva, reconstruye, motiva y alienta.
La manifestación de misericordia más espléndida que Dios nos ha concedido, ha sido realidad “cuando llegó la plenitud de los tiempos, y Dios envió a su propio Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo el dominio de la ley, para liberarnos del dominio de la ley y hacer que recibiéramos la condición de hijos adoptivos de Dios” (Gál. 4, 4 – 5).
Jesucristo es la máxima expresión de bondad y misericordia divina, “su persona no es otra cosa sino amor. Un amor que se dona y se ofrece gratuitamente. Sus relaciones con las personas que se le acercan dejan ver algo único e irrepetible. Los signos que realiza, sobre todo hacia los pecadores, hacia las personas pobres, excluidas, enfermas y sufrientes llevan consigo el distintivo de la misericordia. En Él todo habla de misericordia. Nada en Él es falto de compasión”. (Misericordiae vultus 8).
En este tiempo venturoso de Navidad, damos gracias a Dios nuestro Padre, por su gran amor manifestado en Jesucristo, y que con gracia salvadora de Él, en unión con el Espíritu Santo, nos libera del pecado, de todo mal, y nos puede hacer hombres y mujeres nuevos.
También le rogamos a nuestro Dios Uno y Trino, que nosotros nos abramos a su amor y misericordia, que nos esforcemos en ser misericordiosos con los demás, lejos del egoísmo y la insensibilidad al dolor y sufrimiento humano, lejos de la dureza ante los agravios recibidos, y que más bien nos dispongamos a vivir la caridad, la generosidad, el servicio, el perdón y la reconciliación. Así configuraremos hogares llenos del amor de Dios, y lo reflejaremos en sentimientos y acciones de benevolencia y misericordia, con quienes laboramos, y con quienes nos encontramos en el camino de nuestra existencia.
Que Cristo que es el rostro del la misericordia del Padre, sea nuestra fuente de vida y nuestra inspiración en aras de hacer el bien al prójimo. Que Él bendiga abundantemente sus personas, sus hogares, sus trabajos, sus comunidades, sus pueblos, y que el favorable Año Jubilar Extraordinario de la Misericordia, sea una oportunidad bien asumida de ser discípulos y misioneros de la misericordia divina. Que así sea. ¡Feliz Navidad y Feliz Año Jubilar 2016!