Lecturas del jueves, cuarta semana de adviento, ciclo C

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Jue, 2015-12-24

I. Contemplamos la Palabra

Lectura del segundo libro de Samuel 7,1-5.8b-12.14a.16:

Cuando el rey David se estableció en su palacio, y el Señor le dio la paz con todos los enemigos que le rodeaban, el rey dijo al profeta Natán: «Mira, yo estoy viviendo en casa de cedro, mientras el arca del Señor vive en una tienda.»
Natán respondió al rey: «Ve y haz cuanto piensas, pues el Señor está contigo.»
Pero aquella noche recibió Natán la siguiente palabra del Señor: «Ve y dile a mi siervo David: "Esto dice el Señor: ¿Eres tú quien me va a construir una casa para que habite en ella? Yo te saqué de los apriscos, de andar tras las ovejas, para que fueras jefe de mi pueblo Israel. Yo estaré contigo en todas tus empresas, acabaré con tus enemigos, te haré famoso como a los más famosos de la tierra. Daré un puesto a Israel, mi pueblo: lo plantaré para que viva en él sin sobresaltos, y en adelante no permitiré que los malvados lo aflijan como antes, cuando nombré jueces para gobernar a mi pueblo Israel. Te pondré en paz con todos tus enemigos, y, además, el Señor te comunica que te dará una dinastía. Y cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré su realeza. Yo seré para él padre, y él será para mi hijo. Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá por siempre."»

Sal 88 R/. Cantaré eternamente tus misericordias, Señor

Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dije: «Tu misericordia es un edificio eterno,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad.» R/.

Sellé una alianza con mi elegido,
jurando a David, mi siervo:
«Te fundaré un linaje perpetuo,
edificaré tu trono para todas las edades.» R/.

Él me invocará: «Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora.»
Le mantendré eternamente mi favor,
y mi alianza con él será estable. R/.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 1,67-79:

En aquel tiempo, Zacarías, padre de Juan, lleno del Espíritu Santo, profetizó diciendo: «Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas. Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán. Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días. Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados. Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.»

II. Compartimos la Palabra

Los designios de Dios

«Cuando David se estableció en su palacio y el Señor le dio paz con todos los enemigos…»
Parece como que el profeta nos quiere decir que: cuando la paz llena nuestro corazón, nuestra vida, es cuando somos capaces de pensar en Dios, de reconocer lo que Él hace por nosotros, y, de escuchar lo que Él desea de nosotros.

David quiere ser generoso con Dios y construirle una “Casa”. Pero Dios le responde con una generosidad divina y eficaz, con promesas trascendentales.

Yahvé hará que su pueblo no lleve, en adelante, vida seminómada, porque Él lo afincará definitivamente en Palestina, donde echará raíces y vivirá en paz y con prosperidad.

Dios promete a David la continuidad del Reino entre sus descendientes, a los cuales les tendrá el afecto que un padre siente por cada uno de sus hijos.

Dios hace un pacto con David.

Yahvé reconoció el anhelo de David, y le prometió que el Rey y el Reino por excelencia, vendrían de su descendencia. Este Rey y este Reino es Cristo y el Reino eterno de Dios, su Padre.

Dios no nos pide que le construyamos una casa para que nos reunamos con Él.

Esta “Noche Buena” se hará visible que Dios «acampa e instala su tienda, aquí, entre nosotros».

En lugar de reunirse con el hombre en una tienda endeble, hecha de lino, Dios se reunió con el hombre en una tienda hecha de carne y hueso, es decir en un cuerpo humano.

Dios vino a la tierra y se identificó con nosotros.

Dios nos recuerda lo que ha hecho, y, sigue haciendo, por nosotros, y lo que, si le escuchamos y obedecemos, lo que hará con nosotros.

Podemos preguntarnos:

¿Soy consciente de que en mi vida la iniciativa la toma Dios?
¿Mi alma es Templo de Dios?

Nos visitará el sol que nace de lo alto

«Zacarías lleno del Espíritu Santo», es esta plenitud de Espíritu la que lleva a Zacarías a profetizar, a hablar movido por la acción de Dios, a entonar un himno individual, con el que celebra los beneficios de Dios a favor de su pueblo.

La redención que Zacarías profetiza es la realización de la promesa que Dios hizo a Abraham, y que María proclamó en el Magníficat.

El Espíritu de Dios ilumina a Zacarías sobre la misión de su hijo y sobre el futuro que con él se anuncia.

Zacarías alaba a Dios con citas del Antiguo Testamento, pero que están dotadas de nuevo contenido pues:

• por una parte es un cántico escatológico que anuncia los grandes hechos de Dios a favor de los hombres, y,
• por otra parte es un cántico natalicio que formula parabienes por el día del nacimiento del niño, y, anuncia la misión de este niño cuando sea ya mayor.

La respuesta humana a las obras de Dios no puede ser sino la alabanza de Dios.

Dios escogió a Israel entre todos pueblos de la tierra, como pueblo de su propiedad, lo ha guiado con especial amor, y lo ha destinado a ser una bendición para todos los pueblos.

Dios quiere intervenir en la historia de su pueblo aportando la salvación por medio del Mesías. Juan preparará su venida y su obra salvadora y redentora.

Alborea ya el tiempo mesiánico, el pueblo empieza a palpar la misericordia con que Dios se interesa por su pueblo.

Por la misericordia de Dios “mañana” a todos nos despertará “la Aurora de lo alto”: EL MESÍAS.

Podemos preguntarnos:

¿Cuál es mi aportación a la obra salvadora de Dios?
¿Espero ser iluminado por el SOL que nace de lo alto?

Monjas Dominicas Contemplativas
Monasterio de Santa Catalina de Siena (Paterna)