Lecturas del sábado, octava de Navidad, ciclo C

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Sáb, 2016-01-02

I. Contemplamos la Palabra

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 2,22-28

¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Ése es el Anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo el que niega al Hijo tampoco posee al Padre. Quien confiesa al Hijo posee también al Padre. En cuanto a vosotros, lo que habéis oído desde el principio permanezca en vosotros. Si permanece en vosotros lo que habéis oído desde el principio, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre; y ésta es la promesa que él mismo nos hizo: la vida eterna. Os he escrito esto respecto a los que tratan de engañaros. Y en cuanto a vosotros, la unción que de él habéis recibido permanece en vosotros, y no necesitáis que nadie os enseñe. Pero como su unción os enseña acerca de todas las cosas –y es verdadera y no mentirosa– según os enseñó, permanecéis en él. Y ahora, hijos, permaneced en él para que, cuando se manifieste, tengamos plena confianza y no quedemos avergonzados lejos de él en su venida.

Sal 97 R/. Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.

El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R/.

Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R/.

Lectura del santo evangelio según san Juan 1,19-28

Éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan a que le preguntaran: «¿Tú quién eres?»
Él confesó sin reservas: «Yo no soy el Mesías.»
Le preguntaron: «¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?»
Él dijo: «No lo soy.»
«¿Eres tú el Profeta?»
Respondió: «No.»
Y le dijeron: «¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?»
Él contestó: «Yo soy la voz que grita en el desierto: "Allanad el camino del Señor", como dijo el profeta Isaías.»
Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: «Entonces, ¿por qué bautizas si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?»
Juan les respondió: «Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.»
Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.

II. Compartimos la Palabra

Quien confiesa al Hijo posee también al Padre

A los que se oponen a Cristo de una u otra manera la carta de Juan los califica de anticristos, ya que manifiestan una fe insuficiente al no aceptar la encarnación del Hijo de Dios. En esta categoría se incluyen también aquellos que confunden a Cristo con el propio pensar y querer, como si Cristo fuera una realidad a diseñar al capricho de nuestra semejanza. Porque no pocas veces diseñamos un Dios que no tiene que ver nada con la Palabra hecha carne, con la Palabra que nos sumerge en el misterio de amor redentor y en la experiencia de un Dios que es Padre enamorado de todos sus hijos. Y el texto nos dice que negar al Hijo es negar al Padre, pues éste no puede darse desconectado de quien nos lo ha dado a conocer acampando entre nosotros. Los caminantes y seguidores de Jesús tomamos buena nota de este texto para estar más identificados cada día con el Padre y el Hijo, animados por el Espíritu; somos, en esencia, escuchadores de la Palabra y, en la acogida de la misma, perfilamos nuestra vocación cristiana. Por ahí debe discurrir nuestra experiencia de seguidores del Maestro.

En medio de vosotros hay uno que no conocéis.

Juan es un privilegiado testigo que da testimonio de la luz para que el camino de la fe quede expedito para todos los buscadores del rostro de Dios. Testigo excepcional que se autoasigna palabras del profeta Isaías (voz del que clama en el desierto…) para que el misterio de Jesús sea conocido y disfrutado por Israel, el pueblo de la larga espera. Claro está que Juan no es el Mesías ni desarrolla ningún cometido mesiánico, ni nada que se le parezca; Juan es la añeja voz de los profetas que actualiza el encanto de las promesas, que tanta esperanza suscitan. Entonces ¿por qué bautiza él?, le preguntan. Porque aquí está solo para preparar la venida del Señor –conversión ante Dios que vendría pronto a fortalecernos con el Espíritu Santo-. El argumento central de su mensaje es su certeza en Cristo que viene, indudable experiencia de fe. El Mesías no tardará en llegar, por eso lo más importante es permanecer atentos y, por el Espíritu, identificar a Aquel que viene; si así no fuera, perderíamos la mejor oportunidad de caminar en la luz y en la verdad.
Recordamos a dos grandes amigos, San Basilio Magno y San Gregorio Nacianceno, que compartieron, amén de la fe, formación, vida retirada en el desierto y episcopado, allá en el siglo IV; de los dos tenemos constancia de su rico y comprometido servicio al Pueblo de Dios por el camino de la espiritualidad monástica y de la teología.

¿Hacemos autocrítica de lo que expresamos cuando decimos Dios?
Como Pueblo de Dios ¿seguimos con fidelidad el guión según el cual somos solo voz de la Palabra que salva?

Fr. Jesús Duque O.P.
Convento de San Jacinto (Sevilla)