2015 - 2016

de Rodrigo Aguilar Martínez
Obispo de Tehuacán

2015 – 2016

Nos encontramos en la coyuntura de un año que termina y otro que inicia.

Una noche y una mañana como tantas otras… pero también tan especial, tan única. Dejémonos cautivar por su significado. Mucho se puede decir y hacer. Vayamos a aspectos fundamentales, trascendentes, que evoquen nuestros anhelos, nuestros ideales.

Primero, DEMOS GRACIAS por el año que termina. Demos gracias a la vida, a muchas personas y acontecimientos, sobre todo a Dios Padre misericordioso. No nos cansemos de ser agradecidos, expresándolo con hondura y regocijo. Que la fe nos lleve a dar gracias en la oración, especialmente en la Eucaristía, mejor si se puede ganar la indulgencia plenaria.

Algo delicado pero importante: también demos gracias por las experiencias de dolor, de frustración, de adversidad; porque nos hacen recapacitar en la fragilidad humana y en la necesidad de Dios.

Segundo, PIDAMOS PERDÓN a la vida, a los demás, también a la creación y sobre todo a Dios, por el mal uso que hemos dado de los múltiples dones recibidos. Seamos conscientes y humildes, hay mucho de qué pedir perdón. Hacer esto no nos rebaja, sino que nos ennoblece, porque es camino de conversión.

Sobre todo pidamos perdón con la confianza de que Dios es Rico en Misericordia y también muchos familiares o compañeros en torno nuestro quieren ser misericordiosos como el Padre.

De modo que, tercero, renovemos la CONFIANZA Y ESPERANZA de que puede haber un mañana mejor, corrigiendo lo negativo e incrementando lo positivo. Cristo Jesús –el Niño de Belén- se ha hecho hombre y se queda con nosotros para que tengamos vida y sea en abundancia.

Con esta disposición iniciemos el año nuevo 2016. Entremos de lleno en el AÑO DE LA MISERICORDIA. Cultivemos asiduamente el ser MISERICORDIOSOS COMO EL PADRE: Compartiendo lo que somos y tenemos con otros que tienen poco o nada en alimento, casa, ropa, vida digna, posibilidad de estudio, de trabajo.

No nos cansemos de hacer el bien, de amar entrañablemente, incondicionalmente, con ternura, paciencia.

No nos cansemos de sembrar, de caminar juntos.

Seamos familia unida, en un hogar que acepta y potencia a cada uno y a todos; también seamos familia en el trabajo y en todo tipo de proyectos para el bien común.

No nos cansemos de soñar, con los pies firmes en la tierra y el corazón en el cielo; confrontando la realidad con valentía y esperanza, sin dejar de sugerir y dar el siguiente paso con decisión y creatividad. Cristo Jesús nos recuerda que Dios Padre quiere que demos mucho fruto.