Lecturas del jueves, quinta semana del tiempo ordinario, ciclo C

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Jue, 2016-02-11

I. Contemplamos la Palabra

Lectura del libro del Deuteronomio 30,15-20:

Moisés habló al pueblo, diciendo: «Mira: hoy te pongo delante la vida y el bien, la muerte y el mal. Si obedeces los mandatos del Señor, tu Dios, que yo te promulgo hoy, amando al Señor, tu Dios, siguiendo sus caminos, guardando sus preceptos, mandatos y decretos, vivirás y crecerás; el Señor, tu Dios, te bendecirá en la tierra donde vas a entrar para conquistarla. Pero, si tu corazón se aparta y no obedeces, si te dejas arrastrar y te prosternas dando culto a dioses extranjeros, yo te anuncio hoy que morirás sin remedio, que, después de pasar el Jordán y de entrar en la tierra para tomarla en posesión, no vivirás muchos años en ella. Hoy cito como testigos contra vosotros al cielo y a la tierra; te pongo delante vida y muerte, bendición y maldición. Elige la vida, y viviréis tú y tu descendencia, amando al Señor, tu Dios, escuchando su voz, pegándote a él, pues él es tu vida y tus muchos años en la tierra que había prometido dar a tus padres Abrahán, Isaac y Jacob.»

Sal 1 R/. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor

Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche. R/.

Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin. R/.

No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal. R/.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 9,22-25:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.»
Y, dirigiéndose a todos, dijo: «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se perjudica a sí mismo?»

II. Compartimos la Palabra

Elige la Vida y vivirás

La oración colecta de la Eucaristía de este día nos adentra en la eterna y misericordiosa corriente del amor de Dios. Él, que es Amor, es para nosotros fuente de Vida y fin de nuestras vidas.

Cada circunstancia por pequeña que sea, por oculta que esté, es una invitación a ejercitar el maravilloso poder que todo ser humano tiene, el poder de elegir. Se nos invita a elegir y penetrar en la corriente del amor y a dejar a su vez que esta corriente empape todas las capas de nuestro ser, hasta llegar a la plenitud, la mutua inhabitación: nosotros en Él y Él en nosotros.

Elegir, elegir bien, elegir hacer el bien y perseverar en esta elección, es un desafío continuo, es una posibilidad de crecer a cada instante. Implica silencio para escuchar al Espíritu Santo, docilidad para seguir sus inspiraciones, perseverancia para no abandonar el camino ante las dificultades. Y, en el caso de no saber qué hacer, implica buscar un consejero adecuado, de esos que están “pegados” a Dios y que por connaturalidad con Él pueden enseñarnos a discernir y a elegir.

¡Todo esto nos supera! (¿Silencio…? en medio de tantas actividades y ruidos exteriores e interiores. ¿Docilidad…? cuando el que impone su criterio es el que “gana”. ¿Pedir consejo…? ¿Cuándo se ve la autosuficiencia como valor? ¿Perseverar…? Cuando la fidelidad no está de moda.) La clave la encontramos en la respuesta al salmo 1,1-4.6: ¡Confiar en el Señor! Porque Él nos llamó a la vida, porque se hizo Camino para llevarnos al Padre, porque es la Palabra que nos consuela, porque con su Espíritu nos defiende del Acusador que busca nuestra perdición.

Padecer, ser desechado, ser ejecutado ¡Resucitar!

El Verbo eligió entrar en nuestra realidad como hombre y seguir haciendo lo que hacía en el seno de la Trinidad. Eligió amar siempre. Amar hasta el extremo, dar su vida por nosotros.

Elegir la vida es elegir amar siempre. Amar cuando se está padeciendo (juicios injustos, enfermedad, desempleo, pobreza…) Amar cuando se es desechado (calumniado, injuriado, olvidado…) Amar cuando nos hieren y hasta cuando nos están matando (perdonar y justificar a los que nos dañan…) Amar en estas circunstancias es empezar a vivir la resurrección que se nos dará en plenitud al final de los tiempos. Es estar y padecer en el presente anclando el corazón, la mente y los sentimientos en la promesa de Dios.

Sólo el Espíritu Santo puede cambiar en nuestra mentalidad el concepto de felicidad. Por lo general, para el común de los mortales, felicidad equivale a disfrutar y que todo vaya bien; Él nos adentra en el corazón del Siervo y nos hace gustar la felicidad “pegándonos “a Él, haciendo que los misterios de su vida se prolonguen en las nuestras.

Monjas Dominicas Contemplativas
Monasterio Stma. Trinidad y Sta. Lucia (Orihuela)