celebración del día de la familia, oportunidad para comprometernos en la educación y la paz.

de Carlos Garfias Merlos
Arzobispo de Acapulco

NOMBRAMIENTO DE NUEVOS PARROCOS Y SERVICIOS DIÓCESANOS

En los meses de febrero y marzo, he realizado el nombramiento de nuevos párrocos, del nuevo vicario regional de la Costa Chica y del responsable de la pastoral social de la Diócesis. Quiero agradecer infinitamente el servicio prestado a los anteriores párrocos y sacerdotes. Les deseo lo mejor en sus nuevas responsabilidades pastorales y les ofrezco mis oraciones y acompañamiento.

Estos nuevos nombramientos obedecen a la intención concreta de seguir fortaleciendo el dinamismo misionero de las parroquias y la Diócesis: “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la auto preservación. La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad” (EG, 27).

He exhortado a los nuevos párrocos y a los sacerdotes que han asumido nuevas encomiendas a no resignarse frente a una realidad que parece inamovible; a no convertirse en funcionarios de lo divino ni empleados de Dios; a no caer en la rutina o en aquel falso principio de la pastoral que dice “siempre lo hemos hecho así”; no compliquemos demasiado las cosas a las personas sino más bien facilitémoslas. Hoy más que resulta urgente y necesario que volvamos a la centralidad del Evangelio y a su dinamismo misionero.

La celebración del día de la familia, oportunidad para comprometernos en la educación y la paz.

El primer domingo de marzo celebramos en México el “Día de la Familia”. Dicha celebración es una oportunidad para comprometernos en promover la educación y la paz. En el diagnóstico que hicimos en nuestro V Plan Diocesano de Pastoral, señalamos, entre otras cosas, que “en la familia se inicia el aprendizaje y la vivencia de los valores como el respeto, la solidaridad, la honestidad, la comprensión, el amor, la fe, etc. Es el espacio social en el que más se hacen notar los esfuerzos por mejores condiciones de vida y las amenazas que pesan sobre la sociedad misma. La familia es la institución social que hace los mayores esfuerzos por la integración, por salvaguardar el don de la vida y por una forma solidaria de convivencia”.

La celebración en México el Día de la Familia, es una oportunidad para considerar la necesidad de poner atención a lo que está sucediendo con nuestras familias mexicanas y a sus potencialidades. A pesar de los cuestionamientos que se han hecho a todas las instituciones, la institución familiar sigue siendo la institución más apreciada y valorada por los mexicanos, el espacio humano más cercano y solidario en los casos de sufrimiento.

Por un lado advertimos la gran carga de dolor que viven muchas familias de nuestra región al ser golpeadas por alguna de las formas violentas del crimen organizado y al sentirse en la orfandad por la falta de apoyo en el momento de la crisis, y de alguna manera la respuesta ineficaz por parte de las instituciones públicas. Por otra parte, muchas de nuestras familias viven en la zozobra por la pobreza extrema y están al borde de la desesperanza. Que importante reconocer que el espacio familiar sigue siendo la salvaguarda de la esperanza y es el lugar más confiable para refugiarse en las pruebas. Es la familia la que se esfuerza por la supervivencia de sus miembros, por la superación del dolor, por lograr la justicia necesaria y por mejorar las condiciones de vida.

Las familias necesitan la atención y el apoyo de todos, tanto de los gobiernos como de la sociedad civil, proteger la vida desde antes de nacer hasta su muerte natural, para el desarrollo de las personas y para sanar las dolencias que les aquejan. Como Iglesia estamos en el empeño de ofrecer nuestra aportación desde la pastoral familiar, para que la familia siga siendo comunidad de vida y amor, y ofrezca su aportación transformadora a la sociedad de nuestro tiempo.