“Dichosos los que crean sin haber visto”
Primera lectura: (Hechos 5,12-16)
Marco: Pertenece al conjunto llamado los sumarios en los que Lucas presenta una visión de conjunto de la vida de la comunidad primitiva y su crecimiento. El fragmento de hoy subraya especialmente el testimonio apostólico, sobre todo a través de signos y prodigios (como lo hacía Jesús) y la reacción de los que recibían el beneficio o de los que lo presenciaban.
Reflexiones
1ª) ¡El poder del resucitado se manifiesta a través de sus testigos y mensajeros!
Los apóstoles hacían muchos signos y prodigios en medio del pueblo. Los milagros son, ciertamente, manifestaciones visibles del poder liberador de Jesús pero también son expresiones y puntos de arranque para llegar a otra realidad más importante, es decir, la persona y la misión de Jesús mismo. Los apóstoles prolongan esta actuación de Dios. Pero con un matiz peculiar: expresan plástica y convincentemente la realidad de la resurrección de Jesús. Según nos informan los discursos kerigmáticos, las acciones extraordinarias constituyen una de las cuatro pruebas que los Apóstoles aportan para afirmar la resurrección de Jesús. En la comprensión hebrea del hombre, con la muerte desaparece toda capacidad de actuación. Pues bien, si los apóstoles realizan tales prodigios y signos en nombre de Jesús de Nazaret, quiere decir para aquellos hombres que Jesús no está muerto, sino vivo. Como quiera que la realidad de su muerte era incuestionable, la consecuencia era asombrosa: luego ha vuelto a la vida. Así habría que enfocar el poder taumatúrgico de los apóstoles. Y además estas acciones extraordinarias muestran plásticamente que la liberación alcanza a todos los hombres y a todo el hombre. Todo el hombre es invitado a la vida. También nuestros hombres y mujeres de hoy necesitan signos para que sea creíble y aceptable la resurrección de Jesús. Tendremos que buscar creativamente la manera mejor de alcanzarles también a ellos o que ellos entren en este círculo donde ya es posible la vida total y para siempre.
Segunda lectura: (Apocalipsis 1, 9-19)
Marco: El fragmento recoge la primera visión-vocación del profeta. El libro del Apocalipsis nos va a acompañar, como segunda lectura, durante toda la cincuentena pascual. Por eso es necesario recordar brevemente que este escrito pertenece a un género literario peculiar: a través de visiones, a veces desconcertantes y complejas en su interpretación, intenta afirmar algunas verdades fundamentales. Se recurre a ese modo de expresión para consolar en momentos difíciles y de persecución. El autor intenta mostrar o presentar al lector algunas verdades centrales: la Iglesia es perseguida como lo fue su Maestro y Señor (el Cordero degollado); en medio de la persecución es invitada a contemplar que el Cordero degollado está vivo ante el trono del Todopoderoso; por tanto, es posible mantener la fidelidad al Evangelio movidos por una gran esperanza.
Reflexiones
1ª) ¡Perseguido por el testimonio de Jesús!
Yo, Juan... estaba desterrado en la isla de Patmos, por haber predicado la palabra de Dios y haber dado testimonio de Jesús. El autor simboliza en cierto modo a toda la Iglesia que continúa y participa del destino de su Señor y Maestro. Jesús fue el primer mártir. Con esta presentación advierte a sus lectores que la vocación cristiana es martirial. La Iglesia entera está destinada en medio del mundo a mantener vivo este testimonio que autentifica su misión. Esto hace posible la auténtica y acrisolada esperanza que tiene como objeto un bien futuro posible, pero a la vez arduo, que requiere todo el apoyo por parte del Dios Omnipotente y una respuesta humana que se cimienta en la fortaleza, la constancia y la perseverancia. La esperanza cristiana es un don y una conquista acrisolada en la prueba y en la fortaleza. En nuestro mundo es necesario asumir esta tarea y misión para hacer creíble el Evangelio. La esperanza del bien futuro, que no es otro más que Dios mismo contemplado como la suma bondad que satisface los anhelos que tiene el hombre de bondad, belleza y felicidad, da sentido al itinerario que hay que seguir hasta conseguirlo.
2ª) ¡Cualidades del Jesús resucitado que le definen como verdadero hombre y verdadero Dios!
Vi siete lámparas de oro, y en medio de ella una figura humana. El simbolismo tiene una importancia singular en el ámbito apocalíptico. Entendemos por simbolismo “la propiedad que tienen las cosas materiales para evocar, natural o convencionalmente, realidades no materiales o ideas abstractas”. En el desarrollo de una visión apocalíptica, los detalles concretos adquieren un valor simbólico y son, por ellos mismos, una enseñanza. Para explicar las prerrogativas del ser misterioso que se aparece al vidente, el autor del Apocalipsis prefiere hacer una descripción visual; cada detalle de su vestimenta y de su persona corresponde a una prerrogativa distinta, según una simbología que nos es permitido encontrar por comparación con otros textos del Antiguo Testamento. Su dignidad sacerdotal está evocada por la larga túnica de lino; su poder real por la cintura de oro; sus cabellos blancos simbolizan su eternidad; el ardor de sus ojos evoca su conocimiento perfecto (o incluso su cólera); y sus pies de bronce su estabilidad. Las siete estrellas, figuran a los ángeles de las iglesias; pero si el Hijo del hombre las tiene en su mano derecha, quiere decir que están bajo su poder, ya que la mano derecha simboliza el poder en todo el mundo cultural oriental. Finalmente, la espada afilada que sale de su boca no es otra cosa que los decretos dirigidos contra los fieles que se han desviado del camino recto. El hombre moderno vive inmerso en una sociedad en la que tienen especial importancia las imágenes, los colores, lo visual. No es posible representar lo sobrenatural de una manera adecuada. Por eso hay que recurrir al simbolismo que lo hace perceptible. Es una forma pedagógica de hablar de realidades que nos desbordan.
Evangelio: (Juan 20,19-31)
Marco: Seguimos proclamando el evangelio de Juan.
Reflexiones
1ª) ¡Jesús se hace presente y se identifica: fuente de la verdadera alegría!
Estaban con las puertas cerradas por miedo a los judíos. En esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros. Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado... Y los discípulos se llenaron de alegría. Sólo en el marco descrito anteriormente se comprende lo sorprendente de la aparición de Jesús para los discípulos. Y es Jesús quien toma la iniciativa de acercarse a los suyos. El saludo y la presencia representan la respuesta a los que habían de ser sus testigos por todo el mundo. Jesús comienza por relacionar su situación actual con la anterior. Era necesaria esta identificación. El que vivió realmente en esta historia nuestra y murió en un aparente fracaso, ahora está vivo, vencedor de la muerte. El crucificado y el resucitado son el mismo; esta identificación asegura la continuidad del proyecto de Dios y es el fundamento de la fe cristológica y de la oferta sincera de salvación hecha por Dios. Paz y alegría son resultado del acontecimiento pascual. Sabemos que la esperanza engendra alegría. La alegría es un motivo que aparece repetidamente en las apariciones del resucitado. La alegría que es un bien mesiánico que alcanza al hombre porque Dios mismo quiere al hombre feliz. La resurrección responde, de este modo, a otro de los anhelos más profundos del hombre que es la necesidad de felicidad auténtica. Una alegría que, en el estadio de peregrinación, la Iglesia habrá de simultanear con la persecución y las amarguras de las dificultades. Pero estará siempre presente como oferta del Cristo glorioso presente entre los hombres.
2ª) ¡Experiencia humana y fe en el resucitado: Dichosos los que creen!
No seas incrédulo, sino creyente. Contestó Tomás: ¡Señor mío y Dios mío! ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto. En la primera aparición no estaba Tomás con ellos. Cuando vuelve, los discípulos le comunican su experiencia, el encuentro con el Resucitado. Jesús está realmente vivo. Pero Tomás no lo cree, quiere experimentar, quiere palpar las señales de la muerte para entrar en las señales de la vida. Jesús se aparece de nuevo cuando están todos, incluso Tomás. Y se dirige a él y le afea la falta de fe en el testimonio de sus hermanos. Tomás experimenta y cree. Pero una cosa palpa y otra cree. Paradójicamente el acto de fe de Tomás es el más perfecto de todo el evangelio. En cierto modo, es la cima de todo el relato joánico que busca este acto de fe en la presencia de Dios en la humanidad: “la palabra se ha hecho historia en Jesús”. Tomás nos indica el camino para el encuentro de fe: a partir de la experiencia humana de Jesús es posible encontrarse con su verdadera identidad. Esta bienaventuranza es una respuesta a las preocupaciones de los cristianos de finales del s.I que preguntan al apóstol dónde apoyar su fe. Y el evangelista les recuerda que el camino es el Jesús real y humano. La fe entra así en el campo de las bienaventuranzas. Dichosos los que se fían del testimonio en favor de Jesús. Pero esta dinámica producirá siempre dificultades, porque los motivos de credibilidad quedan muy cortos ante la realidad a la que quieren conducir. Por eso se les declara felices a los que son capaces de superar la precariedad de los motivos de credibilidad y se abren a la acción y presencia del Espíritu para encontrarse realmente con Jesús resucitado.
Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)