¡POR LOS LAMENTABLES PROBLEMAS SOCIALES QUE SE ESTÁN VIVIENDO A NIVEL MUNDIAL! ES URGENTE UNA EVANGÉLICA VIVENCIA MORAL, PARA UNA MEJOR CONVIVENCIA SOCIAL

Vivimos en una sociedad pluralista, en donde las más diversas fuerzas e ideas se encuentran en enconada lid en torno al hombre. El maquinismo, la tecnología, los triunfos científicos, han producido en el hombre de hoy, orgullo y frialdad religiosa, restándole así, capacidad de vibración y resonancia y demasiada sensibilidad para lo trascendental y significativo. El hombre moderno, no ama a Dios, no piensa mucho en Dios, ni se ocupa mucho de Él. Todos los movimientos modernos como por ejemplo el existencialismo, el marxismo, el socialismo son esencialmente antropocéntricos, están volcados sobre el hombre, presentándose como doctrinas de salvación para el momento que vivimos. El hombre de hoy está interesado en forma apasionada, por el presente inmediato, que no por un futuro trascendental. La ilusión de considerar como valor absoluto lo técnico y lo material y por lo mismo sobrevalorar lo que carece de importancia, o por lo menos no merece tal atención y constituye la tragedia del hombre actual. Tomamos muy en serio banalidades y lo único necesario se nos escapa. Este cambio histórico que estamos viviendo, repercute en la esfera ética. La configuración ética social ha bajado mucho de su nivel. Por dar demasiada atención al desarrollo técnico-científico, se ha descuidado el desarrollo de los valores humanos y cristianos. ¿Qué piensa de las cantidades estratosféricas que las naciones desarrolladas gastan en armamento bélico, cantidad que sería suficiente y sobraría para alimentar a los pueblos hambrientos o subdesarrollados, legalizar el aborto y hacer publicidad a los anticonceptivos porque la familia pequeña vive mejor? Vivimos un mundo en donde en lugar de ensalzar el amor fraternal, se exalta y se induce por todos los medios de comunicación a la violencia, al sadismo, a la crueldad fomentando la absurda lucha de clases. En nuestra época se hace alarde de alto índice de cultura y civilización, pero pululan los secuestros, los aeropiratas, los asaltabancos, la drogadicción, el alcoholismo, la opresión de los dictadores que se salen con la suya a como dé lugar sin el más mínimo respeto a la persona de los gobernados.

Para una sociedad así, no hay salvación posible, sino mediante una completa renovación moral. Pero ésta, no puede llevarse a cabo, al margen de Cristo y del evangelio. Nada hay más urgente, como la Iglesia enseña que en el retorno a la práctica de la vida cristiana y por lo mismo siempre invita a que se mantenga a la altura de su sublime vocación, mediante una renovación de Costumbres. La Iglesia en su liturgia repite las palabras, con las que Cristo empezó su obra redentora. “Se ha cumplido el tiempo, conviértanse y crean en el mensaje de salvación”. Una proclama y una invitación porque Dios no quiere la muerte del pecador, sino su vida y ésta en plenitud. La Iglesia recuerda que la venida de Cristo no tiene otra causa que el amor y éste, encausado hacia el pecador. Jesús lo demostró, en el brocal del pozo de Jacob; en el banquete con Mateo, con Zaqueo, con Simón, en el templo cuando escribió en el suelo, etc.; su misión no es la de ejercer el poder divino, sino la de darnos a conocer el amor del Padre celestial. Este amor misericordioso, nos urge al arrepentimiento y a la renovación, para que el Señor nos dé un corazón nuevo y un espíritu nuevo, con el cual debemos educar las malas inclinaciones del cuerpo y vivir evangélicamente. Hay que despojarnos del hombre viejo y revestirse del nuevo, solo así tendremos una humanidad nueva.

La Iglesia invita a los hombres de buena voluntad a aplicarse con diligencia al progreso espiritual y como base de esto, está la conversión que empieza con el arrepentimiento. Actitud que tiene un doble aspecto. Uno negativo, que nos hace detener la marcha para mirar hacia el pasado y darnos cuenta que hemos desviado el camino y hemos dado pasos equivocados. Pero nos lamentamos de ello, reconocemos nuestros errores y los detestamos. El aspecto positivo, está orientado hacia el futuro y abre al hombre arrepentido un camino nuevo, que no podrá andar sino a precio de una sincera conversión, es decir de un retorno a la casa paterna que había abandonado. Por nuestra conversión debemos dar un cese al pecado y tomar una firme decisión de emprender la marcha de retorno. Si nuestra conversión se limita a puros remordimientos y dar la espalda de una manera estéril y enfermiza a las deficiencias del pasado, la estamos despojando de toda su potencia vital y liberadora. Vivir en el sólo arrepentimiento es estancarnos. Es necesario salir. No se trata tan solo de llorar, de avergonzarnos de las faltas pasadas, sino de abandonar la condición pecadora o situación de pecado. Pero no los puede realizar el hombre, sino es con la ayuda divina. “Sin mi nada pueden hacer” Y Jesús decía estas palabras precisamente refiriéndose al orden espiritual. “Nadie viene a Mí, si el Padre no lo llama; y nadie va al Padre sino por Mí”. El arrepentimiento y la conversión, son un don de Dios. Continuamente está llamando y esperando a los pecadores, como Padre que ama al hijo que quiere que viva para siempre. La bondad de Dios nos impele al arrepentimiento y a la renovación moral y así tener una convivencia social, más respetuosa y más tranquila; con mutuo respeto que nos lleva a no hacer a otro, lo que no queremos que nos hagan a nosotros. Y amar al prójimo como a uno mismo. ¡Arriba y adelante! En esta renovación moral, ética, desde el ambiente familiar. Ayudando a los hijos a esta superación ética. Porque el ambiente familiar es el origen de muchos de los factores constructores de la conducta humana. Ahí en el hogar empieza el desarrollo psíquico y moral del hijo, al que los padres deben ayudar y formar, para que el hijo sea una buena persona en este aspecto. Las crisis que se están viviendo desde la niñez, son consecuencia del ambiente familiar que se ha vivido. Por la violencia que hay en las escuelas de niños, en las calles y en ciertas colonias, la autoridad eclesiástica a nivel mundial, ha puesto los ojos en todos ellos, porque son el futuro de la sociedad civil y eclesiástica. Estos problemas son un grito de alerta, para que reflexionemos y trabajemos cada uno en su campo, por la formación moral de los niños, adolescentes, jóvenes y demás. Porque la situación social que estamos viviendo, frente a la moral evangélica es un verdadero laberinto, algo así como un desierto sin oasis. La vida moral se ha desvirtuado y el egoísmo ha tapado los ojos morales, impidiendo ver la panorámica de las violaciones a los derechos de los demás. No se entiende el deber que tenemos de ajustar nuestra vida a la doctrina evangélica que nos enseña y pide sentir y vivir el respeto a la dignidad humana, de los demás. Y no se podrá vivir una convivencia social buena, si no hay una buena educación moral, que debe empezar desde el hogar, que es un árbol con varias ramas y esta formación es la más robusta. ¡Reflexionemos!¡Arriba y adelante! En vivir con nuestras obras, la doctrina del Divino Maestro, que nos enseña una buena convivencia social pacífica y respetuosa para con los demás, que debemos amarlos como hermanos y como El, nos ama. Sin hacerles lo que no queremos que nos hagan a nosotros. ¡Ojalá y los terroristas y demás pensaran en esto y que no hagan, lo que no quieran que les hagan a ellos! Nadie quiere que lo maten, que lo roben o que destruyan su casa. El mensaje evangélico, nos pide que vivamos en paz y en fraternidad. Pero esos países y personas, que no viven el mensaje evangélico son un mar tempestuoso lleno de huracanes, que afectan a la humanidad; que está desesperadamente hambrienta de paz. Pero no de una paz cualquiera, de indiferencia para los demás, o la de una tregua entre dos contendientes o un equilibrio entre dos fuerzas contrarias. Sino una paz cristiana, evangélica que es fruto de una transformación moral, de la humanidad que exige una vivencia del evangelio. Porque se vive la paz que Cristo trajo a la humanidad, que la une como hermanos y no los mata, como está pasando en el mundo. ¡Vivamos la paz cristiana! Empezando en la familia, en la ciudad; y hagamos oración por la del mundo entero, porque es un deber universal. ¡Arriba y adelante!