de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas
25 Abril
I San Pedro 5, 5-14: “Los saluda mi hijo, Marcos”, Salmo 88: “Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor. Aleluya”, San Marcos 16, 15-20: “Prediquen el Evangelio a todas las creaturas”
Hoy recordamos a un gran santo que nos ha legado palabras y hechos de Jesús que nos dan vida. San Marcos, desde ya hace algunos años, es considerado como el primer evangelio que fue escrito y quienes se acercan a este evangelio se encuentran con un texto sencillo pero muy profundo. Es como tocar a Jesús en la sencillez de cada día, en lo rudimentario de un lenguaje, en la admiración de un discípulo. Sabemos que Marcos no “se inventó” el texto del evangelio, sino que ya circulaban entre las comunidades relatos de la vida y obra de Jesús, en especial de su Pasión.
Quien se acerca a su texto, descubre a un Jesús muy humano, con el dolor y con la esperanza de todos los hombres, pero desde el inicio mismo de su evangelio nos habla de Jesucristo, Hijo de Dios y al ponernos en contemplación de Cristo en la cruz, nos hace exclamar con el centurión: “Verdaderamente Éste era el Hijo de Dios”. Confesión de fe para comunidades que necesitan vivir de fe, certeza de que Jesús es Dios, conciencia de que camina junto al pueblo que sufre, son algunos de los rasgos que Marcos ofrece a la comunidad para sostenerse en la vida diaria.
El pasaje con que termina su evangelio y que es el que escuchamos en este día, coloca a los discípulos en contemplación de Cristo vivo, resucitado, que es elevado al cielo. Desde esta escena y experiencia, son enviados a llevar Buena Nueva a todos los pueblos, a todo el mundo, a todas las creaturas. Este tiempo pascual nos coloca a nosotros también en la experiencia y contemplación de Cristo vivo, pero no para quedarnos contemplando absortos a Jesús, sino para llevarlo a los lugares precisos donde nos encontramos. Las palabras de Jesús y su promesa de cuidado, la protección y acompañamiento en cada momento, son también para nosotros.
Hoy el mundo se desmorona en la desesperanza y la desilusión y necesita la Buena Nueva, no la nuestra, sino la de Jesús. Que San Marcos nos conceda traducir en hechos la Buena Nueva de Jesús para el mundo, que él nos anuncia en su evangelio.