de Rodrigo Aguilar Martínez
Obispo de Tehuacán
30 de abril
Felicidades, niños. Gocen su día. Pero no sólo este día. Gocen todos los días. Sean agradecidos por lo mucho que han recibido de sus papás, hermanos y demás familiares; también de otras personas, como catequistas, sacerdotes, religiosas, maestros y muchas personas más.
Hermanos adultos: demos muchas y constantes muestras de atención cariñosa, escucha y amor a los niños, siempre con limpieza de corazón. Hagámosles experimentarse amados para que, a su vez, amen con alegría y generosidad, de modo que vayan expresando el gozo de ser útiles a otras personas.
Pidamos a Dios por los niños que viven experiencias muy variadas de rechazo y maltrato físico, psicológico, moral. Si nosotros hemos actuado duramente para con ellos –la indiferencia puede encerrar mucha agresividad pasiva-, recapacitemos, pues estamos formando potenciales personas rebeldes y antisociales, potenciales delincuentes y criminales.
Por el contrario, que nuestra actitud hacia los niños sea de valoración y delicadeza, confiando en ellos, a fin de que ellos aprendan a confiar en sí mismos y, a su vez, a darse generosa y sanamente a los demás. Esto es clave para la restauración del tejido social, con mucho por hacer en la familia, la escuela y la parroquia.
Más aún, escuchemos a Jesús que nos convoca a “hacernos como niños para poder entrar en el Reino de los Cielos”: efectivamente, no somos dueños de nosotros mismos ni dueños de la vida de los demás; somos hijos a quienes Dios ama con ternura de Padre. Cultivemos la infancia espiritual, o sea la gratitud a Dios, de Quien hemos recibido lo que somos y tenemos.