I. Contemplamos la Palabra
Lectura del segundo libro de los Reyes 24,8-17:
Cuando Jeconías subió al trono tenía dieciocho años, y reinó tres meses en Jerusalén. Su madre se llamaba Nejustá, hija de Elnatán, natural de Jerusalén. Hizo lo que el Señor reprueba, igual que su padre. En aquel tiempo, los oficiales de Nabucodonosor, rey de Babilonia, subieron contra Jerusalén y la cercaron. Nabucodonosor, rey de Babilonia, llegó a Jerusalén cuando sus oficiales la tenían cercada. Jeconías de Judá se rindió al rey de Babilonia, con su madre, sus ministros, generales y funcionarios. El rey de Babilonia los apresó el año octavo de su reinado. Se llevó los tesoros del templo y del palacio y destrozó todos los utensilios de oro que Salomón, rey de Israel, había hecho para el templo según las órdenes del Señor. Deportó a todo Jerusalén, los generales, los ricos –diez mil deportados–, los herreros y cerrajeros; sólo quedó la plebe. Nabucodonosor deportó a Jeconías a Babilonia. Llevó deportados, de Jerusalén a Babilonia, al rey y sus mujeres, sus funcionarios y grandes del reino, todos los ricos –siete mil deportados–, los herreros y cerrajeros –mil deportados–, todos aptos para la guerra. En su lugar nombró rey a su tío Matanías, y le cambió el nombre en Sedecías.
Sal 78,1-2.3-5.8.9 R/. Líbranos, Señor, por el honor de tu nombre
Dios mío, los gentiles han entrado en tu heredad,
han profanado tu santo templo,
han reducido Jerusalén a ruinas.
Echaron los cadáveres de tus siervos
en pasto a las aves del cielo,
y la carne de tus fieles a las fieras de la tierra. R/.
Derramaron su sangre como agua
en torno a Jerusalén, y nadie la enterraba.
Fuimos el escarnio de nuestros vecinos,
la irrisión y la burla de los que nos rodean.
¿Hasta cuándo, Señor?
¿Vas a estar siempre enojado?
¿Arderá como fuego tu cólera? R/.
No recuerdes contra nosotros
las culpas de nuestros padres;
que tu compasión nos alcance pronto,
pues estamos agotados. R/.
Socórrenos, Dios, salvador nuestro,
por el honor de tu nombre;
líbranos y perdona nuestros pecados
a causa de tu nombre. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 7,21-29:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No todo el que me dice "Señor, Señor" entrará en el reino de cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Aquel día muchos dirán: "Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?" Yo entonces les declararé: 'Nunca os he conocido. Alejaos de mí, malvados." El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente.»
Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad, y no como los escribas.
II. Compartimos la Palabra
Sólo quedó la gente más pobre…
Podríamos preguntarnos si los deportados por el rey de Babilonia eran “insensatos”, es decir, un pueblo que escuchaba la Palabra de Dios y no la practicaba. No lo sabemos de cada uno en particular, de hecho, el profeta Ezequiel vivió en el exilio y fue un hombre justo. Lo que sí sabemos es que en Jerusalén quedaron los pobres.
¿Por qué Dios prefirió y prefiere a los pobres? ¿Para qué nos permite experimentar la pobreza?
La pobreza del pueblo era extrema, no tenían príncipes, ni reyes. No tenían nada valioso ni a nadie importante. El valor que les quedaba es ser pertenencia de Dios.
Es en la pobreza de bienes, de talentos, donde desde la confianza en la poderosa misericordia de Dios podemos rearmarnos como personas, como comunidades, como pueblo. Cuando la pobreza no nos centra en nosotros mismos sino que engendra esperanza en Dios, entonces comienza a ser bienaventuranza. Por supuesto que es un arduo camino de liberación el que va desde el experimentar que “me falta” la salud física o psíquica, el dinero necesario, la alegría, la paz, el trabajo etc.…hasta llegar a hacer de esa carencia, la morada de esperanza en donde Dios puede hacerse carne en mí; "Si alguien me ama, guardará mi Palabra; y Mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos con él morada”.
Amar a Dios y guardar su Palabra cuando estamos tristes, depresivos, sin trabajo, sin paz en el corazón, enfermos, refugiado ¡pobres! es lo que nos posibilita poner nuestro corazón en el Señor y hacer de Él nuestro tesoro.
¿Será por eso que el Señor permite la pobreza?
Edificar sobre roca
Hablar de edificar en tiempos de crisis es tarea aventurada y para pocos, y esto tanto en lo material (sólo los que tienen mucho dinero pueden hacerlo) como en lo espiritual. Sin embargo es justamente en la pobreza del espíritu, es decir, en el abandono en Dios, donde se encuentra uno con lo verdaderamente sólido: Jesucristo, “el amigo que nunca falla”, y con nuestra propia realidad que está más allá de nuestros defectos y hasta de nuestros pecados, que es ser sus imágenes y semejanzas suyas, llamadas a ser ¡hijos de Dios!... Hacer de la amistad con Él el fundamento de nuestra vida, de nuestras relaciones con los demás, de nuestras decisiones, es lo que nos da la firmeza de la Roca. Es en el ámbito de esa amistad donde vamos descubriendo, sin asustarnos, lo que realmente somos y lo que estamos llamados a ser.
Vendrán vendavales, tormentas, cruces, pobrezas las llamaba en el comentario a la primera lectura, pero si trabajo por morar donde Él mora en mí o, si ya moro con Él en el hondón del alma, nada de esto podrá quebrarme.
Ser amigo de Él es fruto de estar con Él, de escucharle, de contarle mis cosas y oír lo que me sugiere en su Palabra, en los hechos. Ser amigo de Él supone intentar día tras día poner en práctica lo que su Espíritu suscita en mi corazón.
¿Hago amistad con Cristo? ¿Es la roca firme de mi vida?
Monjas Dominicas Contemplativas
Monasterio Stma. Trinidad y Sta. Lucia (Orihuela)