Lecturas del viernes, 14ª semana del tiempo ordinario, ciclo C

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Vie, 2016-07-08

I. Contemplamos la Palabra

Lectura de la profecía de Oseas (14,2-10):

Así dice el Señor: «Israel, conviértete al Señor Dios tuyo, porque tropezaste por tu pecado. Preparad vuestro discurso, volved al Señor y decidle: "Perdona del todo la iniquidad, recibe benévolo el sacrificio de nuestros labios. No nos salvará Asiria, no montaremos a caballo, no volveremos a llamar Dios a la obra de nuestras manos. En ti encuentra piedad el huérfano." Yo curaré sus extravíos, los amaré sin que lo merezcan, mi cólera se apartará de ellos. Seré para Israel como rocío, florecerá como azucena, arraigará como el Líbano. Brotarán sus vástagos, será su esplendor como un olivo, su aroma como el Líbano. Vuelven a descansar a su sombra: harán brotar el trigo, florecerán como la viña; será su fama como la del vino del Líbano. Efraín, ¿qué te importan los ídolos? Yo le respondo y le miro: yo soy como un ciprés frondoso: de mí proceden tus frutos. ¿Quién es el sabio que lo comprenda, el prudente que lo entienda? Rectos son los caminos del Señor: los justos andan por ellos, los pecadores tropiezan en ellos.»

Sal 50 R/. Mi boca proclamará tu alabanza, Señor

Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa;lava del todo mi delito,limpia mi pecado. R/.
Te gusta un corazón sincero,y en mi interior me inculcas sabiduría.Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;lávame: quedaré más blanco que la nieve. R/.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro,renuévame por dentro con espíritu firme;no me arrojes lejos de tu rostro,no me quites tu santo espíritu. R/.
Devuélveme la alegría de tu salvación,afiánzame con espíritu generoso.
Señor, me abrirás los labios,y mi boca proclamará tu alabanza. R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (10,16-23):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «Mirad que os mando como ovejas entre lobos; por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas. Pero no os fiéis de la gente, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes, por mi causa; así daréis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Cuando os arresten, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en su momento se os sugerirá lo que tenéis que decir; no seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros. Los hermanos entregarán a sus hermanos para que los maten, los padres a los hijos; se rebelarán los hijos contra sus padres, y los matarán. Todos os odiarán por mi nombre; el que persevere hasta el final se salvará. Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra. Porque os aseguro que no terminaréis con las ciudades de Israel antes de que vuelva el Hijo del hombre.»

II. Compartimos la Palabra

“Conviértete al Señor, Dios tuyo”

La profecía de Oseas se cierra con un canto a la esperanza. El Señor pide a su pueblo que se convierta a él, que vuelva a él, que deje de andar por caminos que dejan el corazón herido y vacío. Él está dispuesto a perdonar todos los desvaríos de su pueblo. “Yo curaré sus extravío, los amaré sin que lo merezcan, mi cólera se apartará de ellos”. Así es el Dios que nos presenta Oseas. Y nos describe sus relaciones de Dios con el pueblo con lenguaje poético. “Seré rocío para Israel, florecerá como azucena… brotarán sus vástagos, como de olivo será su esplendor”.

El Dios, nuestro Padre Dios, que nos presenta Jesús va en esta misma línea y con más intensidad de amor y de perdón si cabe. No tenemos más que recordar al Padre del hijo despistado, al que perdona y acoge con un gran banquete con el alimento principal de su amor y perdón, y que es también el Padre del hijo mayor, al que hace recapacitar y le recuerda algo grande y lleno de ternura: “todo lo mío es tuyo”. Así se porta nuestro Padre Dios con todos y cada uno de nosotros.

“Os mando como ovejas entre lobos”

Jesús nos lo advirtió desde el principio. Ni lo suyo fue un camino de rosas, ni lo nuestro tampoco: “Os mando como ovejas entre lobos”. Jesús no cierra los ojos. Sabe de la bondad y de la maldad que anida en todo hombre y en toda mujer. Jesús no niega que el hombre pueda ser un lobo para el hombre. Envía a sus discípulos “como ovejas en medio de lobos”. Para ello, primero domestica a ese lobo, que también sus seguidores llevamos dentro, y nos convierte en ovejas. Después, nos manda a sus discípulos como ovejas en medio de lobos, con la sana intención de hacer discípulos suyos, ovejas, a todos los lobos. Se trata de ser discípulo, seguidor de Jesús, el que solo ama y nunca se rige por la agresividad, nunca es lobo…

Jesús, como Dios, es Amor, lo que supone, entre otras cosas, que nunca es un lobo para el hombre, un ser que busque el mal del hombre y sea agresivo con él. Dios es amor, no es un lobo. El hombre, imagen de Dios, es también amor, es oveja, pero también llevamos en nuestro interior la cizaña, la agresividad del lobo. Una vez que dejamos que Jesús, el amor, reine en nosotros, y que seamos ovejas, nos pide que hagamos ovejas de los lobos, los que se dejan guiar por la violencia, y se guíen por el amor y solo por el amor.

Para llevar a cabo esta misión, en el evangelio de hoy, Jesús nos pide a sus seguidores dos actitudes aparentemente contrapuestas. Nos pide ser no sólo sencillos como palomas, sino sagaces como serpientes. Es decir, que empleemos todos los talentos recibidos, todas nuestras luces y fuerzas, para anunciar debidamente el evangelio del amor, para convertir en ovejas a los lobos.

Fray Manuel Santos Sánchez
Real Convento de Predicadores (Valencia)