II Domingo de Pascua, Ciclo B

CATEQUESIS DE JESUCRISTO SOBRE LA RIQUEZA DE LA CELEBRACION DOMINICAL (Jn. 20, 19-31)
 
Toda la narración del Evangelio se realiza en el día de la Resurrección “estaban reunidos al anochecer del día de la Resurrección”, como el siguiente encuentro se celebra a los ocho días después, es decir el  domingo.

Con esto, San Juan quiere darnos a entender que Cristo resucitado se hace presente en toda reunión comunitaria, pero especialmente en el domingo: Jesucristo se aparece a sus discípulos para que crean que él es el Mesías, el Hijo de Dios resucitado, y para que creyendo en él, tengan vida en su nombre. Como lo escuchamos en la hermosa profesión de fe del Apóstol Tomás “¡Señor mío y Dios mío!”. Fe que nos lleva a amar a Dios y a todos aquellos que participan en la misma fe en su Hijo hecho hombre. Teniendo como consecuencia práctica el que observemos sus mandamientos, que son fáciles de cumplir a los que tienen el amor del Espíritu Santo; como lo afirma San Juan en la segunda lectura, donde une estrechamente la fe al amor, porque sin fe el amor es inútil (Cesareo de Arles, Sermones 186,1).
 
Fundamentados en nuestra fe, y expresada en el amor, Jesús les comunica la capacidad de perdonar los pecados, inaugurando una nueva vida por el don del Espíritu Santo. Perdón que nos acerca y nos hace ver a los demás como nuestros hermanos, como lo percibimos claramente en la vida de la primera comunidad cristiana, donde se manifiesta el poder unificador del amor entre los creyentes como reflejo del amor en la Trinidad (San Agustín, Comentario al evangelio de Juan 14,9), porque la comunidad ha comprendido que lo que pertenece a Dios pertenece a todos (San Cipriano, La obras de caridad y la limosna 25), porque no les faltaba nada y vivían en armonía (San Juan Crisóstomo, Homilías sobre los hechos de los apóstoles, 11).
 
Y como fruto de este perdón, de este amor compartido, Jesucristo nos constituye en constructores de paz, pues su primer saludos en estos encuentros de resurrección con sus discípulos y con nosotros siempre es: “La paz esté con ustedes”, como lo practicamos en nuestra Eucaristía dominical.
 
Hermanos cada vez que vengamos a celebrar nuestra Eucaristía, nuestro encuentro con Jesús resucitado, nuestra fe en él, se fortalezca y se vivifique, a fin de que se encienda más nuestro amor a él y a nuestros hermanos, especialmente con los verdaderamente necesitados; convirtiéndose en una actitud que nos distinga claramente como cristianos, y nos haga parecer más a Cristo, pues su misericordia es eterna, como hemos repetido en el salmo responsorial. Si así lo hacemos, el Espíritu del Señor que está en nosotros, dará testimonio de nuestra fe en el Resucitado, pues el Espíritu es la verdad. Y la verdad nos hará vivir como hijos de Dios en la presencia de nuestra comunidad y de nuestros hermanos.
 
 † Felipe Padilla Cardona.