Lecturas del jueves, 28ª semana del tiempo ordinario, ciclo C

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Jue, 2016-10-13

I. Contemplamos la Palabra

Comienzo de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 1,1-10:

Pablo, apóstol de Cristo Jesús por designio de Dios, a los santos y fieles en Cristo Jesús, que residen en Éfeso. Os deseo la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo. Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor. Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya. Por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia ha sido un derroche para con nosotros, dándonos a conocer el misterio de su voluntad. Éste es el plan que había proyectado realizar por Cristo cuando llegase el momento culminante: recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra.

Sal 97,1.2-3ab.3cd-4.5-6 R/. El Señor da a conocer su victoria

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.
El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia
y su fidelidad en favor de la casa de Israel. Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclamad al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R/.
Tañed la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor. R/.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (11,47-54):

En aquel tiempo, dijo el Señor: «¡Ay de vosotros, que edificáis mausoleos a los profetas, después que vuestros padres los mataron! Así sois testigos de lo que hicieron vuestros padres, y lo aprobáis; porque ellos los mataron, y vosotros les edificáis sepulcros. Por algo dijo la sabiduría de Dios: "Les enviaré profetas y apóstoles; a algunos los perseguirán y matarán"; y así, a esta generación se le pedirá cuenta de la sangre de los profetas derramada desde la creación del mundo; desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías, que pereció entre el altar y el santuario. Sí, os lo repito: se le pedirá cuenta a esta generación. ¡Ay de vosotros, maestros de la Ley, que os habéis quedado con la llave del saber; vosotros, que no habéis entrado y habéis cerrado el paso a los que intentaban entrar!»
Al salir de allí, los escribas y fariseos empezaron a acosarlo y a tirarle de la lengua con muchas preguntas capciosas, para cogerlo con sus propias palabras.

II. Compartimos la Palabra

La carta a los Efesios tiene sorprendente semejanza de estilo y doctrina con la carta a los Colosenses. Esta carta está escrita durante el cautiverio de Pablo en Roma y es una de sus epístolas más doctrinales, donde pone en evidencia la supremacía de Cristo. Estos versículos describen el plan de salvación que se ha desarrollado por etapas conforme a los designios de Dios. Pablo se eleva al plano celeste en el que se mantendrá en toda la epístola y de “ese plano” proceden desde toda la eternidad las bendiciones espirituales que va detallando en los versículos que nos ocupan: la llamada de los elegidos a la vida bienaventurada, el modo que elige para la santidad de los fieles, la obra histórica de la redención por la cruz de Cristo, la revelación del Misterio, la elección de Israel como testigo para el mundo de la espera mesiánica y el llamamiento de los gentiles a participar de la salvación.

Pablo se denomina “apóstol de Cristo” y nos desea la gracia y la paz en el Padre y en el Hijo; nos dice que somos bendecidos en Cristo, que somos elegidos y destinados, que nos han concedido la gracia de Dios, que hemos recibido la redención y el perdón de los pecados, y que Dios nos ha dado a conocer su Voluntad; pero la iniciativa siempre parte de Dios. Este texto describe la gratuidad de Dios que ha querido y quiere recapitular en Jesucristo todas las cosas; el momento culminante es HOY.

Cada eucaristía es una “acción de gracias” por todos los beneficios que continuamente recibimos de Dios. Pidamos la capacidad de reconocer y agradecer tales beneficios recibidos, porque la gracia de Dios es inagotable.

La Misericordia del Señor dura por siempre

Son duras las palabras del Señor y las dice, según San Lucas, en casa de un “doctor de la ley”; posiblemente el fariseo que unos versículos antes (Lc 11, 37) lo invita a comer. Al final del texto lo vuelven a acosar y quieren atraparlo con sus propias palabras.

En tiempo de Jesús se tenía nostalgia de los antiguos profetas y aun siendo Él, el gran y único profeta que llevó a la perfección la enseñanza religiosa, y que se encontraba ahí, entre ellos, no se le reconoce y fue rechazado. Ahora, como en aquel tiempo, muchos se proponen como “pastores” de nuestra existencia pero sólo el Resucitado es el verdadero Pastor que nos da la vida en abundancia.

Hemos de reconocer que en ciertas ocasiones, en la actualidad que vivimos, tenemos actitudes semejantes: matamos profetas y silenciamos sus verdades, nos aferramos a las leyes, a cumplir la letra; nos importa mucho la imagen “cuando nos quedamos con la llave del saber” y no escuchamos la voz de la Sabiduría. Los “fanáticos” de la ley creen reparar las faltas de sus padres, construyendo sepulcros para los profetas; sin embargo a Jesús, enviado a Israel, se le rechaza y lo matan. Se repite la misma historia: un profeta enviado, rechazado y matado. El Señor conoce nuestras debilidades y nos amparamos en su Misericordia, que no tiene límites: nos ama siempre y siempre nos perdona.

Monjas Dominicas Contemplativas
Monasterio Stma. Trinidad y Sta. Lucia (Orihuela)