Lecturas del sábado, 34ª semana del tiempo ordinario, ciclo C

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Sáb, 2016-11-26

I. Contemplamos la Palabra

Lectura del libro del Apocalipsis 22,1-7:

El ángel del Señor me mostró a mí, Juan, el río de agua viva, luciente como el cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. A mitad de la calle de la ciudad, a ambos lados del río, crecía un árbol de la vida; da doce cosechas, una cada mes del año, y las hojas del árbol sirven de medicina a las naciones. Allí no habrá ya nada maldito. En la ciudad estarán el trono de Dios y el del Cordero, y sus siervos le prestarán servicio, lo verán cara a cara y llevarán su nombre en la frente. Ya no habrá más noche, ni necesitarán luz de lámpara o del sol, porque el Señor Dios irradiará luz sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos.
Me dijo: «Estas palabras son ciertas y verdaderas. El Señor Dios, que inspira a los profetas, ha enviado su ángel para que mostrase a sus siervos lo que tiene que pasar muy pronto. Mira que estoy para llegar. Dichoso quien hace caso del mensaje profético contenido en este libro.»

Sal 94 R/. ¡Marana tha! Ven, Señor Jesús

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos. R/.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos. R/.
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía. R/.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 21,34-36:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre.»

II. Compartimos la Palabra

Dios irradiará luz sobre ellos

El paraíso recreado es descrito con trazos literarios y teológicos, paraíso nuevo donde la vida de Dios discurre como un río haciendo germinar la creación. ¿Qué quiere decir? Que la historia se ha plenificado y la vida de Dios y la de los hombres disfrutan de perfecta comunión. La salvación es para todos –el árbol a la vera del agua que da doce cosechas y cuyas hojas son salud y medicina- y, lo más importante, ya no habrá condena ni castigo… nada que ensombrezca la alegría de la humanidad redimida. Plenitud de vida: el hombre verá el rostro de Dios, la mejor manera de decir comunión de Dios con la criatura. A Dios pertenecen los redimidos –llevan su nombre en la frente-: la luz sobre las tinieblas, el aire para respirar sobre la noche del ahogo y la no vida. El texto concluye con un acorde litúrgico perfecto: el narrador, el ángel, Jesús de Nazaret y la comunidad en diálogo actualizado cada vez que el Pueblo de Dios, impulsado por el Espíritu, invoca la venida del Señor. Dios Padre es el que inspira a los profetas y, también, el santo y seña de la comunidad congregada en el nombre del Señor.

Manteneos en pie ante el Hijo del Hombre

Última página evangélica del presente ciclo litúrgico que anima a los creyentes a estar atentos, con tenacidad, ante su inesperada venida. No alimentemos el temor como creyentes que hubieran hecho dejación de su esperanza. No importa el ropaje del día a día de nuestra vida –incluso el ropaje apocalíptico-, lo que importa es que se cumple por fortuna el designio amoroso de nuestro Dios Padre, por lo tanto solo cabe la esperanza, la apuesta decidida de ser felices y ayudar a los hermanos a que lo sean para que todos demos gloria a nuestro Padre en el mejor templo que él, en su Hijo, se ha construido: los que por el privilegio de la gracia hemos sido llamados a vivir como hermanos en nombre del mismo Padre. Quien le da unidad y encanto a nuestra historia no son ni nuestros logros ni nuestros yerros, sino solo Cristo, la Luz de la Historia, el único capaz de plenificarnos en él. ¡Bendito sea Dios, nuestro Padre, que en Cristo nos habilita para hacer de nuestra vida un relato pendiente de su protección y misericordia! No nos faltará ni su Palabra ni su tierno amor.

A pesar del pesimismo e increencia actuales ¿la comunidad se atreve a identificar y fomentar, en los signos de los tiempos, la gracia de Dios?
Nuestra esperanza ¿nos estimula para vivir y ayudar a vivir?

Fr. Jesús Duque O.P.
Convento de San Jacinto (Sevilla)