Lecturas del miércoles, primera semana de adviento, ciclo A

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Mié, 2016-11-30

I. Contemplamos la Palabra

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 10, 9-18

Si tus labios profesan que Jesús es el Señor, y tu corazón cree que Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás. Por la fe del corazón llegamos a la justificación,- y por la profesión de los labios, a la salvación. Dice la Escritura: «Nadie que cree en él quedará defraudado.»
Porque no hay distinción entre judío y griego; ya que uno mismo es el Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan. Pues «todo el que invoca el nombre del Señor se salvará.» Ahora bien, ¿cómo van a invocarlo, si no creen en él?; ¿cómo van a creer, si no oyen hablar de él?; y ¿cómo van a oír sin alguien que proclame?; y ¿cómo van a proclamar si no los envían? Lo dice la Escritura: « ¡Qué hermosos los pies de los que anuncian el Evangelio! » Pero no todos han prestado oído al Evangelio; como dice Isaías: «Señor, ¿quién ha dado fe a nuestro mensaje?» Así, pues, la fe nace del mensaje, y el mensaje consiste en hablar de Cristo. Pero yo pregunto: «¿Es que no lo han oído?» Todo lo contrario: «A toda la tierra alcanza su pregón, y hasta los limites del orbe su lenguaje. »

Sal 18, 2-3. 4-5 R. A toda la tierra alcanza su pregón.

El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra. R.

Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje. R

Mateo 4, 18-22

En aquel tiempo, pasando Jesús junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores. Les dijo:
-«Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres.» Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.

II. Compartimos la Palabra

Qué hermosos son los pies del que anuncia el Evangelio

El apóstol realiza un considerable esfuerzo pedagógico para aclarar su mensaje acerca de la salvación que, para todos, nos viene de Cristo Jesús. Cierto que aduce pasajes del Antiguo Testamento con bastante libertad y viene a decirnos que la vieja economía salvadora era relativamente eficaz porque parecía suficiente con el cumplimiento de la Ley para lograr tal salvación. Pablo viene a decirnos que ahora, Cristo mediante, es aún más fácil lograr este objetivo. Suficiente es aceptar la condición de resucitado que ostenta Cristo Jesús, triunfador de la muerte; basta con que aceptemos su dimensión divina, o lo que es lo mismo que decir, basta con tener fe, y ésta no es ni privilegio ni monopolio de nadie: todos, judíos y griegos ricos y pobres, somos iguales en esta prodigiosa aventura de la salvación. Y para disfrutar de ésta el creyente tiene que trabajar no sólo por la confesión exterior de su fe, sino también por su adhesión interior: invocar el nombre del Señor y, en consecuencia, dejar que Él dé unidad a nuestra vida. Concluye nuestro texto trasladándonos una consecuencia: se necesitan fieles evangelizadores, pies y corazones que lleven por toda la rosa de los vientos la palabra salvadora de Cristo. Bueno sería que nuestras comunidades se sientan sabedoras de este privilegio para no dejar pasar esta salvadora condición: que en el anuncio y aceptación del evangelio del Señor Jesús está la razón de ser de nuestra vida creyente.

Los llamó, dejaron la barca y a su padre y lo siguieron

Tras el arresto de Juan Bautista, Jesús se establece en Cafarnaúm como centro de operaciones evangelizadoras con sello de universalidad: desde aquí, recorrerá la región de Galilea y a lo largo y ancho de su geografía anunciará el mensaje del Reino, porque, como nos recordarán las primeras comunidades, la cosa comenzó en Galilea. Es aquí donde el Maestro llama a sus primeros colaboradores, símbolos de la nueva humanidad que acoge la buena noticia del Reino y se dejan enamorar por la fuerza de esta noticia. El esquema de este inicio o discipulado es, amén de claro, revelador: la iniciativa es siempre del Señor; la labor del Reino urge, por lo que la respuesta para enrolarse en su servicio se espera sea rápida e incondicional; y el programa de esta llamada y seguimiento es el propio Jesús de Nazaret, su vida, su palabra y su misión. Los que secundan esta llamada se verán facultados para ser pescadores de hombres, es decir, servidores y predicadores de humanidad, y al exclusivo servicio de humanizar nuestro mundo, según la voluntad del que llama. Y prueba de ello es el remate de este breve texto evangélico: Jesús transmite su mensaje –proyecto del Reino de Dios- y se acerca al mundo dolorido curando las enfermedades

En este primer miércoles de adviento, hacemos memoria agradecida del primer llamado por el Maestro de Galilea, el apóstol San Andrés, hermano de Pedro. La tradición nos deja su martirial icono en la cruz aspada que de él ha tomado su nombre.

¿Aceptamos la predicación del Evangelio, no de otro mensaje, como prioridad en nuestra comunidad?
¿Cómo vivimos en nuestro corazón y en nuestra comunidad el seguimiento del Señor?

Fr. Jesús Duque O.P.
Convento de San Jacinto (Sevilla)