Lecturas del sábado, 16ª semana del tiempo ordinario, ciclo A

Pastoral: 
Litúrgica
Date: 
Sáb, 2017-07-29

“ Ahora sé que todo lo que pidas a Dios te lo concederá ”

Primera lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 4,7-16:

Queridos hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados. Queridos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo. Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él.

Salmo
Sal 33 R/. Bendigo al Señor en todo momento

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R/.

Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha
y lo salva de sus angustias. R/.

El ángel del Señor acampa
en torno a sus fieles y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él. R/.

Todos sus santos, temed al Señor,
porque nada les falta a los que le temen;
los ricos empobrecen y pasan hambre,
los que buscan al Señor no carecen de nada. R/.

Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Juan 11,19-27

En aquel tiempo, muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María, para darles el pésame por su hermano. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.»
Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará.»
Marta respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día.»
Jesús le dice: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?»
Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.»

Reflexión del Evangelio de hoy

Dios es amor

La primera carta de Juan sigue siendo uno de los escritos que más ha fascinado a los creyentes de todos los tiempos, incluso al cristiano de hoy, quien puede encontrar en esta carta algunas claves para dar respuesta a las crisis tanto personales, como comunitarias e incluso ambientales, que éste pueda vivir. El autor quiere invitar a sus oyentes a tomar conciencia de la riqueza de la fe en Jesús y presentarles los auténticos criterios de comunión con él.

Algunos creyentes de aquel tiempo, basaban su fe en Jesús más en el conocimiento que proporciona la inteligencia humana, que en la conversión del corazón a Cristo. El autor va a intentar resolver este problema exponiendo los criterios que van a ayudar a la comunidad a realizar un auténtico discernimiento, tanto personal como comunitario desde la fe y el amor.

La lectura de hoy está incluida en la sección cumbre de esta carta (4,7-5,4). En ella convergen dos ideas fundamentales íntimamente relacionadas que ya hemos señalado: el amor y la fe. Podemos indicar además algunas líneas de estructura del texto que se quedan en la superficie, ante la profundidad del mensaje.

Comenzamos con un principio: Dios es amor (4,7-8), la exhortación con el apelativo cariñoso de “queridos” tiene como contenido la fórmula del amor fraterno y la razón que explica este mandamiento se expresa en primer lugar: porque el amor es de Dios. A continuación viene la antítesis entre el que ama y el que no ama. No hay excusa, el que ama conoce a Dios y el que no ama no lo ha conocido porque el ser de Dios es Amor.

A continuación el autor fundamenta este principio (4,9-10), el amor de Dios se ha manifestado, se ha hecho visible en la encarnación de su Hijo, Él ha sido el gran don de Dios a la humanidad. De ahí la grandeza de un amor que toma la iniciativa para que el ser humano se sienta liberado de cualquier atadura y viva.

Finalmente una primera consecuencia (4,11-16), El amor mutuo es la primera consecuencia de la comunión con Dios-Amor. Y puesto que a Dios nadie le ha visto nunca, Cristo es el camino de encuentro con Él. El amor a los hermanos es la prueba de que Dios permanece en nosotros, y nos anima a creer en el amor y ser testigo de él. Como creyentes, ¿Somos testigos del amor de Dios? ¿Lo traducimos en signos de fraternidad y solidaridad con los próximos y los lejanos?

Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano
Estamos en el último signo, el séptimo, de la primera parte del evangelio según San Juan: la resurrección de Lázaro. La lectura de hoy nos presenta el encuentro entre Jesús y Marta una de las dos hermanas de Lázaro, más tarde Jesús se encontrará con María, la otra hermana.

Jesús y Marta

Jesús llega a Betania después de haber sido avisado de la enfermedad de su amigo Lázaro para encontrarse con que ya llevaba cuatro días en la tumba. Muchos judíos, habían ido a dar el pésame a las hermanas y cumplir así con los ritos fúnebres.

Parece que sólo Marta escucha que viene Jesús y sale en su busca, mientras María permanece en la casa. Frente a Marta que se dispone para el encuentro con el Señor, María permanece inmóvil, como ausente, en la casa. Ella saluda a Jesús con las mismas palabras que había utilizado para avisarle sobre la enfermedad de su hermano: “Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano”. Marta va a confesar su fe en él como hacedor de milagros, reconociendo que si Jesús se hubiera apresurado habría curado a su hermano. La razón de esta fe se encuentra en su convicción de que cuanto Jesús pidiera a Dios, incluso en aquel momento, sucedería.

La fe en la autoridad del Maestro para hacer milagros no llega a la auténtica fe. Marta repite esta forma de entender a Jesús como un rabbí que procede de Dios y hace signos maravillosos porque Dios está con él. La respuesta de Jesús va a corregir su error y le comunica que Lázaro resucitará. Marta interrumpiendo sus palabras, dice a Jesús lo que significa para ella la resurrección: “Sé que resucitará en la resurrección del último día”. Jesús trasciende la limitada expectación escatológica de Marta y se centra en su propia persona como la resurrección y la vida. Él es la resurrección y la vida, y la fe en él es el único camino que lleva a la verdadera vida. Creer en Jesús implica tener vida ahora y siempre. El creyente, aunque muera físicamente, vivirá.

Jesús concluye su autorevelación preguntándole a Marta con toda claridad: «¿Tú crees esto?. La utilización del pronombre personal “yo” señala lo que Marta ha entendido: tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tiene que venir al mundo.

Hoy celebramos la festividad de Santa Marta y es un momento propicio para preguntarnos: ¿Cómo está nuestra fe en Jesús? ¿Creemos que Él es la resurrección y la Vida? Él es el verdadero y auténtico camino hacia el Padre, esto es lo que Marta descubre de ese amigo siempre cercano y compasivo.

Hna. Carmen Román Martínez O.P.
Congregación de Santo Domingo