En la Catequesis durante la Audiencia General el Papa Francisco siguió reflexionando sobre la Santa Misa. En esta ocasión se centró en dos momentos clave: la lectura del Evangelio, y la Homilía del sacerdote.
Griselda Mutual - Ciudad del Vaticano
En la Misa no leemos el Evangelio para saber cómo han sido las cosas, sino para tomar conciencia que lo que hizo y dijo Jesús, sigue diciéndolo y cumpliéndolo ahora, también para nosotros: con estas palabras el Papa Francisco cercioró la cercanía de Cristo a su Iglesia, en la prosecución de su ciclo de catequesis sobre la Santa Misa.
Con el Evangelio Cristo nos habla y actúa hoy
En la reflexión del día, el Obispo de Roma abordó dos momentos de la Santa Misa: la lectura del Evangelio y la Homilía. Francisco explicó que el Evangelio constituye la luz para comprender el sentido de los textos que preceden la Liturgia de la Palabra, ya sea del Antiguo que del Nuevo Testamento, y que, por ese motivo, la liturgia rodea al Evangelio de un particular honor y veneración:
“Con la proclamación del Evangelio – dijo - se llega al culmen de ese diálogo entre Dios y su pueblo que es la liturgia de la Palabra en la Misa. Del Evangelio viene la luz para comprender el sentido de los textos bíblicos que se han leído antes. Por eso, la liturgia rodea al Evangelio de una veneración particular. En efecto, sólo el ministro ordenado puede leerlo y cuando termina besa el libro; hay que ponerse en pie para escucharlo y hacemos la señal de la cruz sobre la frente, la boca y el pecho. La asamblea reconoce así la presencia de Cristo que le anuncia la buena noticia que convierte y transforma, y responde con la aclamación: «Gloria a ti, Señor Jesús». En la lectura del Evangelio tomamos conciencia de que Jesús sigue hablando y actuando en nuestros días”.
Homilía breve y bien preparada
A continuación el Pontífice manifestó que, para hacer llegar su mensaje, Cristo “se sirve de la palabra del sacerdote, que después del Evangelio, pronuncia la homilía”, y tras puntualizar que la homilía “no es un discurso de circunstancia”, ni una conferencia o una lección, dejó los papeles de lado para insistir en la importancia de la brevedad de las homilías para mantener la atención de la asamblea, y también en la buena preparación previa, que abarque tanto el estudio de la palabra de Dios como la oración. Y se explayó dando un tiempo: no más de diez minutos de duración.
“A continuación - dijo en español - viene la homilía. Como parte de la misma liturgia, no es un discurso o una conferencia, sino que retoma ese diálogo entre Dios y su pueblo. La predicación debe orientar a todos, también al predicador, hacia una comunión con Cristo en la Eucaristía que transforme la vida. Para ello, no sólo es importante que quien predica cumpla bien su ministerio, sino que también los que escuchan han de procurar hacerlo con las mejores disposiciones interiores”.
Escuchar, meditar y obrar
“Recuerden lo que dije la última vez – instó el Papa hablando en italiano – la Palabra del Señor entra por las orejas, llega al corazón, y va a las manos, a las buenas obras”. “Si nos ponemos a la escucha de la Buena Noticia, seremos convertidos y transformados, y por lo tanto seremos capaces de cambiar nosotros mismos y al mundo”, expresó.
En la conclusión de su catequesis impartida en español, el Santo Padre invitó a que contemplando a la Virgen María, nos esforcemos como ella “para escuchar la Palabra del Señor con un corazón dócil y sencillo, y así poder hacerla carne en nosotros traduciéndola en obras de amor y de santidad”.